La violación sistemática a los
derechos humanos en Venezuela es algo que ya no escapa a los ojos de nadie,
excepto a los que no quieren (o no les conviene) verla. Lo más triste de todo
es que este desenlace era bastante previsible desde hace muchos años, con
síntomas como: el permanente lenguaje agresivo y ofensivo que desde su primer
momento en la presidencia implementó el presidente Chávez, la lista Tascón, el
cierre de RCTV y de decenas de emisoras de radio en todo el país, el arresto a
los distintos líderes opositores (Desde Capriles hace una década hasta López y
Ledezma ahora, pasando por la orden de captura a Manuel Rosales en 2009), el
saqueo controlado a las tiendas minoristas en la navidad de 2013, las
“expropiaciones” sin justificación legal ni pago en los últimos años de Chávez,
y un largo y triste etc.
Lo que sí es una novedad es la
comprobación de que América Latina, en particular la zona en la que Brasil
ejerce una fuerte influencia (UNASUR), está dispuesta a tolerar cualquier abuso
del régimen de Caracas sin importar su gravedad, las evidencias o la debilidad
de las excusas. Ni una palabra a nivel internacional se ha emitido por los
estudiantes que han sido asesinados por los militares al servicio del gobierno
de Maduro. Una de las mayores evidencias de la complicidad de los países de la
región con el PSUV son las declaraciones que emitió Ernesto Samper en Caracas
la semana pasada, a la cabeza de una delegación de UNASUR que iba a “evaluar la
situación” en Venezuela. Dicha delegación ni siquiera creyó conveniente
reunirse con el jefe de la coalición opositora, Jesús Torrealba.
Esta actitud de los distintos
gobiernos de la región es consecuencia directa de la habilidad con la que el
gobierno de Chávez manejó la diplomacia en sus 15 años de gobierno. Para que el
lector se haga una idea, Chávez financió, en mayor o menor medida, las
siguientes campañas electorales: Lula da Silva, Néstor y Cristina Kirchner (en
este particular caso se destapó un escándalo de corrupción muy grande que
implicaba a altos funcionarios de los gobiernos argentino y venezolano), José
Mujica, Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael Correa y, sus dos fracasos, Ollanta
Humala (2006) y López Obrador. Además de financiar las campañas electorales
mencionadas, el gobierno del PSUV creó PETROCARIBE, un organismo a través del
cual se le vendía petróleo a precios preferenciales a República Dominicana y a
las islas anglófonas y francófonas del Caribe. Mediante este mecanismo, además,
se le ofreció a dichas islas inmejorables términos de financiación, con lo cual
la lealtad incondicional de cada uno de estos gobiernos quedó asegurada por un
largo tiempo. Con Colombia,Chávez tomó partido abiertamente por las FARC y el
ELN en su guerra contra el Estado, razón por la cual Venezuela es hoy uno de
los actores importantes en las negociaciones de paz que se están llevando a
cabo en La Habana.
Con la frontera oriental, Guyana,
la política chavista consistió en renunciar tácitamente al histórico reclamo
que nuestro país ha mantenido prácticamente desde que somos independientes.
Nota aparte, esta es la principal razón por la que Brasil continúa apoyando al
PSUV: El Esequibo es su manera de llegar al Caribe, tienen importantes
intereses mineros y energéticos en la zona que, de estar bajo soberanía
venezolana, les sería mucho más difícil controlar. Ni hablar ya de las
relaciones entre el gobierno de Chávez y el de los Castro, eso ya es otro
nivel.
Esos 15 años de intensa labor
diplomática por parte del gobierno de Hugo Chávez los está cosechando su
sucesor, Nicolás Maduro, en los momentos en los que más necesita de apoyo de
sus aliados. Primero en abril de 2013 cuando, gracias a la UNASUR, se libró de
tener que hacer un recuento de votos en toda regla (como exige la ley
venezolana en caso de denuncias de irregularidades que puedan poner en
entredicho el resultado electoral) y, después, la semana pasada cuando, otra
vez gracias a la UNASUR, se le lanzó otro salvavidas diciéndole al mundo que
las violaciones sistemáticas a los DDHH que comete el gobierno son, de alguna
manera, culpa de los opositores.
En fin, parece ser que, a pesar
de sus sistemáticas violaciones a los DDHH y a las reglas más fundamentales de
la democracia, tolerarle absolutamente todos los abusos es lo más “conveniente”
para casi todos los gobiernos iberoamericanos. Conveniente para todos…menos
para los venezolanos.
Por Cesar Sanchez
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