Como un
repentino arranque de esperanza; así es como puedo calificar la sensación que
me produjo escuchar la nueva gaita de Neguito Borjas y su Gran Coquivacoaquien,
a mí juicio, la botó de jonrón con su “No quiero ser la mitad”. La pude
escuchar gracias a que una apreciada amiga me la envío por correo como obsequio
prenavideño. Su correo lo acompañó con unas conmovedoras palabras, que
encierran el clamor de muchos, y que me tomo la libertad de transcribir: “¡Esta
es la verdadera Venezuela…la que no permite la enajenación de su espíritu
alegre…humano…de tradiciones,alegrías y deseos fervientes de unión! Sintamos
orgullo,pertenencia y amor de hermanos, en una Navidad que presagia los cambios
que estamos anhelando. Amén”. Por supuesto, las palabras de Rosa María,
hicieron que me diera aún más curiosidad por abrir el link que acompañaba su
mensaje
(http://www.youtube.com/watch?v=oTMdoeM2p5Q). Y allí estaba, la
inconfundible voz de Neguito Borjas, a la que después se le suma la de
Francisco Pacheco e Iván Pérez Rossi, invitándonos a evitar las divisiones…un
llamado de conciencia para que dejemos a un lado esta polarización tóxica en la
que hemos caído, consciente o inconscientemente, empujados por pseudo líderes
fanáticos de la expresión “Divide y vencerás”.
“No me tratéis
con odio ni indiferencia/con orgullo y con violencia pues los dos somos
hermanos/Vos bien sabéis que esta
hermosa patria es nuestra/ y a vos yo abro mi puerta como todo un buen
cristiano. No me importa que seáis de la Cuarta o la Quinta/ de derecha o
socialista, igual te extiendo mi mano. Pues basta ya de la rencilla y la
guerra, somos de la misma tierra: los hijos venezolanos/ Levantemos la bandera
del amor y de la paz/ no nos dividamos más, no nos tracemos fronteras. No
quiero ser la mitad quiero ser la patria entera/ nos está pidiendo nuestra
Venezuela que no nos peleemos más…”
Tanto me gustó
la gaita de Neguito que la escuché varias veces. Incluso sugerí en la emisora
donde trabajo, la Nueva Mágica 99.1 FM, que la incluyeran en la programación
navideña que arranca este sábado. Con quienes la he compartido, la reacción y
el comentario es muy similar: es el mensaje acertado en un momento en que, para
salir adelante, necesitamos rescatar nuestra venezolanidad. Éramos un país de
gente realmente feliz. Aquí era fácil ver a magallaneros y caraquistas sentados
unos al lado de los otros, sin que eso significase el inicio de una batalla
campal. Veíamos a partidarios de toldas políticas distintas sostener acaloradas
discusiones y luego, continuar la tertulia compartiendo un palito en un
apretado juego de dominó. Éramos así. Y yo -como creo que podría ocurrirle a
muchos de ustedes que están leyendo esto- añoro esa camaradería tan venezolana.
Chávez fue muy
astuto acentuando nuestras diferencias y exacerbando la rabia. La azuzó como
quien abanica los carbones para que termine de prender la candela. Logró hurgar
y destapar la miseria humana solapada, llena de resentimiento y pases de
factura. Nos inoculó el odio, para dividir, vencer e intentar perpetuarse. El
difunto presidente hizo lo suyo antes de abandonar este plano: aleccionó a sus
discípulos y les inyectórencor en dosis cada vez más elevadas. Hoy, a su imagen
y semejanza, repiten el mismo discurso revanchista, divisionista, virulento y
camorrero. Los que no están con ellos, son malos y sólo quienes comulgan con
sus ideas, gozarán de las gracias de la revolución. El difunto nos fracturó. Y
sus acólitos, palas en manos, se afanan en profundizar la zanja que nos
separa.Los populistas son así; y en eso es en lo que basan su liderazgo: en
intensificar las diferencias. Es lamentable que en foros internacionales,
nuestro modelo de gobierno sea la referencia para describir lo que es contrario
al concepto de república, ciudadano y democracia. Otras sociedades han sabido
curar sus heridas y sanar sus cicatrices para abrazarse bajo la misma bandera
que los identifica como nación. Es más, en la reciente campaña electoral de
Brasil, los aspirantes a la banda presidencial en algún momento señalaron la
necesidad de no llegar a los extremos divisionistas y polarizados que se viven
en Venezuela. Somos el mejor ejemplo de lo que no debe ser un país. no sólo en
cuanto a la polarización; somos el modelo “a no seguir” en muchos aspectos.
Es verdad
que somos diferentes; pero, ¿no creen
que ya es hora de que volvamos a ser un solo país? ¿Acaso no están cansados de
tanta hostilidad? ¿De enfrentamientos de unos contra otros? Qué importa si tu
bandera es roja o azul; si te identificas con el gobierno o estás con la oposición.
En esta tierra grande, noble, cálida y prometedora, siempre hemos sido antes
que todo venezolanos. Tendamos puentes que, para salir adelante, para rescatar
a nuestra Venezuela, solo basta que nos reconozcamos como hermanos.
“…No quiero
ser la mitad quiero ser la patria entera nos está pidiendo nuestra Venezuela
que no nos peleemos más…”. Hagamos de la
gaita de Neguito nuestro himno navideño. Estamos en un momento crucial: o nos
reconciliamos o perdemos.
José Domingo
Blanco
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