Puesto que el gobierno ha
convertido el tema de la transición en el más importante de la política venezolana
del momento, no me queda sino volver sobre sus pasos y ver cuánto hay de golpista
y peligroso en un conjunto de ideas que la oposición viene repitiendo desde que
se desencadenó la crisis y no pretende sino contribuir a salir de tamaño
despeñadero sin traumas, ni secuelas que la profundicen. Sin embargo, es
evidente que el gobierno de Maduro, como el de Chávez en sus días, anda buscando
pleitos, viendo a ver de qué idea, palabra o brizna opositora se agarra para
salir a hacer finta, echar físico, y demostrar que aún le quedan fuerzas,
apoyos y ganas de mantenerse en el poder.
Está en su derecho, como también lo
está la oposición de advertirle que, por esa vía, solo le aguarda un futuro de matones
ridículos, esperpénticos y bufonescos, pues para hacerse temer -y más aún:
quererse requiere algo más que generales pasados de peso, oradores disléxicos y
guardias y policías amaestrados para no pararse ante el derramamiento de
sangre. En otras palabras, señor Maduro, que como el Idi Amín Dadá del siglo
XXI lo recordará la historia (si es que lo recuerda) y a Padrino López,
Cabello, Rodríguez, Istúriz, Vivas, Jaua. Arreaza y Adán Chávez como los Tonton
Macoutes de un Papá Doc que no pasó siquiera por la escuela secundaria. Falta
de escolaridad que quizá explique las debilidades congénitas de la presidencia
de Maduro y de un gobierno que, después de desaparecido el “el presidente eterno”,
vive en un solo rezo porque no se lo lleve la próxima ráfaga de viento.
Del pánico a Leopoldo López,
Antonio Ledezma y María Corina Machado, tres venezolanos que son ahora la
calle, la lucha, la respuesta, la decisión de decirle la verdad al pueblo, independientemente
de que sus pronósticos no sean deslumbrantes, políticamente correctos o
acomodaticios. Son los autores del espíritu de “La Transición”, plasmado en un
documento cuya virtud fundamental es dotar la política opositora de una agenda
principista,organizacional que, sin apartarse de los imperativos democráticos y
constitucionales, no se cruce de brazos para que sea doña Tibisay Lucena, y el
próximo general jefe del “Plan República” quienes cuenten los votos y digan
quién ganó y quién perdió. “Instituciones independientes” parece leerse en
todas sus líneas, pero no cedidas por un gobierno que nunca las va a ceder,
sino por las luchas de un pueblo que se las imponga a través del diálogo y la
movilización.
Todo de lo que no quieren oír
hablar los abrumadoramente perdedores de las elecciones parlamentarias de este
año, del referendo revocatorio del próximo, de las presidenciales del 2019 (si
es que las hay) y de cuanto evento electoral se programe, sea a nivel de gobernadores,
alcaldes y juntas comunales. Que rechazo, desaprobación y voto castigo como los
que ha acumulado este gobierno -y el que lo precedió-, creo que no sucedió en
ningún otro momento de la historia nacional, pues jamás se le habían perpetrado
tantos y cuantiosos daños a un país de manera tan criminal, efectiva y rápida. De
ahí que, tan pronto se dio a conocer en la prensa (o mejor dicho, en un solo
periódico, “El Nacional, que es el único medio impreso de circulación nacional
que queda con voz independiente), el “Documento para la Transición”, Maduro y
sus generales tocaron a arrebato, se pudieron en pie de guerra y se lanzaron a
enfrentar y destruir al ejército enemigo. Su primera batalla fue contra un
hombre solo, el Alcalde Metropolitano, Antonio Ledezma (“el hombre más
peligroso de la Cuarta” según Maduro), quien, ya mediada la tarde del jueves
19, se disponía a abandonar su oficina y dirigirse a su casa. Fue atacado por 50
soldados, policías, o guardias nacionales armados hasta los dientes, los
cuales, entraron a su despacho con una salva de disparos al aire, cayeron sobre
su humanidad, lo golpearon una y otra vez y arrastraron a las patrullas,
mientras dejaban a su paso un reguero de papeles, vidrios, sillas, televisores,
celulares, computadoras e impresoras rotos. A las seis se dirigía al país, en
cadena de radio y televisión, el general, Idi Amín Dadá, mejor dicho, Maduro, o
si prefieren, Papá Doc: “Hemos desbaratado otra conspiración, y a su jefe: la
que se inició el 11 de este mes con la publicación en el diario de Miguel
Henrique Otero, del “Documento para la Transición. Hace minutos detuvimos al
cabecilla, di órdenes de detenerlo, al Alcalde Metropolitano, Antonio Ledezma,
