El Gobierno y el PSUV, su soporte
político más importante, son los principales responsables de la crisis
económica, institucional y moral en la que se revuelca Venezuela. El PSUV es
una fuerza retrógrada que actúa como cómplice de un régimen que durante
dieciséis años ha tratado de imponer la forma particular de comunismo que
existe en Venezuela.
Los partidos históricos nacieron
como parte del proceso de transformaciones que permitieron la transición de la
Venezuela rural, atrasada, militarista y tiranizada por un déspota, a un país
tramado, con numerosas organizaciones civiles: partidos políticos, sindicatos,
gremios, asociaciones estudiantiles y múltiples organizaciones no
gubernamentales.
Los partidos, incluido el Comunista, fueron poderosos factores
de cambio. De la mano de ellos la nación avanzó de la barbarie a la
civilización. La modernización de las instituciones del Estado, de la economía,
la educación, la cultura, del sistema de salud y de todos los demás ámbitos de
la vida nacional, no podría entenderse sin su presencia. AD, COPEI, URD y el
MAS original, fueron piezas claves. Su actividad creó una atmósfera signada por
la pluralidad. Con los matices del caso, los partidos proponían construir una
Venezuela en la que prevaleciera la convivencia pacífica y el bienestar
colectivo. Quienes se mantuvieron al margen de la modernidad fueron los grupos
residuales de esa izquierda anclada en el pasado que gobierna desde 1999.
El triunfo de Hugo Chávez y del
PSUV significó un retroceso a un pasado que se creía superado. Esa dirigencia
rescató el rojo del PCV, pero no se quedó allí. Regresó a las tesis que
inspiraban a los partidos comunistas en la época de Stalin y a comienzos de la
Revolución Cubana. Levantaron las banderas de la lucha de clases, el
antinorteamericanismo, el cerco a la propiedad privada, la colectivización y
estatización de la economía, los ataques a los derechos humanos y a toda la
legalidad “burguesa”, el acoso a los medios de comunicación privados y la
hegemonía comunicacional. Desecharon la persuasión y el consenso y optaron por
la imposición. Desempolvaron los dogmas del marxismo más ortodoxo
convirtiéndolos en su catecismo, tal como habían hecho Fidel Castro y Ernesto
Guevara en la Cuba de los 60.
El resultado de este salto con
garrocha ha sido desastroso. La nación perdió la oportunidad de aprovechar la
inmensa fortuna que ha ingresado durante los últimos diez años por la subida de
los precios del petróleo. Todo se ha perdido en medio de esa mezcla de
dogmatismo, ignorancia, incapacidad y corrupción que se concentra en el PSUV.
El país se deshace como el cuerpo de un leproso sin que los dirigentes rojos
hagan nada para detener el deterioro. Lo único que les interesa es preservar el
poder aunque sea a costa de la destrucción nacional. Saben que para eternizarse
necesitan mantener contentos a los militares, conservar el control total de
PDVSA, incrementar la hegemonía comunicacional de modo que solo se conozca la
verdad oficial y lograr que el Poder Judicial funcione como una sucursal de
Miraflores.
El PSUV, a diferencia de los
grandes partidos, emergió como una fuerza destructiva. Hay que admitir que no
es una organización homogénea. Ni siquiera cuando Chávez vivía lo era. En su
interior existen tendencias diversas. Unas de signo más moderado que otros.
Hasta corrientes socialdemócratas se mueven en su seno. Sin embargo, lo
importante desde el punto de vista político no es radiografiar los diferentes
sectores que coexisten en medio del conflicto, sino determinar cuáles son los
grupos dominantes. Nicolás Maduro, para sobrevivir el tiempo que le queda, optó
por aferrarse a los militares y a los cubanos, y hacerles concesiones cada vez
mayores a los radicales que se consideran los verdaderos intérpretes del
mensaje dejado por Chávez, el “maestro”. La insistencia en crear el Estado
Comunal, misión encargada a un fanático como Elías Jaua, revela que se mantiene
en el camino hacia el comunismo; es decir, hacia el desastre.
Los sectores más moderados y
pragmáticos del PSV –quienes piensan que es posible combinar el crecimiento
económico con el bienestar social- han sido desplazados y arrinconados. No han
tenido, ni han querido tener, el empuje suficiente para librar una batalla
política e ideológica dentro del partido, que los dote de una voz que se
escuche. Les cedieron posiciones a la ultra, a los cubanos y a los militares.
El PSUV será recordado como una
fuerza anacrónica que destruyó la democracia, la economía y la moral, y sumió
al país en la más grave de sus crisis, en medio de la mayor abundancia
petrolera que se conozca.
Por: Trino Márquez
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