¿QUÉ ESPERA NUESTRA SOCIEDAD?

“La sociedad no son los hombres, sino la unión de los hombres” Montesquieu
Nuestra sociedad siente cansancio, y no precisamente de las largas colas para lograr productos de primera necesidad, está extenuada  de ver cómo se cumplen una tras otra las exigencias de un presidente que hace poco tiempo estaba deslegitimado; cansada de ver cómo se publican informaciones espeluznantes y atentatorias contra la poca moral ciudadana que va quedando. Hoy tenemos una sociedad herida moralmente, como no podía ser de otra manera ante el espectáculo cotidiano de tanta corrupción, tantas vejaciones, irrespetos, permanente coacción y sempiternas amenazas de una Nomenklatura que se niega a reconocer el fracaso de una revolución que no tuvo de bonita ni la intención, pues este  régimen, desde hace muchos años, se viene asegurando, por cualquier medio -legítimo o no- resultados que garanticen su permanencia en el poder.
Hoy se puede hablar de una sociedad herida moralmente, pero no desmoralizada, si bien angustiada ante la inclemencia del inalcanzable costo de la vida, del temor por la inseguridad callejera y la que propician precisamente quienes deberían garantizar la calma y el orden, allí está exigiéndole entonces a los factores democráticos un esfuerzo mayor, pues el panorama ha venido empeorándose desde que apareció este año, por el cúmulo de disparates, corrupción, violencia e intolerancia de un régimen en picada. Nuestra sociedad  no está aletargada y menos aún acobardada. Lo que sucede es que el régimen emplea toda su maquinaria en disgregar las fuerzas que puedan poner en peligro su autoridad y poder. Se ha dedicado a la fragmentación de cualquier esfuerzo unitario que se pueda producir. Por eso echa mano de la represión para controlar y destruir a sus oponentes, en cuanto sujeto y organizaciones, y para neutralizar al resto de la población; para inhibir la rebeldía potencial de los estudiantes y de todos aquellos que puedan sentirse identificados con algún aspecto de las víctimas de la represión y expresar solidaridad. Frente a eso se impone romper el miedo y seguir luchando.                
No hacerlo será dejarle el campo abierto al modelo de dominación que nos conduce por tan nefasta ruta. La pérdida de la actitud crítica, de la capacidad de protesta, resulta lo más nefasto para la sociedad actual. Por eso, de la capacidad de resistencia, de la rebeldía inteligente, de la imaginación crítica, dependerá la existencia del país que merecemos y anhelamos como sociedad. Ya en otra oportunidad habíamos manifestado que cuando una sociedad espera que le digan solo lo que quiere oír, o cuando se niega a mirar de frente lo que está ocurriendo, ha entrado en una espiral de decadencia, al menos cívica, que permite conjeturar un futuro en el que las libertades efectivas vayan reduciéndose progresivamente aun sin que la sociedad se dé cuenta. Esperar la recapacitación de los demás, es de algún modo permanecer en ese aletargado cansancio que nos debilita, nosotros somos “los demás” para los otros, acaso no es válido entonces preguntarnos ¿cuál es nuestra parte en esta sempiterna lucha? ¿En qué podemos contribuir para mejorar estas condiciones del país que nos ha tocado vivir?         
Se hace imperativo recordar que bajo el comunismo, la sociedad desaparece en su conjunto, pues el Estado asume el control total sobre cada grupo y sobre todas las formas de expresión social, sea organizada o no, pues nada se encuentra fuera de su control político.
Vivimos tiempos de turbulencia, de incertidumbre, de absurda confusión en los que la sociedad, perdida en la angustia y harta de buscar afanosamente el sustento diario o la desaparecida medicina, no sabe dónde ir, ni a quién acudir. Es el momento propicio para que se vuelva a colocar la dignidad del ciudadano en el espacio que le corresponde, dado que no podemos ni debemos conformarnos con lo que lo que hoy se nos presenta como país, puesto que no podemos guarecernos bajo el manto de inútiles subterfugios a la espera eterna de que un cúmulo de casualidades nos saquen de este marasmo que hemos venido atravesando. 
Manuel Barreto Hernaiz/barretom2@yahoo.com 

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