¿CÓMO ESTÁ LA COSA? FEA, DIFÍCIL…

Al viejo y tradicional indicador de cómo van las cosas, el taxista, el filósofo en cuatro ruedas, se agregan ahora dos fuentes muy especiales de información: La primera, las interminables colas de señoras, señores, veteranos, jóvenes, chavistas, no chavistas, clase media, pobres, venezolanos en general. La segunda, limpiabotas, chicheros y quiosqueros de periódicos, todos juntos para no hinchar demasiado el asunto.


¿Y qué se escucha, invariablemente en esos ámbitos de gente común y corriente? Tome un taxi y verá. La peor parte la lleva el gobierno. Este perol ya no aguanta más y quién tiene tres millones para comprar un bicho chino. Nadie que no esté pegado en la movida. No hay repuestos, todo está más caro. No hay cauchos. Hasta 30 mil por caucho están cobrando. Que en realidad son 30 millones de los viejos, esos que el comandante eliminó para que no sintiéramos la pobreza que nos venía. Los cauchos de repuesto se los roban en los estacionamientos. Lo único barato, y no vale la pena, es la gasolina. Un almuerzo en la calle equivale a una carrera de 500 bolívares y eso en una taguara. En estos días me ofrecieron un carro chino por 600 mil, pero tenía que darle al contacto dentro de la mafia dos millones y medio de comisión por el favor. Nada. Esto se lo llevó el diablo.

En las colas el drama es peor. Es gente que cada día anda como las leonas: cazando por ahí para su marido el león y sus cachorros. Mire bien las colas y verá muchas mujeres, de todas las edades. Pocos hombres. Son las leonas del socialismo del Siglo XXI. Y todas con la claridad de que esta situación llegó para quedarse. Es sencillamente, socialismo. Todo socialismo a la antigua, tipo cubano, que se respete termina en lo mismo. Escasez y desabastecimiento. Mercado negro y aislamiento. Es decir, empobrecimiento general. Y eso, justamente, es lo que se escucha en las colas. No hable usted. Descanse sus papilas por un buen rato. Solamente escuche. Amarre las ganas de hablar mal del gobierno y preste atención a su alrededor. Qué terrible situación. Nunca imaginé que Chávez nos llevaría a esta ruina. Todos los días lo mismo. Que si la cédula desapareció para comprar, mentira. Es la misma cosa. No hay y no hay. Y dígame los medicamentos. Qué pobreza tan grande. Qué humillación. Y ellos creen que estamos resignados. No. Los estamos esperando en la bajadita. Y la bajadita es diciembre. Y lo peor es que la plata no alcanza. Una cosa es no encontrar los productos y otra andar con unos billetes en el bolsillo que no valen nada. Ni hablar de ahorros. Eso no existe. Mis hijos se fueron hace dos años, ya tienen hasta carro. Ellos nos ayudan con plata que vendemos aquí y así podemos sobrevivir. Ya nos dijeron que el año que viene nos llevan lejos de este infierno. Lástima. Perdimos el país.

Y chicheros, limpiabotas y quiosqueros de periódicos no escapan a la lloradera. Sencillamente se necesitan muchas chichas, muchas limpiezas de zapato y mucho periódico vendido como para que se saque un día decente. Mejor es el bachaqueo. Eso lo hago en las tardes. Es que hay que ser emprendedor en medio de esta pelazón.

Y es que la cosa está fea, difícil.


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