En el plano energético global,
fundaron la OPEP: primer “sindicato” de países del tercer mundo para lograr
precios justos por sus productos. Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés
Pérez y los demás presidentes de la democracia venezolana continuaron esta
acción liberadora, complementada por un programa general de desarrollo
económico soberano
Como todos los países del mundo,
Venezuela ha atravesado etapas de emancipación nacional y social, seguidas de
episodios de recaída en nuevas formas de dependencia y sumisión. La lectura y
la reflexión histórica, aplicadas tanto a la evolución universal como a la de
nuestro país, nos llevan a abrigar la creencia optimista de que, después de
cada fase descendente, surgirá una nueva marea liberadora, más alta que las
anteriores, conforme a esa “inevitabilidad” que Engels postula en la
introducción a su “Dialéctica de la Naturaleza” y que encuentra eco en la fe
del creyente religioso.
Venezuela, junto con el resto de
Hispanoamérica, sin duda ascendió a mayor libertad y potencialidades históricas
por la lucha de su pueblo y la conducción de aquel gran Bolívar, cuya verdadera
gloria no puede ser afectada, ni por las falsificaciones históricas de quienes
(como los chavistas) lo endiosan, ni de quienes (como Marx en un momento de
desvarío mental y de irritación hemorroidal) procuraban enlodarlo. Después de
aquella primera emancipación, Venezuela recayó en un estado de dependencia
neocolonial y de subdesarrollo interno de un siglo de duración, pero en el año
1936 entró en la etapa anunciadora de una “segunda independencia”, esta vez
socioeconómica y no sólo política formal.
Acompaño a Germán Carrera Damas y
a otros intérpretes de nuestra historia contemporánea en la idea de que, luego
del período preparatorio post-gomecista presidido por López Contreras y Medina
Angarita, el proceso de liberación nacional y de revolución democrática se
abrió plenamente a raíz del movimiento cívico-militar de octubre de 1945.
Posteriormente, el decenio de
reacción perezjimenista constituyó un retroceso serio pero permitió la
maduración de los demócratas en la resistencia y el exilio. En 1959, con el
ascenso de Rómulo Betancourt a la presidencia de la República, se inició de
lleno la época del nacionalismo antiimperialista venezolano. Con energía y
coraje, Betancourt y Pérez Alfonzo se enfrentaron a los arrogantes consorcios
petroleros angloamericanos y europeos, los vencieron en un forcejeo tenaz y los
sometieron a la regulación creciente del poder público venezolano.
En el plano energético global,
fundaron la OPEP: primer “sindicato” de países del tercer mundo para lograr
precios justos por sus productos. Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés
Pérez y los demás presidentes de la democracia venezolana continuaron esta
acción liberadora, complementada por un programa general de desarrollo
económico soberano, que en grado creciente logró sustituir los bienes
importados con productos nacionales.
El ascenso de Hugo Chávez a la
presidencia en 1999 significó el brusco fin de la época del nacionalismo
liberador y el inicio del desmantelamiento de programas económicos y políticos
antiimperialistas. En dieciséis años de acción objetivamente entreguista
(desmejoramiento de la industria petrolera nacional, destrucción del aparato
productivo diversificado, retorno a la dependencia de importaciones, descuido y
deterioro tecnológico, política exterior provocadora y auto-aislante) hasta se
ha llegado a echar por la borda la más elemental defensa de la soberanía
territorial: tras descuidar la reclamación del Esequibo, se permitió que Guyana
(apoyada por Estados Unidos, Cuba y las petroleras) pretenda invadir áreas
incuestionablemente venezolanas frente a las costas del estado Delta Amacuro.
Volveremos sobre este tema.
Por Demetrio Boersner
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