Claus Ripe cuenta una historia
terrible acerca de lo malvado que es su hermano porque se niega ayudarlo a él y
a su familia, salvo que hagan sacrificios que afectarían su nivel de vida. La
situación de Claus y los suyos es crítica porque están endeudados hasta “los
teque-teques” y corren un riesgo inminente de embargo por no poder cumplir con
los pagos, mientras dice que “la plasta” de su hermano insiste en no ayudarlo
si no acepta unas condiciones que le pone, que a Claus le parecen humillantes e
inaceptables.
La versión de su hermano es muy
diferente, dice que Claus es un grandísimo irresponsable, vago, borracho,
jugador y derrochador en fiestas y en gastos de ostentación. Dice que ya lo ha
ayudado en no menos de tres oportunidades anteriores, pero que siempre dilapida
irresponsablemente lo que le da en ayuda; en las dos últimas oportunidades
condicionó la ayuda a que Claus se comprometiera a cambiar y a ser más juicioso
y responsable en sus gastos, reduciendo aquellos de estos que resultasen más
innecesarios e improductivos, pero Claus incumplió sus promesas de cambio y no
corrigió sus vicios, razón por la cual el hermano ahora le ha exigido que, para
ayudarlo nuevamente, debe comprometerse más formalmente a cambiar y disciplinar
sus gastos… incluso le ofreció ayudarlo si le permitía que él mismo hiciera los
pagos pero sin darle el dinero a Claus, pero éste no aceptó por considerarlo
humillante…
La historia de Claus Ripe es muy
parecida a lo que vive Grecia y, desafortunadamente, a lo que Venezuela estaría
viviendo si no fuera porque los altos precios petroleros han ocultado la
gravedad de nuestra realidad. Grecia llegó a la gravedad que vive como
consecuencia de gasto (léase derroche) populista, endeudamiento irresponsable
para sostenerlo, corrupción y mucho maquillaje en las estadísticas para ocultar
su verdadera situación. El resto de Europa les ha prestado asistencia pero la
demagogia populista dejó que las dimensiones del problema se saliera de control
y las medidas de austeridad no solamente no fueron suficientes para encauzar la
solución sino que condujeron a que la rabia y el descontento del pueblo
llevaran al poder a gente más irresponsable que las anteriores, pero que
resultaron electoralmente atractivos porque ofrecieron alguna forma de venganza
y se disfrazaron de pueblo… no ofrecen soluciones pero si canalizar la rabia de
la gente…
Claus Ripe, encarnado en Alexis
Tsipras, Primer Ministro de Grecia, le pidió al pueblo que votara “NO” en el
referendo sobre si Grecia debía aceptar las medidas de austeridad exigidas como
condición para recibir la ayuda exterior… ganó el NO mayoritariamente pero no
existe una salida alternativa y, al final, tarde o temprano, el pueblo de
Grecia tendrá que sufrir con mayor severidad haber rechazado un sacrificio
transitorio que podría haberles ayudado a estar mejor en un futuro no muy
lejano.
El caso de Grecia luce pálido al
compararlo con lo que ocurre en Venezuela, solo que aquí aún no ha terminado de
salir del escondite en que lo mantienen nuestros Claus Ripe… el régimen engaña
al pueblo tratando el caso de la economía venezolana igual que como le engañó
con aquel candidato presidencial que lo hicieron parecer rebosante de salud,
bailando, cantando y brincando para ganar la elección, escondiéndole a su gente
que el cáncer que sufría se lo llevaría pronto, irremediablemente.
La monstruosa magnitud de la
creciente deuda venezolana y la elevadísima carga de su servicio, el altísimo
déficit fiscal, la insoportable carga de la nómina pública (tanto en la
centralizada como en sus empresas), con la consecuente disminución de la
productividad son algunos de los aspectos de la tragedia griega de Venezuela,
que trataremos en la próxima entrega de esta columna. ¡Cosas veredes, Sancho!
Arlán A. Narváez-Vaz R.
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