¿EL DESPERTAR?

“Un país en el que falla la educación está condenado a un futuro incierto, de la misma forma que un pueblo que se desentiende de la cultura y de las formas entra de lleno en la vulgaridad, se degrada y pone límites a su crecimiento...”. Fernando Savater

Cuánta razón encierra esta caricatura…
Así es, este régimen demagogo y manipulador propició la mediocridad, el desinterés, el desapego, la baja autoestima, la negligencia, la irresponsabilidad, el conformismo y el temor del ciudadano, hasta con la suprema ironía de llamarle “Soberano”…


De manera irresponsable, experimentó con medidas antieconómicas y populares que en un principio favorecieron al pueblo, para posteriormente condenarlo a sistemas de racionamiento; ubicando la política por encima de la economía. Este gobierno, de manera cínica y descarada, a lo largo de estos 15 años, prometió abundancia y engendró miseria, prometió libertad y engendró servidumbre.
Quedará entonces para la posteridad aquella cruda sentencia del ministro de educación, Héctor Rodríguez, quien en un arrebato de sinceridad exclamó: "No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos"… Porque, en fin de cuentas, ignorante es aquel que se siente feliz cuando sus “líderes” deciden por él, cuando este régimen les de lo que considera cubre sus necesidades. Tal cual aquella plebe romana que se alborozaba y se sentía satisfecha cuando pedía pan y circo. Lamentablemente esa demagogia logra su cometido cuando los ciudadanos no han alcanzado su mayoría de edad: cuando prefieren obedecer a pensar por sí mismos, o cuando sus intereses particulares triunfan sobre los comunes o generales. Y son el miedo y la flojera los que nos llevan a esta situación. Entonces, se hace menester repetirlo una y otra vez: Un ciudadano con derechos pero ignorante no sabe qué significan sus derechos, no sabe exigir su cumplimiento y, peor aún, ni siquiera distingue cuando los pierde. Por eso una persona ignorante puede ser presa fácil de esas ofertas demagógicas que prometen cosas en vez de explicar cómo se van a cumplir los derechos establecidos en la Constitución y recordemos que es la "pobreza de espíritu" lo que induce a compartir y creer en su propia impotencia, desesperanza, apatía y resentimiento. Alfonso López Quintás, profesor de la Complutense, así lo explica: "Los revolucionarios que exterminan el pasado conquistan el favor del pueblo mediante toda suerte de promesas utópicas, pero lo dejan aislado e inerme en un presente desmantelado, carente de posibilidades. Al no tener otro apoyo que las promesas recibidas, el pueblo queda prisionero de sus supuestos "liberadores". Esa invalidez lo torna sumiso y gregario..."
Tal vez buena parte de la gente no comprendió que un sistema como el que resulta de este gobierno está, tarde o temprano, condenado a fracasar y por eso lo apoyó, suponiendo que las inmoralidades y los disparates que el régimen representa no tienen importancia. La calidad de la ciudadanía es un fundamento de la democracia, pero a la vez, un resultado. Una ciudadanía más educada, mejor organizada e informada, se constituye en el mayor garante de su funcionamiento y de la institucionalidad. Ahora bien, si la demagogia encuentra con facilidad un campo propicio para germinar, crecer, desarrollarse y lamentablemente reproducirse, ¿qué podemos hacer? Se hace obligatorio repetirlo una vez más.
La respuesta es fácil; el logro, sin duda, muy difícil, pero no imposible: educar al pueblo para que comprenda que nada en la lucha por la vida se consigue por azar, porque "me toca por derecho" o "porque alguien me lo quitó"; que todo se construye con esfuerzo, dedicación y trabajo, que el facilismo, el paternalismo y la fractura social a cambio de votos han sido, son y serán una oferta lastimosa; que un pueblo se engaña cuando acepta como dádiva la redención sin hacer nada, que tan sólo mediante la promesa cumplible de la creación eficiente de nuevas fuentes de trabajo, de una verdadera distribución de la riqueza -conscientes de que llegó


el momento de acabar con el mito de la presunta riqueza venezolana- y del esfuerzo y compromiso de todos por colocar a nuestro país en el sitial que se merece, podremos salir de este lamentable ciclo.
Ahora “el soberano” parece despertarse de tan absurdo letargo, y con soberana arrechera parece entender que resultaba más saludable un gobierno que dé trabajo a los pobres, que uno que les mantenga con dádivas, promesas... ¡y pasando trabajo!, pues no es cierto que somos un pueblo “bachaquero”, se trata de una mayoritaria ciudadanía sana pero confundida, tal vez ignorante pero no estúpida, ingenua pero no idiota, se ha desengañado de tanta demagogia barata, se desilusionó de las vanas promesas de este régimen arbitrario y mentiroso.


Manuel Barreto Hernaiz

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