La meseta electoral del último
año no ha servido para que los rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE)
mejoren la percepción que los ciudadanos tienen de la institución. Según el
estudio cuantitativo sobre las Percepciones ciudadanas del Sistema Electoral
[1], conducido por el Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica
Andrés Bello, el 56,5% de los electores desconfían en algún grado del organismo
que debe garantizar que la resolución de los conflictos políticos y de poder se
diriman por la vía del voto.
1. ¿La desconfianza es exclusiva
de la oposición? De la lectura inicial de los resultados del estudio se podría
suponer que las personas que tienen una percepción negativa sobre el CNE se
limitan exclusivamente a los electores con simpatías hacía la oposición
venezolana. No obstante, los cruces de variables demuestran que la desconfianza no es exclusiva de
quienes se autodefinen como opositores, aunque como resultará evidente éste es
el segmento que peor evalúa al Poder Electoral.
En concreto: 21,1% de los
ciudadanos que se autodefinen como chavistas desconfían del organismo comicial,
percepción que comparten 61% de quienes
se dicen independientes y 86,5% de las personas que se catalogan como no
chavistas.
En términos globales la autonomía
del CNE polariza a los ciudadanos al extremo que el 49% de los electores
considera que el árbitro no es autónomo, mientras que 50,9% confía en la
independencia de sus decisiones. No son distintos los resultados cuando se
valora la imparcialidad del organismo comicial: para 49% el árbitro no es
imparcial, mientras un 51% avala el equilibrio de sus decisiones.
Si se evalúan en conjunto ambas
cualidades del organismo, tres de cada cinco electores cuestionan la
imparcialidad o la autonomía del árbitro. Si estas variables se analizan por la
intención de voto (reconocida por los encuestados) durante la elección
presidencial del año 2013, la teórica desconfianza en el CNE sigue alcanzando a
un segmento de las personas que apoyan a la Revolución Bolivariana. En
concreto: tres de cada 10 ciudadanos que reconocen haber votado por Nicolás
Maduro consideran que el organismo comicial no es imparcial o autónomo, una
apreciación que es compartida por nueve de cada 10 ciudadanos que aseguran
haber sufragado a favor de Henrique Capriles Radonski.
Si se comparan los resultados de
este estudio con los datos de la encuesta sobre confianza en el sistema
electoral, realizada en julio del año 2013 [2], no existen mayores diferencias.
Entre las conclusiones del anterior análisis se indicaba que “el CNE es
percibido por una parte importante del país, no como el árbitro de la contienda
electoral, sino como un jugador más cuyas decisiones no son independientes,
sino que están condicionadas políticamente”.
2. ¿Se respetan los resultados
electorales en Venezuela? Aunque esta variable no es responsabilidad exclusiva
del CNE, genera un impacto importante en la percepción que los ciudadanos
tienen de la institución y en la valoración que realizan sobre el poder del
voto como mecanismo de resolución de conflictos.
Como sucede con otros elementos
que se evalúan ante la opinión pública, el respeto a los resultados polariza a
los ciudadanos. Según el estudio del Centro de Estudios Políticos de la UCAB,
el 17,8% de los ciudadanos se muestran “muy en desacuerdo” cuando se afirma que
el Gobierno respeta los resultados de las elecciones, mientras 32% está “en
desacuerdo” con la misma afirmación. No obstante, hay un 15,9% que dice estar
“muy de acuerdo” y un 33,9% está “de acuerdo” en que se acata la voluntad
popular. Si se agrupan las respuestas, para 50,2% de los ciudadanos no se
obedecen los resultados, mientras que 49,8% discrepa de esta postura.
Al analizar esta variable por
intención de voto manifiesta en 2013, se descubre que 22% de las personas que
dicen haber sufrago por Nicolás Maduro consideran que en Venezuela no se
respetan los resultados electorales. No obstante, no queda claro si esta
percepción está orientada a la actuación del Gobierno Nacional o si se trata de
la crítica a las denuncias de fraude esgrimidas por la oposición venezolana. En
el caso de quienes dicen haber votado por Capriles Radonski la tendencia es
mucho más clara: ocho de cada 10 ciudadanos consideran que en el país no se
acata la voluntad popular.
