Maduro llegó a la sesión de
memoria y cuenta en el momento cumbre. Tras volver de la gira mundial con las
manos vacías, y con los precios del petróleo por debajo de cuarenta, hay un
cierto presentimiento de que esta vez sí será. Muy poca gente entiende las
cosas a las que presumiblemente se va a referir; pocos son capaces de
interpretar las medidas, los tonos, lo que dijo y lo que no se dijo, en
términos de champú, de pollo, de abastecimiento, de carne, de poder de compra
del salario. Vienen tiempos difíciles, y siendo así no es de extrañar que haya
empezado por recurrir a la épica histórica del chavismo, contrastando los
dieciséis años de revolución a los dieciséis previos.
¿Y qué ha pasado en estos
dieciséis años? En promedio, quienes se sientan a escuchar a Maduro esa noche
consumen 52% más que en 1998. Ha ocurrido un boom fenomenal en el consumo,
equivalente a aumentar en volumen 2,7% cada año. En ese período, el consumo alcanzó
su punto máximo histórico, y uno tiene la impresión de que cualquier
aclaratoria o advertencia que se haga, las que hemos venido haciendo muchos
todos estos años, va a caer en terreno estéril. Hasta hace poco, era en cierta
forma el equivalente a aparecerse con la cuenta en la Última Cena (una idea
original de Cabrujas, que me ha parecido útil traer a colación).
¿Cómo ha sido eso posible? Lo
primero que cabría aclarar es que no lo ha hecho posible nuestra capacidad
productiva. En esos dieciséis años nuestra producción per cápita apenas aumentó
12% anual, equivalentes a un mísero 0,7% anual. Toda la diferencia entre
nuestro consumo y nuestra producción la vinieron a cubrir importaciones. Con el
chavismo, Venezuela pasó de importar 18.000 millones de dólares en 2004, a nada
menos que 65.000 millones en 2012. He aquí la clave del éxito de la revolución
y el espejismo del socialismo posible: promovió un conjunto de medidas que en
otras circunstancias habrían causado un empobrecimiento acelerado, en medio de
un boom de consumo privado. De ahí que haya podido darse el lujo de expropiar,
amenazar y saquear a empresarios nacionales e internacionales (estos últimos
siempre mejor pagados), y sobrevivir políticamente a la destrucción del aparato
productivo nacional.
Todo eso fue posible no sólo al
boom petrolero, 698.000 millones en exportaciones entre 2004 y la fecha. El
endeudamiento acelerado de la nación vino a complementar el ingreso petrolero:
entre 2006 y 2012 la deuda de Venezuela se cuadruplicó, pasando de 26.500
millones de dólares a nada menos que 116.000. Maduro ha dicho Dios proveerá,
pero el hecho es que Dios lleva ya rato proveyendo la bonanza petrolera más
larga de nuestra historia.
Llegados a este punto, con el
petróleo por debajo de cuarenta y los mercados internacionales cerrados para
Venezuela, tras trajinar por el mundo pasando colecta y regresar con las manos
vacías: ¿qué ha dicho Maduro?
En primer lugar ha anunciado el
mantenimiento de la tasa oficial 6,30, sobrevalorada ya en una magnitud inestimable,
y ha garantizado al menos 8.000 millones de dólares en esa gaveta que serán
“sólo para alimentos y medicinas”. El problema está en que hace rato que esas
asignaciones se vienen orientando a lo que contablemente se registra como
alimentos y medicinas, pero en ningún caso se traducen en una cantidad similar
de bienes. Con el mercado paralelo 29 veces por encima de esa tasa, recibir
dólares a tasa oficial y crear importaciones ficticias es el único negocio del
lugar. Maduro demuestra así la importancia de la élite que lo mantiene,
manteniéndole a su vez los privilegios del dinero fácil. Nosotros los
mantenemos a ellos, y ellos lo mantiene a él.
Maduro ha anunciado también la
consolidación de Sicad I y II en una única subasta, y ha asomado que habrá un tercer
mercado “de bolsas públicas y privadas”. Aseguró que con eso trata de “aplacar
a ese otro mercado, el ilegal”, algo que muchos han interpretado erróneamente
como el levantamiento del control de cambio. Es temprano aún. Habrá que leer la
letra pequeña. Una retórica similar ya prevaleció con el lanzamiento tanto de
Sicad I como de Sicad II, y lo que ocurrió después ya se conoce: Cualquier cosa
menos un mercado libre.
Mi impresión es que, en este
caso, tampoco lo será. Con el precio del petróleo por debajo de cuarenta
dólares, nuestras exportaciones petroleras apenas llegarían a 25.000 millones
de dólares. Nuestras importaciones en 2014, un año terriblemente caótico, con
caídas de 4% en la producción, 3,3% en el consumo privado, 93% de inflación de
alimentos y desabastecimiento rampante, estuvieron alrededor de 42.000
millones. Nuestra balanza de servicios, que contempla pagos de intereses de
deuda, fletes y seguros, totalizó nada menos que 15.000 millones de dólares. Si
se le agregan 5.000 dólares de pagos de principal de deuda, ese país caótico y
errático viene quemando dólares a ritmo de 62.000 millones anuales. Ahora la
cantidad de dólares que el gobierno tiene para vender entre esos tres sistemas
es mucho menor, y si vende en el paralelo “legal” no tendría para SICAD y para
el 6,30; si vende en esos dos, no tendría suficiente para aquél.
