Nunca
dan explicaciones. No hace falta. Ellos están por encima de todo. O
másAlberto-Barrera bien: ellos están por encima de todos. Los oligarcas no
necesitan justificarse con nadie. Para eso existen. No aclarar jamás nada es
también uno de sus privilegios. Es un lujo muy conveniente, sobre todo en un
país donde la huella digital es un cotidiano certificado de inocencia, donde
los ciudadanos comunes estamos cada vez más obligados a justificarlo todo.
Ellos lo saben. Lo disfrutan. Ser oligarca es malo, pero es muy sabroso. Tiene
muchas ventajas.
Pregúntenselo
a Elías Jaua Milano.
Escribo
estas líneas el jueves y, todavía, el camarada ministro y vicepresidente no se
ha dignado a decir nada sobre lo ocurrido hace varios días en Sao Paulo. Ni la
detención de la niñera que cuida a sus hijos, ni el arma hallada en su maleta,
ni el viaje de su suegra en un avión de Pdvsa… le parecen suficientemente
importantes como para, de manera más o menos responsable, ofrecer algún tipo de
declaración. Aunque sea breve. No. No hace falta. Jaua actúa como si no hubiera
pasado nada. Jaua ni pío. Jaua piensa que el pueblo no merece ninguna
explicación.
Se
trata, por cierto, del mismo personaje que, con la insistencia de un insecto
anopluro, se la pasa denunciando y exigiendo constantes explicaciones a
Henrique Capriles, gobernador que lo derrotó en las últimas elecciones en el
estado Miranda. Ese Jaua envalentonado y directo, ese Jaua público y preciso,
que no pierde la oportunidad de apelar a la moral y a la transparencia pública,
de pronto se evapora, no existe, se transforma en un silencio altivo y
distante. No intenta pasar agachado. Es peor. Pretende que el abuso de poder
sea un dogma. Decide que él es incuestionable. Que una niñera con una pistola
es una estampa natural. Que el uso particular de un avión del Estado es algo
normal. Que todo está bien. Que él no tiene por qué rendirle cuentas a nadie.
Tampoco
estamos ante una gran novedad. Esta semana, Jaua ha reproducido una conducta
que, por desgracia, desde hace mucho practica el oficialismo. Los venezolanos podríamos hacer una larga
lista de los sucesos, problemas o temas que el chavismo ha obviado, ha eludido
o simplemente se ha negado a debatir. Lo que calla la oligarquía es, también,
otra manera de contar la historia. Su omisión es un relato contundente de todos
estos años.
De
brote pronto, la memoria podría recuperar muchos casos. Lo que, desde un
planteamiento supuestamente revolucionario y supuestamente de izquierda, se han
negado a debatir los diputados pro gobierno es vergonzoso. Queriendo ser leales
a la lógica del poder, han terminado asumiendo un silencio cómplice con la
negligencia y con la corrupción. Ahora, por ejemplo, cuando se llenan la boca
autopromocionando la lucha contra el contrabando y el acaparamiento, sería
saludable recordar que, hace años, ellos mismos lograron que no se debatiera
públicamente el caso de las más de cien toneladas de comida podrida encontradas
en el país. Traicionaron al pueblo y le impusieron un silencio nauseabundo.
Lo
mismo ha sucedido con otros casos emblemáticos como el del exjuez Aponte
Aponte. El oficialismo imposibilitó cualquier tipo de discusión. No hubo dudas.
No hubo preguntas. No hubo democracia. La mayoría usó su poder para multiplicar
el silencio y tapar los delitos, para estandarizar y distribuir la mudez de los
poderosos.
Uno
de los elementos fundacionales del chavismo es la oralidad. Su naturaleza
mimética, en la relación directa con el líder, produjo esta suerte de
movimiento masivo donde la pasión retórica parece ser un requisito. Chávez
convirtió la incontinencia verbal en una virtud. Pero eso no significa que no
supiera ejercer el silencio con violencia. Por eso todavía esperamos algunas
respuestas: ¿qué pasó con las empresas fantasmas, por ejemplo? ¿Dónde están los
más de 20.000 millones de dólares groseramente robados al país? ¿Cuántos ceros
caben detrás del silencio de los oligarcas?
Por:
Alberto Barrera Tyszka
Acertados comentarios este gobierno esta conformado por una partida de inescrupolosos e inmorales!!!
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