3. ¿Los ciudadanos reconocen el
desequilibrio electoral? Según el estudio de la UCAB, el control que ejerce el
CNE sobre las actividades de los partidos y sus candidatos no convencen a los
ciudadanos. Al extremo que para el 63%
de los consultados las condiciones en las que se celebran las campaña son
inequitativas, porque los aspirantes que adversan al Ejecutivo Nacional no
tienen las mismas oportunidades ni los mismos recursos que los candidatos del
Gobierno. Es una percepción compartida por 32,8% de las personas que se definen
como chavistas, cifra que se duplica en el caso de los independientes y alcanza
a 88% de los ciudadanos que se dicen opositores.
La percepción que tienen los
venezolanos sobre el control del CNE sobre las cadenas presidenciales (cuando
son utilizadas para proselitismo político) refleja a la perfección el rechazo
al ventajismo: para 63% de los ciudadanos es incorrecto que las autoridades
comiciales no sancionen el uso de las cadenas presidenciales con fines
electorales. Por otra parte, las tres categorías básicas de delitos electorales
durante la campaña son ampliamente reconocidas por los electores: 8 de cada 10
ciudadanos aseguran haber presenciado al menos una de las siguientes
violaciones a la norma: Autoridades del Estado obligando a votar por un partido
político (50% asegura ser testigo de esta irregularidad); colocación de
propaganda electoral en las instituciones del Estado (62% de los ciudadanos
dice haberlo presenciado); y uso de automóviles oficiales para movilización de
electores (68% asegura haberlo presenciado).
Para la mayoría resulta evidente
que las campañas son desequilibradas y que, en consecuencia, existe un amplio
acuerdo en que deben sancionarse los ilícitos electorales. Con esta idea
concuerdan 8 de cada 10 electores.
4. ¿Se avala la
sobre-representación de mayorías? La adopción de un sistema electoral mixto
mayoritario en Venezuela, a pesar de que la Constitución Nacional establece un
sistema de representación proporcional, es rechazado abiertamente por los electores.[3]
De hecho, 2 de cada 3 venezolanos cataloga como injusta a la normativa
electoral que facilitó que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)
obtuviera 60% de las curules de la Asamblea Nacional en 2010, a pesar de sólo
capitalizar 48% del voto.
Esta ilegitimidad de origen
afecta la valoración que se hace de la Asamblea Nacional. De hecho, entre
quienes piensan que la normativa para asignar escaños en el Parlamento es
injusta la desconfianza en el Poder Legislativo se dispara: 4 de cada 5
ciudadanos desconfían de la Asamblea Nacional, mientras que entre quienes
consideran que las normas de distribución de escaños son justas las
desconfianzas sólo afecta a 1 de cada 5 electores.
5. ¿Partidos y FANB son
cuestionados? La valoración que se hace del trabajo de los partidos políticos
también termina afectando al CNE, porque los ciudadanos discrepan del uso de
los recursos públicos para las campañas, una actividad de control que recae en
los rectores del organismo comicial. En este sentido, 2 de cada 3 electores
sostienen que las organizaciones políticas, tanto de oposición como
oficialistas, utilizan ilegalmente el dinero público para financiar sus
campañas. Y para corregir este problema, casi la mitad de los ciudadanos
(49,5%) cree que todos los candidatos deben recibir financiamiento público para
realizar sus actividades y participar en los distintos procesos electorales.
Con relación al desempeño de las
organizaciones políticas (de oposición y pro-gobierno), la mayoría de los
ciudadanos tiene una valoración que oscila entre regular y muy mala. En el caso
de los partidos de oposición, un 61,4% considera que su desempeño durante los
procesos electorales es negativo, una opinión que comparten 58% de los
electores en el caso de los partidos que integran al Polo Patriótico.
En el caso concreto de la
actuación de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, en teoría subordinada al
CNE durante la celebración de las elecciones, al menos la mitad de los
ciudadanos dudan de la imparcialidad del Plan República.
Según el estudio del Centro de
Estudios Políticos de la UCAB, el 53% de los ciudadanos tiene algún grado de
desconfianza en el estamento militar venezolano. Esta desconfianza se
trasladada al plano electoral y provoca que sólo 51% de los electores considere
que los efectivos militares son imparciales en sus actuaciones, mientras el
resto de los ciudadanos desconfía de su independencia al punto que para 48% la
FANB favorece al Gobierno Nacional.
