El estupidómetro
Uno de los primeros esfuerzos que
debemos hacer los venezolanos una vez que hayamos salido de la peste chavista y
de su cataclismo apocalíptico: el madurismo (esa devastación absoluta de la
coherencia), es inventar un instrumento idóneo para medir las estupideces
capaces de cometer ciertos personeros públicos, sean dictadores o no.
Yo lo llamaría el estupidómetro.
Lástima que el madurismo
pulverizó toda posible iniciativa científica venezolana descuartizando -pienso
en el pobre diputado Serra cuando pronuncio esa palabra y lo que le hicieron
los caníbales de su partido- al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas
(IVIC). Nos llevan al oscurantismo, o peor, nos llevan a la prehistoria de la
sensatez.
Escribo “lastima”, “pulverizó”,
“descuartizando”, “caníbales” y “prehistoria” y me doy cuenta de mi propia
estupidez (¿ven lo necesario de un estupidómetro?), esas son palabras
inherentes a Nicolás Maduro, que ha impuesto como políticas de su estado
dictador.
¿De qué hablo si en el madurismo
todo es una flagrante estupidez?
La estupidez como estigma
Prefiero ser panfletario y
alegórico al estilo de Voltaire que sesudo al modo de Montesquieu, porque la
estupidez ya es un estigma nacional y creo que ante tanto disparate intentar
hablar en serio resulta banal. No se puede analizar nada con conciencia en este
berenjenal, al menos no sino deseamos parecer napoleones o césares en medio de
este manicomio socialista.
Confío que con la invención del
estupidómetro podremos, al menos, estar alertas, prevenidos, establecer
márgenes de equivocación, errores de cálculo o simples fallas en la percepción
de las cosas y contrarrestarlas con estupideces, barbaridades o inmortales
pendejadas como la que cometió Nicolás esta semana.
Sí, Nicolás, otra vez Nicolás, el
parámetro más elevado que pueda tener estupidómetro alguno (yo rotularía su
encopetado rostro de pelucón socialista, finamente peinado con secador de pelo
y afinado bigotón en el margen superior de ese instrumento científico), quien
esta semana volvió a complacer a su público con una que dejó perplejos al
continente, a los líderes de Mercosur, incluyendo a su mascota y logotipo: Evo
Morales, pero en especial a los fans enamorados del socialismo.
Fue formidable, sigue batiendo
récords, rompiendo moldes y esquemas, es Nicolás.
Un día se desgañitó
revolucionaria y socialistamente -eso sí, peinadito de peluquería como siempre-
con una paupérrima marcha antiyanqui (las de él no son ni escuálidas, son
paupérrimas) concurrida por borrachitos, mendigos y turistas (los traen
chéveremente de todas partes de Venezuela para que conozcan la avenida Bolívar
a cambió de una empanada, una cerveza fría y dos aullidos frenéticos) en la que
supuestamente abominó, insultó y desafió al imperio y a Obama por entrometerse
con él y sus secuaces violadores de derechos humanos, y al día siguiente se
partió en dos como galleta ante al mismo imperio y su “valiente” Obama con una
inconmensurable jalada de bolas que dejó boquiabierto al mundo entero. (What
the fuck?)
Nadie lo podía creer, ni Evo
Morales, mascota y logotipo del disparatado socialismo regional, quien quedó
pasmado de estupor ante esta nueva y olímpica estupidez.
¿Pensaban que lo del pajarito era
una simple joda nuestra? Pues no, no lo es, eso es lo que hay: Maduro es el
heredero, qué cosas raras y estúpidas puede el amor.
Parábola de la jinetera
Si Maduro ha impuesto la
estupidez como política de estado de su dictadura, los Castro impusieron la
prostitución en la suya; mientras sus devotos y nostálgicos se desengañan una y
otra vez.
Enamorarse de una jinetera
(prostituta, para los que no entienden) debe ser ingrato, muy ingrato. Y los
hermanos Castro, como políticos, lo han sido siempre, es su política
dictatorial.
Maduro y sus secuaces sancionados
lo tuvieron que sufrir esta semana. Fue chistosísimo. No pudo ser más estúpido,
por melodramático. Hasta uno que a veces es un poquito mordaz -sólo un poquito-
sintió vergüenza ajena.
El carajazo fue de telenovela:
aupado por la jinetera cubana, el chuleado venezolano (venido a menos, quebrado
por la estrepitosa caída del petróleo) insulta al negro galán de la vecindad
para que no se entrometa en su burdel ni con sus putas (sancionadas). El negro
galán muestra su chequera y una de las putas (la cubana), hecha la pendeja, se
le arrima y se sacude al chuleado, que queda como lo que es: un pendejo. Al
encuentro lo llaman “histórico”. La puta -la jinetera- supuestamente se había
resistido al galán hasta que éste entendió que todo el tema de la resistencia
latinoamericana, desde la llegada de Colón o Cortés, era un tema de billete y
espejitos de oro. ¿Quién da más? Abochornado ante la humillación, el chuleado
venezolano se hace el occiso (el muertito, como su amado) y aplaude el encuentro
como “valiente”; pide, urge, ruega ser amigo del negro otra vez. El negro
-galán como es- no se da por enterado de la humillada plegaria del chuleado, lo
abochorna nuevamente, lo “sanciona” y literalmente lo manda -al chuleado y a
sus putas violadoras de derechos humanos- no a meterse su súplica en el paltó,
sino en el culo (disculpen las damas y las jineteras mi procacidad, pero fue
así).
Insospechado final: el chuleado,
los chuleados, entendieron fríamente lo que era enamorarse de una jinetera.
Ahora, merecidamente humillados y sancionados, no les queda sino irse a llorar
para el valle.
Todo por una visa
No sé si el madurismo en su
estupidez se ha sentado a leer el texto legal que razona las justas sanciones
contra venezolanos violadores de derechos humanos (es decir, criminales que
desde el poder han asesinado, torturado, sodomizado y apresado a gente
inocente) que ha promovido el senado de los Estados Unidos y que ha ratificado
Obama. En realidad, no sé si el madurismo sepa leer.
Lo cierto es que las sanciones
son administrativas, es decir: inofensivas. Lo único que promueven es quitarle
las visas de ingreso a los Estados Unidos y congelarle los fondos -obviamente
robados- a los violadores de derechos humanos que, como putas criminales, por unas
monedas de más se han puesto al servicio del chuleado dictador.
¿Por qué tanto escándalo, llanto,
sufrimiento y hoguera ante el acto burgués y capitalista de visitar los Estados
Unidos? ¿Por qué tanta histeria “socialista” colectiva? ¿Tanto les espanta no
poder visitar el mundo de Disney o comprar frenéticamente y sin control como
las hijas archi socialistas de Chávez?
Increíble: todo por una visa.
¡Son tan descarada y
bochornosamente estúpidos! La revolución Cartier -chavista- entra en su fase
final, no podrá comprar un secador de pelo Karmin G3 en Estados Unidos para el
vejado y chuleado líder máximo y heredero del trono socialista: Nicolás.
¿Qué hacer? Sin duda, inventar el
estupidómetro antes de que sea demasiado tarde. Hay que ponerle alguna medida a
esta demencia.
Por cierto, qué raro que el
pajarito no ha trinado en estos días…¿qué habrá pasado?
¿Nicolás?
Escrito por Gustavo Tovar Arroyo (@tovarr)
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