1. Érase una vez 1989. Cuando en
1989 Carlos Andrés Pérez retornó a Miraflores en medio de un punto de quiebre
similar al que enfrenta Nicolás Maduro, el colapso de los controles de precios
y de cambio implementados por Jaime Lusinchi se traducía en aceleración de la
inflación, escasez, devaluación de la moneda y un nivel precario en las
reservas internacionales líquidas. Al mismo tiempo, el Banco Central de
Venezuela se mostraba incapaz de honrar una cuantiosa deuda por cartas de
crédito en manos de importadores, mientras que un elevado déficit fiscal
sumergía las cuentas públicas.
Carlos Andrés Pérez intentó
aplicar un plan de reformas estructurales para tratar que la economía
recuperara la salud, basado entre otras cosas en eliminación de los controles,
privatización de empresas públicas, liberalización del comercio y préstamos de
organismos multilaterales, bajo la convicción de que había que contar con un
marco macroeconómico equilibrado, un gobierno de menor tamaño pero más
eficiente y un sector privado fuerte y exportador.
Analistas coinciden en que
errores de coordinación, la ausencia de una estrategia de comunicación y la
carencia de apoyo político impidieron el éxito del ajuste. ¿Puede Nicolás
Maduro aprender de los errores del pasado, hacer las modificaciones necesarias
y aplicar un plan de reformas estructurales que lleve a Venezuela al
crecimiento sostenido, baja inflación y menor dependencia de los precios del
petróleo?
Gerver Torres, quien formó parte
del gabinete de Carlos Andrés Pérez en 1989, considera que si bien hay
similitudes entre los desequilibrios macroeconómicos la situación actual es más
compleja. “En aquel momento se trataba de restaurar el equilibrio y adelantar
las reformas, pero no de dejar atrás un modelo que deliberadamente le ha dado
un papel marginal al sector privado al crear mayor inseguridad jurídica y
golpear severamente la confianza”.
Luis Zambrano Sequín, miembro de
la Academia Nacional de Ciencias Económicas, coincide con esta apreciación y
explica que “en 1989 la estructura productiva no estaba tan trastocada como
ahora, cuando parte del aparato productivo ha sido desmantelado”.
Desde su punto de vista “los
costos económicos y políticos que tendría un plan de reformas son tan elevados
que la administración de Nicolás Maduro no puede asumirlos. Si hablamos de
modificar el marco regulatorio que fomenta la conducta anticompetitiva y la búsqueda de rentas; fortalecer el
derecho de propiedad, eliminar los controles, la base política del gobierno se
erosionaría de tal forma que pondría en peligro su sostenibilidad”. Incluso
profundiza en este aspecto y explica que “tampoco existe una situación que
permita la negociación para distribuir los costos políticos y hacer que la
sociedad acepte las medidas, alcanzar consenso entre los distintos actores.
¿Qué pasaría si eventualmente el gobierno le pide respaldo a la oposición para
aplicar un plan de reformas?”.
Gerver Torres detecta otro tipo
de carencias: “En primer lugar, a este gobierno le es muy difícil implementar
un plan de reformas por taras ideológicas, por la creencia en que el estatismo
funciona. A esto se añaden grupos que bloquean cualquier intento de cambio
porque se benefician de la corrupción que han creado los controles más una
telaraña burocrática e incompetente, porque los funcionarios están allí por
lealtad y no porque sean idóneos para el cargo. Luego habría que mencionar la
falta de liderazgo y ninguna credibilidad por parte de los agentes económicos”.
2. El malestar. Un estudio
desarrollado por los economistas españoles José Antonio Alonso y Carlos
Garcimartín explica que un país cuenta con lo que se podría llamar el hardware
de la economía (recursos naturales, capital físico), pero para que sea
eficiente se requiere el software correcto (calidad en el marco normativo,
instituciones sólidas que reduzcan la incertidumbre y políticas adecuadas).
Si la administración de Nicolás
Maduro es incapaz de introducir modificaciones en el software, ¿qué se puede
esperar en un momento e el cual Venezuela camina por la recesión, hay una
inflación de 63,4%, una devaluación galopante del bolívar en el mercado
paralelo y escasez?
Luis Zambrano Sequín indica que
“si el gobierno aplica las medidas que debería tomar se expone a perder el
poder. Por eso ha optado por ver hasta dónde puede patear la pelota: esperar a
que el petróleo rebote y tomar una que otra medida parcial, las cuales tienen
muy poco éxito porque los desequilibrios son muy profundos. Éste es un
escenario muy difícil, pero es más atractivo políticamente: no hay un gobierno
que esté pensando en el largo plazo y se trata de un criterio
político-electoral”.
La caída del petróleo añade
incertidumbre. De acuerdo con Bank of America y Barclays Capital, por cada
dólar que desciende el promedio anual en la cotización del barril el Gobierno
deja de recibir 770 millones de dólares. Esto implica que si el precio de la
cesta petrolera venezolana se estabiliza en 80 dólares el barril, entonces el
próximo año el ingreso en divisas del Gobierno caería en 14 mil millones de
dólares con respecto a 2014, algo que agravaría los desequilibrios de la
economía.
3. ¿Margen de maniobra? Alejandro
Grisanti, analista de Barclays Capital, indica en su último informe sobre
Venezuela, fechado el pasado 3 de noviembre, que el gobierno evalúa una serie
de medidas para disminuir el desajuste, como titularizar la deuda que tienen
los países que reciben petróleo con condiciones especiales para el pago a
través del convenio Petrocaribe. Este paso aumentaría las divisas en caja para
compensar en alguna medida la pérdida de brillo del petróleo. Además, dice que
contempla disminuir la entrega de dólares al tipo de cambio de 6,30 bolívares
por dólar y elevar el número de empresas que reciben divisas a través de la
tasa del Sicad, actualmente en torno a 12 bolívares por dólar, o del Sicad II a
50 bolívares por dólar.
De esta manera, el Gobierno
recibiría más bolívares por los dólares que vende y disminuiría el
desequilibrio entre ingresos y gastos. Y Barclays afirma que ya hay señales en
esta dirección y explica que “los bancos locales reportan un descenso en las
ventas de divisas a 6,30 bolívares lo que en la práctica es una devaluación”.
Al mismo tiempo está sobre la
mesa la posibilidad de vender activos. “El sector público tiene activos que
podría liquidar. Recordemos que Venezuela posee 18 refinerías en Estados Unidos
y Europa que han sido valoradas en 18 mil 900 millones de dólares por el Banco
Central”, indica Bank of America.
Todo indica que Nicolás Maduro ha
optado por sustituir un viraje que, en la etapa del ajuste, tendría elevados
costos políticos e impactos en la población, aunque luego el país podría
alcanzar mayor estabilidad y prosperidad, y prefirió la estrategia de
implementar medidas puntuales que impidan la asfixia total de la economía. Pero
este camino no está exento de costos y carece de largo plazo. Salvo que la
ruleta petrolera premie a Venezuela con un nuevo período de aumento constante
en el precio del barril.
Mientras tanto, la popularidad de
Nicolás Maduro está en descenso y todas las proyecciones de firmas de análisis
y entidades financieras prevén un 2015 que repetirá la historia de este año:
elevada inflación, recesión y escasez.
Por: Victor Salmeron
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