“La desprofesionalización, y el partidismo,
del “miniejército”
■ Seguramente no existe en el país una institución más agredida,
deshonrada, atacada, desgarrada, adulterada, invadida, y, finalmente, hecha
trizas por el castrochavismo que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
Conspiración diseñada en el más
puro estilo hitleriano, promovida y monitoreada por los dictadores cubanos
Fidel y Raúl Castro y ejecutada por un hombre de la institución que, desde el
primer día que ingresó a sus filas, no tuvo otro objetivo que verla caer a sus
pies agonizante y sin posibilidades de sobrevivir.
Hablamos de Hugo Chávez, quien
arribó por un hecho fortuito a la Academia Militar, en Caracas, desde su natal
Barinas, en 1971: había reprobado en química en el quinto año –ya para
graduarse de bachiller- y, sin ganas de repetir el examen (seguramente
convencido de que reprobaría de nuevo), se planteó darle otro sentido a su
vida, lo más alejado posible de las ecuaciones, las fórmulas, los laboratorios,
el estudio y el trabajo paciente que se traduce en logros para el bien
individual y/o colectivo y de todo lo que se conoce como un destino científico
e intelectual.
Alguien le habló –unos dicen que
su padre, Hugo de los Reyes Chávez, otro que su hermano, Adán- de ingresar a la
carrera militar, cuyos requisitos de admisión habían sido simplificados y
reducidos para atraer pupilos, y porque su padrino de bautismo, el
socialcristiano, Rafael Caldera, presidente de la República, había prometido
hacer lo necesario para complacer a compadre y ahijado.
Caldera, al parecer, cumplió y
ello explicaría por qué siendo Chávez zurdo, nulo en las pruebas físicas y
obteniendo calificaciones algo menos que regulares en las materias de rigor,
pudo salir para incorporarse a su primer año de cadete.
Algo no le gustaba de la escuela:
los rigurosos ejercicios, los continuos entrenamientos, las horas de guardia,
las prácticas de tiro, las clases de estrategia y táctica, de ofensiva y
defensiva, de ataque y contraataque y toda la rutina con la que el aspirante
sufre un virtual lavado de cerebro para acostumbrarlo a mandar y obedecer.
Por el contrario, le fascinaban
las clases (más bien discursos) que desde la recién fundada “Cátedra
Bolivariana”, impartían profesores como los oficiales, José Luís Pietro y
Jacinto Pérez Arcay.
Iluminados, más que militares, y
que propagandeaban un bolivarianismo decimonónico, guerrerista pero no
civilista, cuartelario no legislador, autoritario no democrático, y que
deslizaban críticas solapadas al sistema de partidos que empezaba a enraizarse
en el país.
Pero de estos años -mediados y
finales de los 70-, el cadete recibe otra influencia, la de su hermano, Adán,
quien estudia ingeniería en la Universidad de Los Andes, y habiéndose hecho
militante de la “Juventud Comunista”, emprende la tarea de catequizar para las
ideas marxistas al Chávez militar.
De modo que, cuando Chávez decide
usar la “carrera militar” para fundar un “partido militar”, cuenta con dos
ideologías decimonónicas y anacrónicas: el bolivarianismo de los profesores
Pietro, y Pérez Arcay, y el marxismo “adánico” que se prepara para pulverizarse
con la caída del Imperio Comunista Soviético a comienzos de los 90.
Años en los que también Chávez
irrumpe con un golpe militar (el 4 de febrero del 92), pero no para triunfar
como “militar” sino para imponerse como “político”, y partidizando a los
compañeros que lo habían acompañado en la intentona, regresarlos a los
cuarteles cuando fuera electo presidente a emprender la obra “magna” de
destruir a la Fuerza Armada Nacional.
Conspiración a la que se presta,
idealmente, el Alto Mando Militar y el liderazgo de los partidos Acción
Democrática y Copei al reincorporar a la FAN a cientos de los alzados, de modo
que, en efecto, cuando Chávez llega a Miraflores en el 99, ya tiene un miniejército
de militares (pero no de oficiales, puesto que habían interrumpido sus
carreras) que pasan a cumplir sus órdenes y a ser la falange con la que
desprofesionalización, el partidismo, la politización y ideologización empiezan
a cumplirse cabalmente.
De esta época también datan dos
flagelos: el narcotráfico que ingresa con la alianza con la narcoguerrrilla de
las FARC (y en el cual juegan un papel de primer orden el capitán Ramón
Rodríguez Chacín y desde el DIM, en etapas sucesivas, los generales Almidién Moreno
Acosta y Hugo “El Pollo” Carvajal (el primero y el tercero en la “lista
Clinton” de Estados Unidos, y el segundo asesinado por una operación de
sicariato en Barcelona en abril del 2012); y la penetración cubana en los
cuarteles por la que la FAN pasa a ser una fuerza de apoyo a una ocupación
extranjera.
No es, sin embargo, sino a través
de tres reformas a La Ley Orgánica de la FAN (2005, 2008, y 2010), redactadas
de puño y letra de Hugo Chávez, y por facultad de Leyes Habilitantes, de las
que emerge una FAN en desintegración, que cada vez menos es la institución que
crearon los Padres Libertadores, para devenir en la guardia pretoriana de un
caudillo y dictador.
