Indignación y estupor causó,
dentro y fuera de la nación, la muerte de un adolescente de apenas 14 años de
edad, asesinado por un funcionario que hizo efectiva la hermosísima licencia
para matar aupada por la máxima autoridad militar del país, Vladimir Padrino.
El Nacional, en un estremecedor
párrafo con el cual abre su edición del día miércoles 25, resume así lo
acontecido: “Kluivert Ferney Roa, de 14 años de edad, le dijo al uniformado de
la PNB Javier Osías Mora Ortiz que dejara la represión y el policía se molestó
y lo agarró. El joven logró zafarse y trató de correr. En ese instante el
agente accionó la escopeta Remington calibre 12 y el proyectil alcanzó la
cabeza del adolescente, que murió en el sitio”.
Del relato se desprende que la
indignación originada por tan cobarde crimen no solo es comprensible, sino que,
por sus categóricos argumentos racionales y sólidos asideros emocionales, las
acciones del estudiantado clamando justicia son más que apropiadas.
Ellas, empero, no bastan para
sobreponerse al estupor ocasionado por la desmedida represión que, en menos de
una semana, ha segado, siempre con disparos en la cabeza, la vida de por lo
menos seis jóvenes. Más allá de la rabia y la estupefacción, el caso de
Kluivert entra en el terreno de lo inexplicable, porque se trata de un muchacho
ejecutado sin piedad en una agresiva orgía de intimidación desatada por las
fuerzas del orden al momento de contener una protesta de la que era simple
observador.
Al margen de balbuceantes y
rebuscadas excusas, San Cristóbal plasmó su duelo en un altar en homenaje al
joven que soñaba con ser profesor de educación física –y no pudo porque un
psicópata desoyó sus ruegos para que no lo matara– colocado donde cayó
abaleado. Y, mientras la tristeza se aposentaba en el ánimo de liceístas y
universitarios, el impostor Maduro etiquetaba el repulsivo suceso como “un
hecho aislado”. Un tsunami de hechos aislados congestiona las morgues y
camposantos del país.
Es inaceptable la mezquina
valoración oficial de ese trágico evento; de la misma se infiere que la cúpula
roja estaría sustanciando un expediente para no medirse en una contienda electoral
que, a juzgar por tanta marramuncia, consideran perdida, como se deduce de las
últimas y pésimamente articuladas admoniciones, rayanas en el chantaje, del
gestor civil de la troika en las cuales advierte “que no va a permitir que la
oposición se presente en elecciones si van a estar involucrados en promover la
violencia en el país”, es decir, habrá comicios sí, y solo sí al señor Maduro
le da gana.
Como si este desplante fuese
insuficiente, agregó esta perla: “Llamo a los simpatizantes del gobierno
nacional a salir a las calles junto a la Fuerza Armada para detener a los
integrantes de la oposición que quieran llegar al poder por la vía de la
violencia”.
Desborda cinismo esta
convocatoria porque, hasta ahora, el que apuesta por la violencia es quien
detenta el monopolio de las armas, es decir, el gobierno.
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