Hemos vivido los últimos quince
años, como si no compartiéramos la misma tierra y estuviéramos bajo el mismo
cielo
Muchas veces me he preguntado
como se han transformado las necesidades humanas de libertad, respeto e
igualdad de pueblos sometidos por años y controlados por una represión total,
en métodos y acciones que han transformado la historia mundial y han generado
nuevas democracias, en donde los cambios vienen de adentro de las personas,
convencidas de querer generar esos cambios y transformarse en líderes de masas
capaces de conducirlos por el camino de la libertad. Tal es el caso de Vaclav
Havel, Lech Walesa, Mijaíl Gorbachov, Nelson Mandela, a los que no sólo se les
reconoce haber liderado movimientos libertarios, sino haberlo hecho de forma
pacífica, pero activa.
Venezuela tiene hoy su muro. Un
muro alto, gris, impregnado de desvalores, de odio y discriminación. Un muro
impuesto por quien llegó al poder por el vía democrática para destruirla luego,
cuando ya no le servía. Nuestro muro atraviesa a la sociedad venezolana de
punta a punta, a todo lo largo del territorio nacional y divide a un pueblo
hermano. Los de un lado y los del otro. Montados en el filo se encuentran los
que si bien no pertenecen radicalmente a uno de los dos bandos, no consiguen la
fórmula para bajarse y simplemente seguir su vida en un país de paz, de
justicia, de libertad y progreso. Así hemos vivido los últimos quince años,
como si no compartiéramos la misma tierra y estuviéramos bajo el mismo cielo.
Cada uno de nosotros tiene la culpa de cuanto ha crecido el muro, porque no
hemos hecho lo suficiente para derribarlo. La tolerancia ha sido enterrada,
azuzada por un discurso político enervante, irresponsable y un desgobierno que
ha arrasado con la economía del país, permitiendo que la corrupción socave las
bases de las instituciones y organizaciones estatales y empobreciendo a la
gente a tal punto, que un salario mínimo no son más de 40 dólares americanos y
la inflación sepulta cualquier intento de progreso de las clases menos
favorecidas.
Para controlar este desastre, el
gobierno fortalece el muro, dividiendo más a los venezolanos, adornando su lado
con pintura podrida de promesas y paños calientes que sólo sirven para bajar
momentáneamente la temperatura social de calentura, pero que no son soluciones.
Mientras tanto los que permanecen del otro lado son tratados como ciudadanos de
segunda, sin los mismos derechos, y se les aplica un trato discriminatorio,
indignante, y hasta una justicia diferente, porque en Venezuela existen dos
sistemas judiciales, el que les perdona todo a quienes están en el poder de
cualquier forma y el que niega los derechos fundamentales a los que se les
oponen y disienten.
Debemos derribar el muro. Y
debemos hacerlo desde nuestra conciencia. Debemos buscar al Havel, al Walesa,
al Mandela que hay en cada uno de nosotros, es decir, los valores con los que
fuimos formados y ejercerlos, y buscar la forma o el método para llevarlos a la
práctica y con ellos, rescatar nuestras libertades, nuestra democracia. Nuestra
Constitución tiene diversas fórmulas. Ahí está todo escrito. Sólo en
democracia, se ejercen los derechos humanos. Debemos derribar el muro de la
indiferencia por lo que pasa a nuestro alrededor, de la intolerancia por
quienes piensan distinto, del irrespeto por la dignidad, la integridad y la
vida de las personas, pero sobre todo, debemos derribar el muro del miedo por
exigir nuestros derechos y ejercer nuestros deberes.
El tamaño del muro es equivalente
a nuestra actitud y disposición de trabajar por el país que queremos, por la
Venezuela en la que queremos vivir y en la que queremos que vivan nuestros
hijos y nietos. En la medida en que entendamos que sólo nosotros podemos
derribar este muro que hoy divide a nuestra sociedad – convenientemente para
los pocos que lo mantienen en pie- podremos avanzar y volver a ser un sólo
pueblo, dispuesto a superar la difícil situación actual y apañar nuestras
diferencias con respeto, para luchar por lo que realmente vale la pena: ser una
sociedad moderna, en un país próspero, seguro y donde todos tengamos las mismas
oportunidades y el mismo trato.
@Tamara_Suju
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