Por la primera (2005), escribe el
general, Fernando Ochoa Antich, en su artículo “Destruir el profesionalismo
militar”: “Centralizó la conducción de la FAN en el presidente de la República
y creó inconstitucionalmente el Comando General de la Milicia, comprometiendo
la autonomía de las tradicionales fuerzas y su capacidad de mando sobre las unidades
operativas”; por la segunda (2008) “Mantuvo la tendencia a centralizar el
mando, fortaleció a la Milicia Bolivariana como respuesta a su objetivo de
consolidar el régimen mediante una vanguardia revolucionaria y transformó a los
suboficiales profesionales de carrera en oficiales técnicos sin considerar los
grados militares y la antigüedad”; Y por la tercera (2010) “No buscó otra cosa
que concederle al presidente de la República el grado militar de comandante en
jefe y el mando efectivo sobre las unidades operativas; crear al oficial de
milicias, con posibilidad de optar a cualquier grado, permitiendo que
ciudadanos sin formación militar pudieran formar parte de sus cuadros; y
permitir a los suboficiales de tropa ascender a oficiales efectivos”.
En otras palabras: que puras
políticas para acorralar a los oficiales de carrera de la FAN por civiles
politizados, ideologizados y partidizados, sin ninguna experiencia ni
entrenamiento, pero ideales para ningunear, cuestionar y desmoralizar a los
auténticos profesionales formados para defender la República.
Imaginémonos a un coronel con 20
años de estudios, mandos, operaciones, y curso de Estado Mayor que, de repente,
es obligado a admitir como segundo a un sargento técnico que ha pasado el mismo
tiempo especializándose en comunicaciones o mecánica de blindados.
Con todo, la amenaza más
desafiante, envolvente y concluyente, no le fue introducida, implantada o
contrabandeada por Chávez en los cuarteles, sino fuera de ellos, y vino con la
creación de “Colectivos” de civiles armados, que, con el pretexto de defender
la “revolución” de conspiradores internos y externos, operan como
“miniejércitos” de entre 1000 o 5000 hombres, bien dotados de armas cortas y
largas, entrenados en Cuba o en los territorios liberados de las FARC y que
tienen entre enemigos potenciales a estas FAN regulares y de formación
académica que, por tales, nunca se ganarán la confianza total de los
revolucionarios.
La una, reducida a los cuarteles;
los otros, dislocados en barrios, o zonas populosas de ciudades o pueblos
grandes, donde no admiten ninguna otra autoridad, controlan el orden público,
cobran impuestos que llaman vacunas, administran justicia, prestan servicios
públicos, y no pocas quitan y ponen sacerdotes y regularizan los rituales
religiosos.
Pero que, igualmente, pueden
dedicarse al pillaje, a actuar como dueños de la vida y hacienda de los
ciudadanos, permisar el delito contra la propiedad y los empresarios,
comerciantes, banqueros, o cualquier agente del capital, de modo que, se les
considere como la autoridad a la que, si no se le obedece, puede aplicar hasta
la pena máxima.
Estados dentro del Estado, en
definitiva, segregados por la quiebra del Estado central, y el cual, para no
perderlo todo, cede lo que no puede controlar, pero a cambio de tenerlos como
aliados contra sus enemigos.
Tal se vio en la reciente crisis
política que corrió desde febrero hasta junio de este año, y en la cual, los
“Colectivos”, al lado de la feroz y asesina “Guardia del Pueblo” se pusieron a
la cabeza de la represión con un saldo de 43 muertos (el mismo número que en
Iguala, México), 400 heridos y 1000 detenidos y torturados.
En esta tesitura la pregunta más
obvia es: ¿Debe y puede la FANB enfrentar a los “Colectivos”, desarmarlos y
obligarlos a cumplir la Constitución Nacional que reserva el “monopolio de la
armas” a la fuerza armada regular, y califica como delito cualquier otra
posesión y uso por civiles no autorizados por la Constitución y las Leyes?
La respuesta -también obvia-, es
afirmativa, pero jamás será ejecutada si no se cumple un condicionante
fundamental: El desarme de los “Colectivos” en particular, y la regularización
de la vida política en general, no se logrará sino a través de una crisis
política, donde la sociedad civil y sus partidos, motoricen un cambio que
frustre al neototalitarismo madurista de terminar de transformar a la FANB en
una guardia pretoriana, cuyo fin inmediato es fundirse con la milicia, mientras
el apéndice armado del PSUV, “los Colectivos”, se adueñan de los cuarteles y pasan
a ser el ejército guerrillero que Chávez no tuvo necesidad de construir en las
guerrillas porque la democracia le entregó el suyo.
En definitiva: que el rescate de
la FANB, no será solo obra de los militares sino, igualmente, de la sociedad
civil, que, operando con sus partidos políticos, y a través de una unidad
eficiente, puedan tenderle la mano a estos compatriotas que necesitan como
nunca del poder de la democracia y sus valores.
Por: Manuel Malaver. Analista
político mejor informado de Venezuela, reconocido periodista de larga y
respetada trayectoria en los medios impresos, autor del libro: “La DEA contra
la Guardia Nacional de Venezuela”.
@MMalaverM
Domingo, 16 Noviembre, 2014
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