“En el socialismo y sus modelos
similares, la ignorancia y el vicio viajan tan lento que pronto serán
alcanzados por la pobreza y la desesperación”.
“El pueblo generalmente quiere el
bien, pero no siempre lo ve.”
(Maximiliano Robespierre)
“En 1829 los enérgicos yankees podrían abatir
y reemplazar a los flojos y degenerados mexicanos, quienes eran incapaces de
progresar” (Carlos Marx)
Estas frases introductorias nos
dan una idea de que el problema de los pueblos en Latinoamérica, sigue siendo
el de alcanzar la felicidad y el bienestar sin ningún esfuerzo ni sacrificio,
de allí que la gente prefiera un
gobierno repleto de promesas que nunca llegan, pero que los llenen de
esperanzas.
Esa dicha se alcanzaría
supuestamente, cuando de una forma mágica e inminente una acción política
salvadora, le quite todo lo que nos hace falta a ese alguien o cosa perversa
que lo posee todo, incluyendo esa misma esperanza.
Esa forma de gobierno ideal que
siempre es prometido una y otra vez, se desvanece cuando el uno, agobiado por
saber cuándo llegara ese día y el otro hastiado de sortear tantas exigencias,
repentinamente advierten de que esa
esperanza ha sido remplazada por la opresión y el desprecio.
Una vez que se produce ese
cambio, el de la esperanza por la fuerza, se modifica la actitud del genuflexo
y del pobre de espíritu, que confundido aspira entonces a ablandar con la
sumisión y su gesto mendicante el corazón del
opresor, inspirando el más detestable de los sentimientos “la lástima”.
Las negociaciones truculentas a
espaldas del pueblo laborioso y honrado, la falsedad de las ideologías salvadoras, la ambición por el poder y la
codicia del dinero, han entrampado a las sociedades latinoamericanas en un
túnel cuya salida no se dirige a la luz, sino a la desembocadura de un
precipicio.
La política en nuestra región
pareciera tener como conducta, la de plegarse a las circunstancias, malversar
sin vacilaciones, golpear sin piedad, mentir sin titubeos y traicionar sin
remordimientos. Descalificar a los honestos y abrazar a los corruptos. Echarse,
en suma, los prejuicios a la espalda.
El diputado del oficialismo,
Jesús Farías, sorprendió al declarar:
“Que el modelo económico
venezolano actual es rentista, está en
franco retroceso y lleno de contradicciones. Además posee un atraso productivo
severo, por lo que hay que incentivar la producción a fin de evitar el exceso
de importaciones”.
En Venezuela, una vez más el
fracaso del proyecto político es completo. En lo moral, en lo económico, en lo
social. No se oye por ninguna parte otra cosa que no sea el griterío de la
desesperación de todas las clases, unos acompañados de obscenidades y tumultos
de anarquía popular, los otros rumiando su frustración en los clubes,
restaurantes y reuniones a la espera de un nuevo “Salvador”.
Por: César Guillen Citterio
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