La confirmación de que la
justicia de EE UU investiga al presidente de la Asamblea venezolana, Diosdado
Cabello, y a otros altos cargos por su pertenencia a un cartel del narcotráfico
encargado de introducir cocaína en EE UU y Europa es un asunto de
extraordinaria importancia, con graves repercusiones para las relaciones
internacionales de Venezuela y para el propio país.
Hacia el exterior, el proceso
incrementa aún más el aislamiento de un Gobierno desprestigiado por hostigar y
encarcelar a la oposición, por el acoso sistemático a la prensa y por su
desastrosa gestión económica y social. Cabello es presidente de la Asamblea
Nacional, y la investigación apunta hacia él no como un miembro más, sino como
el cabecilla del cartel, cuya cúpula estaría integrada además por ministros y
generales. Cuando aumenta la presión internacional sobre Nicolás Maduro, las
sospechas relacionadas con Diosdado y otros directos colaboradores colocan al
presidente en una delicada situación.
En el plano interno, la acusación
añadiría un peligroso elemento de inestabilidad a un contexto en el que se
dibuja a Cabello, apoyado por un cierto número de militares, como aspirante a
suceder a Maduro. Lo que hasta ahora se presentaba como una pugna soterrada,
según este esquema, podría derivar en enfrentamiento abierto. Mientras, los
venezolanos siguen anhelando el día en que su país vuelva a una normalidad que
nunca debió abandonar.
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