Joseph Goebbels fue el perverso
director de la orquesta mediática del régimen nazi. Su nombre y sus escritos
dan terror porque ellos son el producto
de una personalidad sicopática con muy graves trastornos. Si hoy trato de hacer
su semblanza es porque la influencia de
sus escritos no han perdido vigencia, todo lo contrario, los hemos visto
florecer en las autocracias,
las tiranía, las dictadura, en grado de rectoría. Más despótico, autocrático, arbitrario y militarista es un
régimen, más cuerpo y presencia tienen
los exabruptos goebelianos por el mundo de la información y la
propaganda que, en definitiva, forman una suerte de pichaque de la ignominia, entendiendo por
pichaque un charco donde el agua se convierte en lodo y cuna de mosquitos
contaminantes de múltiples enfermedades, todas graves.
A todas luces este desgobierno
que ha puesto al borde del KO a Venezuela, sigue al pie de la letra las recetas
de Joseph Goebbels, generando con ello
montañas de lodo contaminante con el único propósito de aplastar al
adversario, trasmitir una idea de fortaleza que en el fondo no tiene, llenar de
miedo a toda disidencia crítica, y como bien apunta Fernando Mires, “desplazar
la lucha al espacio policial y militar, por sentirse allí más seguro”. Pero
nada de esto evita que la imagen que trasmite Venezuela al mundo en estos
momentos, gracias al pichaque goebbeliano en pleno desarrollo, sea la de un
inmenso lodazal donde todo puede ocurrir.
Goebbels decía: “Si no
puedes negar las malas noticias, inventa
otra que las distraiga”. Este precepto goebbeliano, así como otros que veremos
más adelante, lo ha aplicado el gobierno, desde el por ahora del Comandante fallecido,
hasta estos día aciagos que por su propia culpa padecemos los venezolanos. Goebbels sostenía sin mover un músculo de la
cara: “Miente, miente, miente que algo quedará y recuerda que cuanto más grande
sea una mentira, más gente la creerá”. La historia demuestra que esta máxima
está presente en la agenda diaria de toda autocracia. Solo para referirnos al
ámbito latino americano, fue la guía de Pinochet, del generalato argentino, de
las dictaduras peruanas, ecuatorianas, bolivianas, colombianas, brasileñas y,
por supuesto, cubanas y venezolanas.
Pero todos esos regímenes fueron mucho más allá y extendieron el dañino
principio a aquella otra frase célebre del propagandista nazi: “Una mentira
repetida adecuadamente mil veces, se convierte en una verdad”. Hecho que se
demuestra en lo repetitivo de las mentiras oficiales desde el por ahora, hasta estos días en que han pasado a ser el
sostén principal de la represión puesta en marcha con una violencia inusitada.
¿Se justifica acaso el despliegue de fuerza bruta con ochenta hombres armados
como robocop para detener a un luchador político profundamente democrático como
Antonio Ledezma en su oficina y de paso cometer el abuso de destrozarla? Por
supuesto que no y lo mismo piensan
muchas personas vinculadas al oficialismo.
Y es por eso mismo que la
intolerancia oficial apela a aquel postulado goebeliano que dice: “Cargar sobre
el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el
ataque”. Hecho que viene ocurriendo sin tregua,
ni reposo, desde hace diecisiete
años en Venezuela y en Cuba desde hace
cincuenta años, con resultados perversos que violan los derechos
humanos. Como si fuera poco, ese mismo postulado fue fortalecido con aquello de
“Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
Cuestión que sucede a diario, o es que
¿no cree usted querido lector que para distraer a la gente de la agonía que
representa el desabastecimiento, el costo de la vida, el poco o ningún valor de
nuestra moneda, el NO HAY que está en todas las frases de los venezolanos, en
fin el fracaso por la culpa exclusiva de medidas desacertadas tomadas por el
gobierno, no vienen al dedillo las denuncias de supuestos golpes de Estado, de
conspiraciones y supuestos magnicidios,
complementadas con las prisiones sin fundamentos reales de López,
Ledezma, Scarano, Luchese, de los estudiantes, el acoso brutal a María Corina
Machado, a Borges y a toda la dirigencia opositora? Desde luego que eso forma
parte de esa agenda goebeliana puesta en marcha, complementada a su vez
con aquello de “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos y si
no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. Por eso
la aparición de magnicidios, conspiraciones, tucanes, y narraciones truculentas
en las que si bien nadie cree, sirven para producir un estado de zozobra que
tiene a todo el país con los nervios de punta con el agravante de no encontrar
en los anaqueles de las farmacias, el más inocente de los ansiolíticos.
Pero el asunto va mucho más allá
porque Goebbels no era un tipo que daba puntada sin hilo, por eso a todo esa
suerte de decálogo de la ignominia, le añadía terrones letales de populismo,
como aquello de “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos
inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la
masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La
capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa, con gran
facilidad para olvidar”. Esta breve semblanza de quien fuera uno de los autores
intelectuales del Holocausto, vayan estas dos aseveraciones suyas: Una, “No nos
habría sido posible conquistar el poder o utilizarlo como lo hemos hecho, sin
la radio. La radio es el intermediario más influyente e importante entre un
movimiento ‘espiritual’ y la nación, entre la idea y el pueblo”. Postulado que
anima a este gobierno a mantener sus propósitos de hegemonía comunicacional al
servicio del totalitarismo razón por la cual expropia y en ocasiones compra
radios, plantas de Tv y publicaciones. Dos, “El movimiento nacional socialista
tiene un solo maestro: el marxismo” Postulado que este gobierno modificó al
considerar como su maestro el castro comunismo.
Esas son algunas de las recetas
que en vida recomendó Goebbels en su
ejercicio permanente de la crueldad, para goce y disfrute de autócratas,
dictadores y tiranos.
Un día en Colonia hace muchos
años en compañía de mi hermano Alberto Arvelo Ramos, supe que este nefasto
personaje, así como acosaba con su poder
a las mujeres, amaba el jamón de Westfalia,
la carne de corzo al vino y el Pfferpotasht o sea lomo de ternera en salsa de alcaparras y
limón, receta que les sugiero. Comience
por preparar una salsa de alcaparras derritiendo cien gramos de mantequilla en
una olla una taza abundante de una mezcla de vino blanco y caldo de carne,
cucharadita y media de mostaza, doscientos mililitros de crema, mezcle bien y cocine a fuego bajo dejándolo hervir hasta
que espese. Añada el jugo de un limón, tres cucharadas de alcaparras y
salpimenté al gusto. Resérvela. Limpie
un kilo de lomo de ternera, salpiméntelo, y llévelo a un envase
refractario añadiendo un par de dientes de ajo, y cocinarlo a horno fuerte
durante veinte minutos, bajar el fuego y dejarlo unos diez minutos más, añadiéndole una mezcla de vino y
caldo de carne para que la salsa no se seque, Para servir, trocee la carne y cúbrala con la salsa de alcaparras
caliente. Acompáñela con papas o arroz.
RUBÉN OSORIO CANALES
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