Al parecer la fuerte remesón
política que produjeron las protestas de enero a abril, y que obligatoriamente
desenmascararon al régimen, aún sacude cosas. Al menos allá en las máximas
instancias políticas mundiales, como en la Organización de Naciones Unidas,
donde se acaba de volver a desnudar vergonzosamente este desorden criminal que
no tolera la protesta.
Tanto es así que la propia
dirección política opositora, antes, durante y después de intentar desmarcase
de unos sucesos, todavía hoy (más allá del cronograma electoral) luce
desconcertada. Chocada. Ya que en ese momento se evidenció su aversión política
al hecho de involucrarse y tomar la conducción de la protesta de calle.
Repetimos: hasta hoy.
Y estamos hablando de unos
sucesos que, aunque algunos quisieran pasar la página, en su momento sacudieron
Venezuela y al mundo. Durante esos meses (casi ayer), la violenta y salvaje
represión compitió con la violencia ucraniana en la atención internacional.
¿Es ceguera política, falta de
arrojo, exceso de prudencia? ¿Precaución de nuestra dirigencia partidista?
Quizás sea todo eso, pero aún más: desconexión con la gigantesca burbuja
nacional del desencanto.
Entrémosle a este asunto tan
espinoso que encierra la interrogante que informó en aquellos meses tal
conducta: ¿Acertó o se equivocó Leopoldo López en el salto bárbaro que pegó,
recién entrado enero, tras apartar de una manera relancina la bandera que
entonces esgrimía de convocar a una Asamblea Constituyente (que ahora él y su
partido Voluntad Popular retoman), para lanzarse a la conducción de aquel
tsunami?
¿Acertó o se equivocó
completamente también María Corina Machado al identificarse con aquella
política hasta el cuello?
Es muy fácil para una oposición
tan conservadora como la nuestra (al igual que para un régimen tan autoritario
como éste) reducir tan vehemente expresión de descontento y sus consecuencias
sangrientas únicamente a su desenlace. Es decir: a la victoria o a la derrota
de Leopoldo y María Corina y a la puesta en práctica de su iniciativa foquista
de “La salida”. Eso se hace desconociendo casi en su totalidad el crítico
sustrato socioeconómico y político que, puesto de manifiesto, hasta ahora no ha
dejado de aumentar, pues la magnitud de los factores que la originaron no han
dejado de desbordar cualquier actitud opositora para manejarla con bolserías,
con pinzas.
¿Fue nada más una política
equivocada? ¿O fue más bien una actitud política de los partidos de la MUD, que
dejaron únicamente en manos de Leopoldo y María Corina, por criterios mezquinos
de lado y lado (que al final terminamos pagando todos), la organización y
conducción de aquella protesta tan irradiada nacionalmente? Una protesta que
(opina uno) ameritaba el compromiso de la totalidad de esa dirección, en el
liderazgo y la politización de las calles. ¿Qué fue lo que pasó?
Sí, hoy Leopoldo López –junto al
resto de quienes están presos por manifestarse– y María Corina –ilegalmente
sacada del Parlamento–, son permanentemente agitados como la expresión de una
política fallida. Y quizás, es cierto, no sacaron del poder a Nicolás Maduro
como ofrecían enardecidos en un “foquismo” circunstancial. ¿Pero fue sólo eso
lo fundamental?
¿Sólo ellos?
¿O también la dramática ausencia
de un liderazgo de calle que, ante esa enérgica sacudida política (nacional e
internacional) desde entonces y no sabemos hasta cuándo, intenta mantener
reducida a la impotencia a los sufrientes de esta desesperada situación nacional?
Quizás hasta la irrenunciable necesidad del año próximo, para intentar agitarla
ante la desesperación del voto parlamentario.
Son demasiados los bemoles de esa
sacudida de enero-abril que habría que someter a una reflexión muy sincera, muy
honesta, ante los desafíos que impone nuestra insostenible situación. Y que
tiene múltiples puntos de encuentro con aquella represión de las protestas que
dejaron al país ensangrentado. Da la impresión de que hoy únicamente se
recuerda en los despachos climatizados de la ONU, por la citación obligada de
este gobierno (y la totalidad que engloba a los responsables del régimen) ante
el Comité contra la Tortura de la mayor organización internacional con que
contamos.
¿Pero por qué solamente ahí es objeto
de debate esta situación?
