miércoles, 25 de febrero de 2015

LAS RECETAS DE JOSEPH GOEBBELS

Joseph Goebbels fue el perverso director de la orquesta mediática del régimen nazi. Su nombre y sus escritos dan  terror porque ellos son el producto de una personalidad sicopática con muy graves trastornos. Si hoy trato de hacer su semblanza es porque  la influencia de sus escritos no han perdido vigencia, todo lo contrario, los hemos visto florecer  en las   autocracias,  las tiranía, las dictadura, en grado de rectoría.   Más despótico, autocrático,  arbitrario y militarista  es  un régimen, más cuerpo y presencia tienen  los exabruptos goebelianos por el mundo de la información y la propaganda que,  en definitiva, forman   una suerte de  pichaque de la ignominia, entendiendo por pichaque un charco donde el agua se convierte en lodo y cuna de mosquitos contaminantes de múltiples enfermedades, todas graves.

A todas luces este desgobierno que ha puesto al borde del KO a Venezuela, sigue al pie de la letra las recetas de Joseph Goebbels, generando con ello  montañas de lodo contaminante con el único propósito de aplastar al adversario, trasmitir una idea de fortaleza que en el fondo no tiene, llenar de miedo a toda disidencia crítica, y como bien apunta Fernando Mires, “desplazar la lucha al espacio policial y militar, por sentirse allí más seguro”. Pero nada de esto evita que la imagen que trasmite Venezuela al mundo en estos momentos, gracias al pichaque goebbeliano en pleno desarrollo, sea la de un inmenso lodazal donde todo puede ocurrir.
Goebbels decía: “Si no puedes  negar las malas noticias, inventa otra que las distraiga”. Este precepto goebbeliano, así como otros que veremos más adelante,  lo ha aplicado el gobierno,  desde el por ahora del Comandante fallecido, hasta estos día aciagos que por su propia culpa padecemos los venezolanos.  Goebbels sostenía sin mover un músculo de la cara: “Miente, miente, miente que algo quedará y recuerda que cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá”. La historia demuestra que esta máxima está presente en la agenda diaria de toda autocracia. Solo para referirnos al ámbito latino americano, fue la guía de Pinochet, del generalato argentino, de las dictaduras peruanas, ecuatorianas, bolivianas, colombianas, brasileñas y, por supuesto,  cubanas y venezolanas. Pero todos esos regímenes fueron mucho más allá y extendieron el dañino principio a aquella otra frase célebre del propagandista nazi: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces, se convierte en una verdad”. Hecho que se demuestra en lo repetitivo de las mentiras oficiales desde el por ahora,  hasta estos días en que han pasado a ser el sostén principal de la represión puesta en marcha con una violencia inusitada. ¿Se justifica acaso el despliegue de fuerza bruta con ochenta hombres armados como robocop para detener a un luchador político profundamente democrático como Antonio Ledezma en su oficina y de paso cometer el abuso de destrozarla? Por supuesto que no y  lo mismo piensan muchas personas vinculadas al oficialismo.  Y es por eso mismo   que la intolerancia oficial apela a aquel postulado goebeliano que dice: “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque”. Hecho que viene ocurriendo sin tregua,  ni reposo,  desde hace diecisiete años en Venezuela y en Cuba desde hace  cincuenta años, con resultados perversos que violan los derechos humanos. Como si fuera poco, ese mismo postulado fue fortalecido con aquello de “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. Cuestión que sucede a diario,  o es que ¿no cree usted querido lector que para distraer a la gente de la agonía que representa el desabastecimiento, el costo de la vida, el poco o ningún valor de nuestra moneda, el NO HAY que está en todas las frases de los venezolanos, en fin el fracaso por la culpa exclusiva de medidas desacertadas tomadas por el gobierno, no vienen al dedillo las denuncias de supuestos golpes de Estado, de conspiraciones y supuestos magnicidios,  complementadas con las prisiones sin fundamentos reales de López, Ledezma, Scarano, Luchese, de los estudiantes, el acoso brutal a María Corina Machado, a Borges y a toda la dirigencia opositora? Desde luego que  eso forma  parte de esa agenda goebeliana puesta en marcha, complementada a su vez con aquello de “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos y si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. Por eso la aparición de magnicidios, conspiraciones, tucanes, y narraciones truculentas en las que si bien nadie cree, sirven para producir un estado de zozobra que tiene a todo el país con los nervios de punta con el agravante de no encontrar en los anaqueles de las farmacias, el más inocente de los ansiolíticos.
Pero el asunto va mucho más allá porque Goebbels no era un tipo que daba puntada sin hilo, por eso a todo esa suerte de decálogo de la ignominia, le añadía terrones letales de populismo, como aquello de “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa, con gran facilidad para olvidar”. Esta breve semblanza de quien fuera uno de los autores intelectuales del Holocausto, vayan estas dos aseveraciones suyas: Una, “No nos habría sido posible conquistar el poder o utilizarlo como lo hemos hecho, sin la radio. La radio es el intermediario más influyente e importante entre un movimiento ‘espiritual’ y la nación, entre la idea y el pueblo”. Postulado que anima a este gobierno a mantener sus propósitos de hegemonía comunicacional al servicio del totalitarismo razón por la cual expropia y en ocasiones compra radios, plantas de Tv y publicaciones. Dos, “El movimiento nacional socialista tiene un solo maestro: el marxismo” Postulado que este gobierno modificó al considerar como su maestro el castro comunismo.
Esas son algunas de las recetas que en vida  recomendó Goebbels en su ejercicio permanente de la crueldad, para goce y disfrute de autócratas, dictadores y tiranos.
Un día en Colonia hace muchos años en compañía de mi hermano Alberto Arvelo Ramos, supe que este nefasto personaje,  así como acosaba con su poder a las mujeres, amaba el jamón de Westfalia,  la carne de corzo al vino y el Pfferpotasht o sea  lomo de ternera en salsa de alcaparras y limón, receta que les sugiero.   Comience por preparar una salsa de alcaparras derritiendo cien gramos de mantequilla en una olla una taza abundante de una mezcla de vino blanco y caldo de carne, cucharadita y media de mostaza, doscientos mililitros  de crema, mezcle bien y  cocine a fuego bajo dejándolo hervir hasta que espese. Añada el jugo de un limón, tres cucharadas de alcaparras y salpimenté al gusto. Resérvela. Limpie  un kilo de lomo de ternera, salpiméntelo, y llévelo a un envase refractario añadiendo un par de dientes de ajo, y cocinarlo a horno fuerte durante veinte minutos, bajar el fuego y dejarlo unos diez  minutos más, añadiéndole una mezcla de vino y caldo de carne para que la salsa no se seque, Para servir, trocee la  carne y cúbrala con la salsa de alcaparras caliente.  Acompáñela  con papas o arroz.

RUBÉN OSORIO CANALES

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