De hecho, existe un rechazo
importante a la participación de la FANB en actividades proselitistas. Esta
opción es rechazada por 6 de cada 10 ciudadanos, mientras sólo un tercio de la
población dice estar muy de acuerdo con que los efectivos militares participen
directamente en actividades proselitistas.
6. ¿Hace bien el CNE en limitar
la observación nacional e internacional? El cuestionamiento desde el CNE a la
actividad que desempeñan los observadores internacionales en las elecciones no
es compartida por la mayoría de los ciudadanos. Según el estudio de “percepciones
ciudadanas sobre el sistema electoral”, 4 de cada 5 ciudadanos valoran
positivamente a las organizaciones que realizan procesos de veeduría comicial
por su utilidad en las elecciones.
El estudio refleja que las
misiones internacionales cuentan con el apoyo de 68,5% de los ciudadanos,
mientras que las actividades de contraloría comicial de organizaciones
nacionales reciben el apoyo de 64,4% de los electores.
Aunque podría suponerse que el
principal aval a la observación internacional proviene de las personas que se
autodefinen como opositoras el estudio sugiere que en este grupo la valoración
positiva corresponde sólo a 50% de los ciudadanos. En el caso de quienes se
dicenindependientes, hasta 61% consideran como útiles los procesos de veeduría
internacional, mientras que entre quienes se autodefinen como chavistas la
aceptación sube hasta 82%.
7. ¿Los electores piensan que el
voto es secreto? El secreto del voto sigue siendo el gran condicionante de los
resultados electorales en el país.
Aunque técnicamente sea imposible
descifrar por quién votan los venezolanos, una porción muy importante se
enfrenta a las máquinas de votación con la creencia de que el paso previo por
los equipos de identificación biométrica (captahuellas) permitirá develar por
quién van a sufragar.
La polarización en este tema es
evidente. Mientras 49% confía en el secreto del voto, el resto de los electores
manifiesta algún grado de temor: un 37% está convencido de que las captahuellas
permiten que se sepa por quién votaron y 14% cree que existe la posibilidad que
los equipos de identificación biométrica delaten por quién sufragaron. Y cuando
se analiza este temor por autodefinición política, la percepción de que el voto
no es secreto alcanza a 30% se quienes se identifican con el oficialismo y se duplica
en el caso de los independientes (56,7%) y de los opositores (67%)
Por otra parte, si se analiza
esta percepción por la intención de voto manifiesta en la presidencial del año
2013, los resultados varían muy poco. El 34% de los electores que aseguran
haber votado por Nicolás Maduro creen que el voto no es secreto al igual que
66,7% de las personas que declaran haber votado por Henrique Capriles Radonski.
8. ¿Vale la pena votar en
elecciones organizadas con el actual CNE? En términos generales, 6 de cada 10
ciudadanos consideran que se puede sufragar a pesar de que no se considera al
CNE imparcial o se crea que los resultados electorales no serán respetados.
Esta aparente contradicción encuentra su explicación en el hecho que para 7 de
cada 10 ciudadanos “el voto puede producir los cambios políticos que necesita
el país”.
Sin embargo, si se depura un poco
más la variable de valor del voto se encuentra que 71% de las personas que
dicen haber votado por Henrique Capriles Radonski dudan que las elecciones
ayuden a solucionar los conflictos políticos del país pacíficamente, opinión
que apenas comparten 20% de los ciudadanos que dicen haber sufragado en apoyo a
Nicolás Maduro.
En conclusión, la desconfianza en
el CNE se basa en elementos mucho más concretos que la denuncia de fraude en la
elección presidencial del año 2013. Los electores, en su mayoría, reclaman
mayor control sobre las campañas electorales y el uso de recursos públicos,
sancionar el uso de las cadenas presidenciales para realizar proselitismo
político, la aprobación de normas de distribución de escaños más
proporcionales; comportamiento institucional de la FANB y presencia de
observadores nacionales e internacionales.
El secreto del voto puede
convertirse en el gran motivador de confianza en el organismo. Cierto es que
técnicamente es imposible develar por quién sufraga un elector. No obstante, se
antojan tímidos los esfuerzos del organismo comicial por eliminar esta creencia
del votante. Una creencia que, por cierto, fue alimentada inicialmente por la
oposición aunque ahora sean el Gobierno y sus candidatos quienes se beneficien
de ella.
Por Eugenio G. Martínez, 5 de noviembre 2014.
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