Muy de moda por estos días el
Muro de Berlín. Se cumplieron 25 años desde el momento en que el pueblo alemán
decidió tumbar el mamotreto de la infamia montado por el comunismo de mediados
del siglo pasado. Como suele ocurrir en el discurso del comunismo decimonónico
o del socialismo castrista sobreviviente de aquellos años de desgracia, dos
versiones acompañaron a la necesidad de que el pedazo kilométrico de piedra y
concreto pudiera existir.
Veamos una sencilla explicación
tomada de internet: Muro de Berlín (en
alemán: Berliner Mauer), denominado oficialmente por la socialista República
Democrática Alemana (RDA) como Muro de Protección Antifascista
(Antifaschistischer Schutzwall) y también apodado por parte de la opinión
pública occidental, la otra cara de la polarización, como Muro de la vergüenza
(Schandmauer), fue parte de la frontera interalemana desde el 13 de agosto
de hasta el 9 de noviembre de 1989 y
separó la zona de la ciudad berlinesa bajo control de la República Federal de
Alemania (RFA),Berlín Oeste, de la capital de la RDA entre esos años. Berlín
Oeste o Berlín Occidental era un enclave perteneciente al espacio económico de
la RFA (La capitalista) en medio del territorio de la RDA (La comunista) y,
legalmente, no formaba parte de la RFA.
El Bloque del Este dominado por
los soviéticos sostenía que el muro fue levantado para proteger a su población
de elementos fascistas que conspiraban para evitar la voluntad popular de
construir un Estado socialista en Alemania del Este. En la práctica, el muro
sirvió para impedir la emigración masiva que marcó a Alemania del Este y al
bloque comunista luego de la Segunda Guerra Mundial. No se van y se acabó.
Como se ve, las dos visiones. La
protección contra el fascismo y el muro de la vergüenza, ilustran la división
de opinión pública. Esa manera de ver la vida y de moldear la sociedad no ha
cambiado para los comunistas. Eso se ve en Cuba claramente, en Corea del Norte
y en Venezuela se sufre a diario. De allí que, a partir del esquema de
manipulación más que centenario, hoy en Venezuela se viva entre dos paredes
ficticias de polarización, pero en la práctica sí se disfruta en plenitud real
el Muro y los muritos que arrastra esta forma de concebir la vida en sociedad
de los rojos rojitos de inspiración cubana.
Los alemanes, como los cubanos
todavía en estos días, fueron encerrados en su país. Así lo hicieron los
soviéticos en todas sus colonias y en todo el territorio de la URSS. Claro que
a Cuba le fue igual y todos los países que fueron dominados por el retraso
comunista. Pero una cosa es la encerrona de aquellos tiempos y otra la que se
produce en la actualidad. En Venezuela, por ejemplo, salvo que usted sea
millonario de verdad y de antes o sea de la nomenclatura política y económica
del socialismo imperante en la actualidad y, por tanto, acreedor de privilegios
y tratos muy limitados y especiales, usted simplemente está encerrado en el
país. Salvo que tenga avión privado o pueda usar los aviones de Pdvsa o del
gobierno por la libre, usted está preso. No hay dólares, no hay boletos aéreos,
no hay manera de que salga del país sin gastar la mitad de sus ahorros y
bienes. Y si vive en el interior, igualmente, los muritos funcionan. Un viaje a
Barquisimeto, por ejemplo, antes tardaba unas cuatro horas. Tal vez cuatro
horas y media. Hoy, matraqueando su carro o mal durmiendo en un bus que puede
ser atracado en cualquier momento, su viaje puede pasar de las siete horas. En
avión es una aventura de tiempo y de vida.
Venezuela, a ojos vista, está
encerrada por su propio Muro, pero, como en este país todo es mejor que en el
resto del mundo, también se cuenta con muritos regionales. Muchos muritos.
Por ELIDES J. ROJAS L.
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