quien conspiraba desde la madrugada del 4 de febrero del 92, cuando se opuso
obstinadamente a que los tanques que dirigía nuestro glorioso comandante
eterno, Hugo Chávez, tomaran Miraflores…!Traidor!. Ya está encarcelado y mañana
o pasado lo llevaremos a un Fiscal del Ministerio Público para que lo impute
por conspirador. Entre tanto, sigue la caza de los conjurados y pronto habrámás
noticias de esta nueva guerra, la que sigue a otras dos: “la Guerra Económica”
y la “Guerra contra el Contrabando”. Y no hablaba en vano, desgraciadamente no
hablaba en vano, porque el martes, sus cuerpos policiales, asesinaban a un
estudiante de bachillerato, Kluiberth Roa, de 14 años, en San Cristóbal, de un
tiro en la cabeza, y blanqueaban de gas lacrimógeno la ciudad como para que no
contemplara tan espantoso crimen. Pero fue inútil, ya que no solo San
Cristóbal, sino Venezuela, América y el mundo saltaron de sus rutinas, viendo
como volvía Maduro y sus sicarios a ensangrentar las calles del país, e
iniciaba una carrera que, seguramente, lo conduciría a la represión violenta
que, entre febrero y junio del año pasado, arrojó un saldo de 43 estudiantes
asesinados, 400 heridos y 1000 entre torturados y encarcelados sin fórmulas de
juicio. Una lucha se ha instaurado a partir de entonces, entre el país
democrático y la comunidad internacional contra Maduro (o Idí Amín Dadá o, si prefieren,
Papá Doc) y sus asesinos amaestrados, para que entiendan que hablar de “revoluciones,
socialismos, derecha, izquierda, nacionalismo, guerra, violencia y lucha de clases”
es sencillamente ridículo en un mundo que se aleja año luz de los paradigmas
del siglo XX, y gobernar, no es tomar un fusil o una ametralladora, sino una
PC, una tableta, o un celular de última generación para unirse a la producción
mundial de más y mejores bienes para el desarrollo, la libertad, la democracia,
el bienestar, la diversidad, y el conocimiento.
Sufren los venezolanos en este momento la peor
crisis de abastecimiento de su historia, producto del empeño en imponerle un
modelo de “justicia social” que lo que hace es generar más pobreza,
desigualdad, desequilibrios, injusticias y todo cuanto puede contribuir, -como puede
demostrarse en los casos aun vivientes de Cuba y Corea del Norte-, a que la
sociedad retroceda a niveles que quedaron atrás cuando la modernidad derrotó al
estado teocrático y fundamentalista de la Edad Media. Ah, pero que es ideal
para entronizar dictaduras, ya que al cimentarse en una extrema estatización de
la economía, toda la sociedad, pero fundamentalmente los pobres, terminan
asfixiados en la soga de un Estado que les suministra mendrugos, a cambio de
que les entreguen su libertad y derechos individuales y colectivos. El problema
es que en la espiral de retrocesos que se traduce en una improductividad
absoluta del sistema, también llegan a faltar los mendrugos, y el estado para
poder sobrevivir, no tiene otra vía que recurrir al endeudamiento con “los imperialismos
amigos”, que, al igual que los “enemigos”, proceden a exprimirle hasta el último
gajo al deudor. Así está Venezuela en este momento: sin comida, medicinas,
servicios básicos, seguridad, aparato productivo interno, dólares para importar
y una deuda de casi 100.000 millones de dólares con los imperialistas chinos,
rusos, árabes, gringos y de cuantos tengan dólares excedentes en sus carteras
financieras y accedan a prestárselos a un revolucionario llamado Maduro. No es,
sin embargo, lo peor, sino que el negarse a reconocer los extravíos de Chávez,
el delirio de imponernos un sistema que solo por la vía de la extrema
violencia, los paredones de fusilamiento, las cámaras de tortura y los campos
de concentraciones podría imponérsele a este o cualquier país, Maduro está ensangrentando
a Venezuela. El socialismo totalitario es un fracaso y lo reconocieron, Deng
Xiaoping, Mijail Gorbachov, los comunistas de Europa del Este, los que
sucedieron a Ho Chi Minh, lo está reconociendo Raúl Castro, y reconózcalo usted
señor Maduro, usted que no tiene hazañas ni civiles ni militares que
atribuirse. Lea el “Documento para la Transición”, que no es una vía para
derrocarlo, sino para que los venezolanos se reencuentren en un mundo en que
sus hombres y mujeres se unan, dialoguen, trabajen y contribuyan a la obra
magna de una Venezuela para todos. Lo demás es regresar a las cavernas.
1 de marzo de 2015 / MANUEL
MALAVER / @MMalaverM
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