Querámoslo o no, la política vive
un momento de convulso cambios. La manera de hacer política se ha transformado
poco a poco. A pesar de venir de transitar ese interminable y sinuoso camino
surcado de antagonismos y maniqueísmos inculcados de lo rojo a la azul y de lo
azul a lo rojo, hasta hacer eso que jocosamente llamamos " un caldo
morao", la frontera divisoria entre la izquierda y la derecha aparece cada
vez más diluida, más impalpable, ya los espacios políticos han sido desbordados
en sus presunciones netamente ideológicas. Parece que este cambio paradigmático
obedece al hecho que la política dejó de ser una actividad exclusiva de los
Partidos Políticos,
que es bien sabido ni siquiera pueden aglutinar ni contener
los intereses y solicitudes de sus propios seguidores. Hoy la participación
política se presenta desde distintas organizaciones y movimientos. Por eso
aparecen nuevos actores sociales cada vez más comprometidos; y otro aspecto que
se compagina con esta realidad, es que las manifestaciones no son patrimonio
exclusivo de los movimientos organizados y que el ciudadano común, que no
participa de ninguna organización, también sale a la calle a demostrar su
inconformidad o indignación ante tantos catos contra la ciudadanía de parte de
este régimen en caída segura. Además de la crisis de representatividad y de la
masificación del uso de las redes sociales como herramienta de protesta y
participación, éstas han democratizado el acceso a la participación política.
Hoy cualquiera puede influenciar, promover ideas y criticar posturas desde su
celular o desde su P.C. Así pues, que toda esta generación 2.0, juega un rol
determinante en todos estos nuevos espacios, al punto de reducir la influencia
de los operadores tradicionales de la política. MBH
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