¿Por qué no ha cobrado más fuerza
nacional un debate sobre tal uso tan desproporcionado de la fuerza?
En el caso concreto de la
violación de los derechos de Leopoldo López, que ciertamente no ha dejado de
estremecer real y simbólicamente a la opinión dentro y fuera de nuestro país,
el Gobierno no pudo precisar esta semana en la ONU en qué medida el discurso de
López pudo haber dado lugar a los incendios y los delitos de que le acusa.
Nada.
Solamente el uso del odio como
sistema. El deseo de un régimen, de un Presidente, de intentar afirmarse en el
sometiendo a la disidencia y el exterminio.
Desde entonces, aquí nadie mueve
un músculo más allá de la retórica y la formulación de las “listas” para la
Asamblea.
Y sí: aquí Leopoldo López hizo
una apuesta.
Su propósito era (quizás, en el
fondo, aparte de construir una propuesta de calle) lanzar un desafío electoral
para liderar a la oposición. Y tal vez hasta para acabar con la MUD y con la
jefatura de Henrique Capriles Radonski y ser el jefe de la oposición en 2015,
con el rango de diputado. Algo absolutamente válido desde el punto de vista
político.
Y cayó.
Como cayó María Corina.
Pero desde entonces, amigo
lector, se abrió una gran trampa para nuestra dirigencia política. Una trampa
que aún no se ha cerrado y que late en las profundidades como una gran
interrogante republicana: ¿cómo te relacionas con un gobierno cruel y sanguinario
en busca de una salida, sin que se te voltee la calle en contra?
Nicolás Maduro, en apenas este
año, ha metido presa a más gente física y verbalmente en pocas semanas que Hugo
Chávez en 14 años.
Y sin embargo, hasta ahora, desde
la oposición no se convocado una magna concentración ni una marcha
multitudinaria nacional. Ni siquiera para que saquen de la cárcel a los presos.
No se ha convocado una sola concentración contra el
trato cruel, contra la tortura.
¡Y no hablemos de la situación de
ruina nacional! Del ahogamiento de la población ante lo que viene.
Todos los jueces se han limitado
a señalar que las pruebas para demostrar la inocencia de Leopoldo López son
improcedentes porque así lo quiere la Fiscal, cuyo organismo tiene el poder de
negar la más mínima prueba al acusado, sometiéndolo a una total indefensión.
Y Amnistía Internacional no sólo
exige la libertad de Leopoldo López, sino que también le exige al gobierno cumplir
con el dictamen de la ONU.
Como todos: Amnistía exige un
juicio justo.
Y así como el gobierno abandonó
en septiembre de 2013 el sistema interamericano de justicia, la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y la Corte, ¿se irá ahora de la ONU?
Porque lo que si vio ante la ONU
fue que el Estado, el gobierno de Venezuela, no supo responder con concreción
ni con exactitud. Ni ante las denuncias de más de 3000 personas detenidas en la
represión de las protestas y desnudadas, amenazadas de violación, a quienes de
acuerdo con las ONGs no se les permitió el acceso a un médico, ni a un abogado
ni a contactar con sus familias, junto a otras alegaciones de tortura. Sumen a
eso otras conductas (sí: ya hoy nos olvidamos de eaqullo) como la denuncia de
“algunas mujeres que sufrieron acoso sexual, tuvieron que realizar sexo oral,
algunas fueron violadas sexualmente, muchas fueron humilladas por ser mujeres y
hubo inspecciones vaginales y anales”.
¡Por Dios!
Jamás debemos olvidar todo esto.
Y menos por razones mezquinas y político partidistas como las que mantienen
dividida a la oposición y la hacen perder la visión de totalidad.
Jamás debemos olvidar.
De acuerdo con la “economía del
crimen”, los potenciales delincuentes no consideran para delinquir la sanción
prevista en la ley sino la relación entre la pena posible y la probabilidad de
que la misma les sea efectivamente impuesta. Es decir: si el delincuente
entiende que la posibilidad de ser atrapado (investigado, procesado o
sentenciado) es baja, entonces mantendrá altos incentivos para delinquir y
continuar haciéndolo.
Y, a veces, amigo lector, ni acudiendo
a la ONU se obtiene algo.
Así que, amigo Leopoldo, aguante.
Porque aquí, al menos por ahora, nadie se mueve.
Por Luis García Mora.
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