Parece que la corrupción es un
mal que ha caminado de la mano de nuestra historia a través del tiempo, es como
una enfermedad que al no poder sanarla totalmente nos acostumbramos a vivir con
ella, con sus síntomas y que de forma aparentemente silenciosa ha ido contagiando
a muchos sectores de nuestro país. Ha calado de tal manera en nuestro
inconsciente colectivo que frases como “pónganme donde haiga” y “ellos eran
buenos robaban pero hacían” se hicieron normales en las diarias conversaciones
y hasta servían para justificar diversas posiciones u opiniones políticas de
algunos.
Lo más difícil a la hora de
resolver un problema es asumirlo, darse cuenta que existe y afrontarlo como
tal. Hoy, el Gobierno Nacional ha dado clara demostración que en función del
desarrollo y del futuro de nuestra Patria es necesario asumir que la corrupción
está perjudicando gravemente la salud de la Nación y es el momento preciso de
tomar las medidas necesarias para combatirla. Es por ello que la aprobación de
la Ley Habilitante por parte de la Asamblea Nacional se hace necesaria y
urgente siendo ésta la herramienta precisa que se necesita para comenzar este
proceso histórico de adecentamiento de la gestión pública.
Sin embargo, no es solo la
corrupción a niveles gubernamentales la que debería preocuparnos, esta
enfermedad va mucho más allá y si bien es cierto que el Gobierno debe ser
firme, eficaz y efectivo contra este tipo de actividad desleal hacia nuestra
Patria, hay una clase de corrupción que debe preocuparnos tanto o más, una que
nosotros como venezolanos podemos y debemos combatir a capa y espada, una que
podríamos llamarla “corrupción de los ciudadanos”.
Sin ánimo de generar polémica y
que los puristas defensores de los Derechos Humanos me escriban diciendo que la
frase “corrupción de los ciudadanos” atenta contra algo o alguien, lo invito a
que haga usted un pequeño autoexamen donde analice, si gusta en forma
meditativa, si usted alguna vez ha estado en una de las siguientes situaciones:
¿ha sobornado algún funcionario público, llámese funcionario policial,
secretaria, portero de oficina de gobierno a fin de obtener un pequeño
beneficio o evitar una sanción?, ¿ha dado algún “regalito” a alguien a fin de
no hacer una larga cola?, ¿Se pasa los semáforos en rojo cuando está muy
apurado o “porque hay mucha inseguridad”?.
Podríamos pasar horas haciéndonos pequeñas
preguntas como éstas y no dudo que alguno podría verlas como triviales y algún
otro podría pensar que este tipo de comportamiento es parte de nuestra
idiosincrasia y que “somos así”, pero lamento decirle que si usted se encuentra
en ese espectro de opinión, entonces la enfermedad de la corrupción también lo
ha contagiado.
Vamos a asumirlo como un
problema, uno del cual somos responsables, pero afortunadamente también
podríamos ser agentes de cambio y teniendo la firme convicción que si mejoramos
como ciudadanos mejoraremos como país, no hay otro camino.
Muchos se preguntarán ¿cómo hemos
llegado hasta aquí? Yo también me hice esa pregunta, al igual que a usted me ha
invadido la incertidumbre al darme cuenta que muchos compatriotas cuando están
en el extranjero son ciudadanos ejemplares y cuando regresan al terruño son
maestros de la “corrupción ciudadana”.
La respuesta podría estar en la
ciencia. Quisiera referirme a un estudio que realizaron los Doctores Carrell,
James y Malstrom en el año 2005 donde demostraron que la corrupción es
contagiosa. Estos profesores tomaron diversos grupos de sus estudiantes y les
pidieron a algunos de ellos que deliberadamente comenzaran a copiarse en medio
de un examen, siendo el resultado que aproximadamente el 50 % de los alumnos
que tenían a su lado alguien copiándose comenzaban a hacerlo también. Allí
podría estar la respuesta a como hemos llegado hasta aquí. Si hacemos una
comparación de este experimento respecto a nuestra vida diaria podríamos
encontrar centenares de similitudes, por ejemplo, suponga usted que está de
primero en la fila de un semáforo y el automóvil que tiene al lado se pasa la
luz roja, ¿no siente usted un deseo irrefrenable de hacerlo también?, quizás
cuando usted lo haga al menos el 50% de los automóviles que están detrás lo
harán igualmente. Sucede lo mismo en todos los ámbitos de nuestra cotidianidad
y es por esto que la “corrupción de los ciudadanos” galopa libremente por el
territorio nacional asentada en la creencia de que como nadie respeta yo
tampoco lo hago.
Podríamos concluir que la vacuna
para esta enfermedad que nos agobia como país la tenemos en nuestras manos,
consiste hacer un esfuerzo sobrehumano para borrar esos paradigmas sobre lo
sabroso de la viveza criolla y asumir que cada vez que somos parte activa de la
“corrupción de los ciudadanos” hacemos gran daño a nuestro país y nos sumimos
en el atraso.
La vacuna para este tipo de
corrupción es dar el ejemplo.
Pero esto no puede quedarse en la
retórica, en las campañas publicitarias de “seamos buenos venezolanos”, esto
tiene que ir más allá, es por ello que lo invito a que usted dé el primer paso,
mejor aún, vamos a darlo juntos, somos muchos los venezolanos y venezolanas
dispuestos a dar el ejemplo y combatir la corrupción en todos los espacios,
¿nos acompaña?
Giovanni Nani L.
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