De un tiempo a esta parte, muchos
de los analistas que diseccionan el acontecer político nacional con el
escalpelo de la crítica han coincido en afirmar que los venezolanos nos estamos
acostumbrado a las injusticias; que ya no nos extraña el tenor de sentencia
alguna por disparatado que sea su fundamento e inicua sus conclusiones. Ojalá
sea una exageración porque eso presume que esperamos con paciente resignación
nuestro turno para pasar por las horcas caudinas de la justicia vernácula.
Por eso, el rebuzno jurídico del
Tribunal Segundo de Juicio del Circuito Judicial del estado Aragua, a cargo de
la jueza Iris Araujo, al asestar un par de dolorosas patadas a los jóvenes Raúl
Emilio Baduel y Alexander Tirado, quienes han sido condenados a purgar 8 años
de prisión imputados de agavillamiento, instigación a delinquir e intimidación
pública, no hace sino confirmar lo que ya nadie duda: el Poder Judicial es
subsidiario de los que tienen el control real de la nación -la troika milico
civil- y actúa de acuerdo con sus caprichos.
La acusación contra este par de
jóvenes, y la condena que sobre ellos pesa, pone de bulto que estamos frente a
un “lave y listo” judicial, una justicia lame botas mediatizada por
autoritarios capataces que han diseñado un procedimiento prêt-à-porter para
encausar a jóvenes y estudiantes.
Baduel (a quien de paso le cobran
el ser hijo del encarcelado salvador de Chávez cuando el Carmonazo) y Tirado
fueron detenidos arbitrariamente cuando ejercían su derecho de protestar, lo
que no es un crimen, sino una potestad garantizada por la multi mancillada y
violada Constitución, ponderada en algún momento como la mejor del mundo, y
desechada como sucedáneo del papel higiénico.
Confinados en intimidantes
cárceles, los dos jóvenes fueron inculpados, procesados y sentenciados con
sorpresiva celeridad, si se tiene en cuenta que la morosidad es inherente a la
administración de justicia en la República Bolivariana de Venezuela.
En este país es demasiado
peligroso ser joven y ser inteligente. El socialismo rojo del tercer milenio no
soporta una juventud vocacionalmente libertaria que lleva en sus ADN la
impronta de la inconformidad; quisiera que fuesen, como en la desaparecida
URSS, o en Cuba, pioneros o voluntarios para la construcción de un futuro que
hace ya muchísimo tiempo dejó de ser lo que solía ser; ya no es como antes,
luminoso y esperanzador, ahora es una obscura perspectiva castradora de sueños
e ilusiones.
Una juventud sujeta a los
lineamientos del partido y su Duce, Fuhrer o Líder Eterno es lo que quieren el
PSUV y unos dirigentes engringolados con caducos preceptos organizativos que
pasaron de utópicos a idiotizantes.
Ello no será posible porque los
jóvenes que se oponen a Maduro, a las prácticas corruptas de su régimen, a su
ineficiencia superlativa y su escalada represiva no cederán ante escarmientos
crueles consumados con prevaricaciones y venalidades por parte de jueces
inescrupulosos.
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