Hubo un tiempo en el cual los
jodedores y jodedoras de la patria, la tuvieron cogida con las mises. Pero la
verdad sea dicha, muchas de esas jovencitas daban demasiada papaya para la
chanza y la burla de los sin oficio. Catalogar como extraordinaria la música de
Shakespeare, asegurar que la ropavieja es el plato nacional o que Confucio es
el padre de la confusión, es dejar la mesa servida para pasar a la Historia, no
como las mujeres más bellas que ha parido esta Tierra de Gracia, sino como el
más claro ejemplo de nuestro deficiente sistema educativo. Esas respuestas
causaron tanto impacto que hoy las recuerdan más por los desaguisados verbales
que por la puntuación obtenida en las finales del Miss Venezuela, Miss Mundo o
Miss Universo.
Una revolución tan seria como
esta no ha podido evitar que el venezolano siga practicando el pasatiempo que
más nos entretiene, a saber, el de hacer un chiste de toda desgracia propia o
ajena. La diferencia es que ahora el blanco más codiciado no son las
ocurrencias de nuestras preciosas reinas de belleza, sino la de los altos
funcionarios del gobierno. Cada cosa que dicen es más risible o atolondrada que
la anterior. Pareciera que compiten entre ellos para ganar la atención de los
jodedores de siempre y hacer que sus declaraciones disparatadas formen parte
del repertorio de chistes que se echan en velorios, bautizos, peluquerías y más
recientemente en las colas de los supermercados.
Claro, siempre hay una
competencia desleal y en eso de ventajismo no hay quien le gane a este gobierno
que va ya para 16 años. El solo hecho de ser Presidente y copar la atención de
todos los medios nacionales e internacionales, disponer de las Cadenas hasta
para mostrar un anaquel lleno de botellas de destapador de pocetas y de
enjuague bucal, le da la oportunidad al inquilino de Miraflores de ser blanco
permanente de los burlistas de oficio.
Estos cazadores de gazapos están
atentos siempre de cada pelón como aquel de “millones y millonas”, o del envío
de saludos efusivos al poeta argentino muerto años atrás, o de colocar a
Portugal en América, o advertir a “guasintón” sobre los planes de
desestabilización, o enredarse explicando porque Telesur no está en el Sur sino
en el Norte de la ciudad, o diciendo que Cristo “multiplicó los penes”, o
aquella perla sobre el cambio de la moneda al referirse a que “un sólo cambio
sería un autosuicidio colectivo de la economía del país". Tal protagonismo
alevoso es una injusta ventaja. Sin embargo Dios ayuda a quien esta pisado. Sin
ningún afán de vedetismo, sus más inmediatos colaboradores han brillado con luz
propia. Se les ha permitido tener sus quince minutos de fama gracias a
periodistas solidarios que han hecho públicas expresiones tan disparatadas e
incoherentes que dejan al mismísimo Cantinflas como un sesudo académico de la
lengua.
Son muchos los episodios para
recordar, pero nuestra memoria es frágil. Mencionaremos solo algunos sin la
intención de quitar méritos a otros que obviaremos solo por cuestión de
espacio. Recuerdo aquélla de un Fiscal diciendo que estaba seguro de que lo que
decía su testigo estrella era la absoluta verdad. Este “lector de almas”
aseguraba que “al verle a los ojos a Giovanni lo que me inspira es sinceridad y
eso me da un buen pálpito”. ¡Vaya pa’ la auyama!, como dirían en El Sombrero,
de darse a conocer como “El Fiscal del Copete” pasó a ser el “El Fiscal del
pálpito”. Muchos creen que no ha regresado al país para no calarse el
chalequeo.
Como olvidar a aquél ministro que
aludiendo a los alimentos podridos encontrados en conteiner traídos al país por
PDVAL, dijo que “los alimentos no están dañados sino vencidos”. Terminó como el
“Ministro vencido y podrido” en la picaresca criolla. No sé por dónde andará, a
lo mejor sigue en el mismo cargo. Algunos guachafiteros me dicen que por donde
pasa, la gente hace el gesto de fo balanceando la mano delante de la nariz.
Imperdible el caso de ese funcionario que le dijo al país que “en Venezuela no
hay huelgas de hambre políticas sino ayunos voluntarios”, que es algo así como
decir que no todos los japoneses son asiáticos porque también hay algunos que
son chinos, ¡vaya usted a entender!.
La diferencia con los certámenes
de belleza es que hay que esperar hasta un año para estar pendiente de un
desliz de alguna Miss ante las preguntas de los animadores. Gracias a la
revolución no hay que esperar tanto, basta sintonizar un canal oficialista.
Recientemente nos deleitaron con
algunas declaraciones dignas del “vuélvemela a poner” de Juan Vené. Es el caso
del ministro del trabajo cuando afirmó que “no es justo que los barrenderos,
por ejemplo, ganen mucho menos que los médicos”, dando a entender que la digna
labor de limpieza era mucho más importante, pues “son quienes mantienen el
ambiente sano y por lo tanto garantizan la salud”, mientras que según su
consideración los médicos solo “curan la enfermedad y recuperan la salud”. Los
jodedores de siempre colocaron en las redes sociales que pagarían por ver la
cara del ministro cuando se viera en el trance de acudir a un hospital público
con algún familiar enfermo y encontrara solo al personal de limpieza para
atender la emergencia.
El otro caso es el del ministro
del interior quien ante una pregunta sobre el índice de criminalidad lanzó este
trabalenguas “Hay crímenes de mucho impacto y muy violento, yo trabajo mucho
con la colaboración social, y no con la, con la, ¿Qué decirte?, con lo
cualitativo-cuantitativo del modelo de expresión matemático – aritmético”.
Después de este ininteligible argumento, juró a la periodista, por este puñado
de cruces, que las cifras estaban bajando.
Como pueden ver es cuestión de
tener fe y creerle al ministro. La guinda del coctel la puso la bella candidata
a Diputada en las primarias del PSUV. En una actividad de campaña dijo a sus
simpatizantes que si era necesario “había que sembrar el acetaminofen” para no
depender de las transnacionales. Bastó y sobró. La mamadera de gallo reventó el
twitter y el facebook. La pregunta que se le hace a tan ilustrada candidata es
si lo procedente es germinar una pastillita o la caja completa. Amigos lectores
no hay que tirarle tan duro a las mises, hay peores, se los juro, créanme.
Por Tulio Ramírez
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