Con un detalle adicional. Muchos
dan por sentado que un mercado paralelo legal traería consigo una reducción
significativa en el precio del dólar “libre”. Es posible, hoy en día el mercado
tiene una prima por falta de liquidez y otra por ilegalidad, es inestable y
caprichoso. Algo de estructura legal podría reducir el riesgo y bajar el valor
del dólar. Pero también es verdad que hay muchas transnacionales sentadas en diez
años de utilidades acumuladas en bolívares (los diez años que tiene Cadivi sin
liquidar dólares para repatriación de dividendos) que estarían dispuestas a
volcarse sobre el mercado legal aumentando exponencialmente la demanda. ¿Y
quién va a ofertar divisas en ese mercado?
Maduro también ha asomado la
posibilidad de un aumento de la gasolina. Eso, que no podemos seguir regalando
la gasolina, es acaso la única cosa responsable que ha dicho. Está claro que lo
ha hecho más por necesidad que por convicción. El problema está en que ni la
devaluación, ni el aumento de gasolina, generan dólares. La única forma de que
eso ocurra es que el nuevo precio de la gasolina sea tan colosal, que reduzca
la demanda en Venezuela y podamos exportar esos barriles a precios de mercado.
Improbable.
Llegados a este punto, con
nuestro consumo dependiendo de importaciones en una proporción nunca vista, lo
único que podría evitar una caída colosal serían dólares. Pero China ha dicho
que no. Los mercados internacionales están efectivamente cerrados, con primas
superiores a 30% en dólares. En esa circunstancia han recurrido a una de las
pocas opciones abiertas: endeudar Citgo. Por estos días, un grupo de banqueros
de inversión de Texas se pasean por ahí ofreciendo 2.500 millones de dólares en
bonos de la subsidiaria de Pdvsa con un rendimiento estimado de 10%. Parten de
la base de que, en caso de default, la deuda sería fácilmente recuperable
liquidando los activos de Citgo en Estados Unidos. Lo más curioso: en el road
show queda claro que los fondos irán directamente a Pdvsa (gasto público) y no
tendrán nada que ver con inversiones de la subsidiaria. El problema está en el
riesgo de un default hacia finales de año, cuando debamos enfrentar el
vencimiento de 11.000 millones de dólares muy cerca de las elecciones
parlamentarias. ¿Qué pasaría con esa deuda de Citgo si caen en default los
bonos soberanos o Pdvsa?
A propósito de la posibilidad de
default, hubo un par de comentarios de Maduro que me parece vale la pena
rescatar. Ha dicho que ya está claro que todo el riesgo que las calificadoras
le atribuyen a Venezuela es “por factores geopolíticos”, y que en el futuro
“habrá que filtrar las teorías poniendo por delante los intereses de la
nación”. También ha asomado que promoverá una mayor inversión privada en el
negocio petrolero, algo que podría hacer en alguna medida sin modificar la ley
que exige mayoría para la República en todos sus contratos (en algunos
Venezuela tiene más de 50,1%).
En resumen, Maduro ha anunciado
que se mantendrá el sistema de cambio múltiple que ha engendrado el episodio de
corrupción más grande de nuestra historia (y mire que tenía competencia). Ha
anunciado una revisión en el precio de la gasolina, que tomará algún tiempo y
en cualquier caso sólo recaudará bolívares. No ha hecho un solo anuncio
monetario ni fiscal, no ha dicho cómo va a cubrir ese enorme hueco entre los
ingresos y los gastos del Estado, y peor aún, se ha comprometido a crear nuevos
programas sociales de protección que probablemente no vayan más allá de un
espejismo. Si el déficit en 2014 fue 19% del PIB, con el petróleo en promedio a
noventa dólares por barril, la magnitud del hueco fiscal ahora es inestimable.
Lo único que queda es imprimir dinero a mansalva, a un ritmo que traería una
inflación superior a 100%. Quizás ese Dios al que se refería Maduro no sea otro
que la propia Casa de la Moneda de ahí de Maracay. Podría inclusive ir mucho
más allá, pero es aún temprano para predecir una hiperinflación. La caída en el
consumo privado y la de la producción será muy acentuada. La contracción
necesaria en importaciones para cuadrar las cuentas en dólares es brutal, y a
estas alturas ya no queda nadie en disposición ni capacidad de venir a producir
aquí lo que ya no podemos comprar afuera. El Fondo Monetario Internacional, que
ha actualizado su pronóstico hace unos días a nada menos que -7%, muy
probablemente se haya quedado corto.
¿Qué no anunció Maduro? No
levantó el control de cambio, ni ofreció una ruta clara para llegar ahí. No
ofreció unificar el Tesoro Nacional, ahora dividido en cuatro o cinco partes,
sólo una de las cuales pasa por el escrutinio de la Asamblea Nacional. No habló
de suspender los envíos de petróleo subsidiado que aún persisten. No ofreció
restablecer los activos expropiados a sus antiguos dueños. No garantizó la
propiedad privada. No solicitó la renuncia el pleno al Directorio del BCV, que
ha fracasado en su meta de “mantener estabilidad de precios”. No dijo nada en
relación con el control de precios, por el contrario, comenzó anunciando una
suerte de saqueos institucionalizados a los inventarios aún disponibles entre
productores y comerciantes nacionales. Nada de esto, ninguna mención a atacar
el problema de fondo y reconocer el enorme fracaso, el fraude, que ha sido la
revolución. Hacer algo así, hubiese implicado acabar con el sistema de
privilegios que lo sostiene, equivaldría a serruchar el piso en el que
precariamente se sostiene. Por esa razón, no anunció nada de lo que nos
convendría. Y es que lo que nos conviene a nosotros, como nación, hace ya rato
que no le conviene ni a él ni al chavismo. Y viceversa.
Por: Miguel Ángel Santos
No hay comentarios. on "DEL POR AHORA AL DIOS PROVEERÁ"