Camarada Dios:
Esta semana me reuní con el Santo
Padre Francisco. A la salida de la reunión le dije al primer ministro Renzi
que: “si el Papa sigue hablando como lo hace, tarde o temprano voy a empezar a
rezar de nuevo y volveré a la Iglesia católica, y no estoy bromeando”. Como soy
un hombre de palabra y en verdad no estaba bromeando, y también como S.S. el
Papa ha cumplido su parte, he decidido comenzar hoy.
La verdad es que no sé por dónde
empezar; desde los viejos tiempos del colegio jesuita en el que tanto mi
hermano como yo tuvimos la fortuna de estudiar, no había vuelto a rezar. No
quería abordar la tarea repitiendo fórmulas establecidas, sino con una oración
personal, como quien habla con un camarada, que es como dicen los teólogos que
debe ser la auténtica oración. La vida da tantas vueltas, camarada Dios… ¿Quién
me iba a decir a mí que, después de tantos años de anticlericalismo, sería la
mediación del heredero de Pedro la llave que nos abriría un acuerdo con los Estados
Unidos, el inefable enemigo de nuestro principal aliado? La verdad es que
aquellas palabras de san Juan Pablo fueron premonitorias: “Que Cuba se abra al
mundo y el mundo se abra a Cuba”. Yo creo que él desde el cielo ha estado
metiendo su mano en todo esto.
Dame fuerzas, porque la tarea no
es fácil. A veces mi hermano no entiende. Yo trato de no amargarle la vida con
temas innecesarios. Como vio las imágenes con el Papa y se inquietó, yo le dije
que era un amigo santero cubano de Roma. Una mentirita blanca –nunca tan bien
dicho- y piadosa que espero no me tengas en cuenta porque mi hermano no está
como para darle disgustos.
Es increíble lo que la formación
de los primeros años hace en uno. Con el Papa sentí que hablábamos de jesuita a
jesuita. Nos entendimos a la perfección. Imagínate que hasta pensé en
devolverles a los maristas la cárcel para que vuelva a ser colegio, porque digo
yo: si mi formación jesuítica ha obrado el milagro en mí, por qué no brindarles
la misma oportunidad nuevamente a mis compatriotas. Claro que mi interés
principal en todo esto no es la Compañía de Jesús, sino las otras compañías,
que ahora se pelean por venir a invertir en la isla. Esta semana misma vino el
presidente de Francia. Todos saben que aquí tienen garantizadas muchas cosas.
Saben que nunca haremos con sus empresas lo que les hemos recomendado a los
venezolanos que hagan allá. Perdóname esa también, camarada Dios, pero cada
gobernante debe velar por su propio pueblo. De hecho, en este momento un
florecimiento de Venezuela sería contraproducente para nuestro proyecto. De
todas maneras, eso no va a pasar y sé bien por qué te lo digo.
Me gustaría volver al redil. Con
razón dice Lucas que “Habrá más alegría en el Cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no necesiten convertirse”. Bueno,
me imagino que hoy estarás contento. Nuestra conversión es profunda y honesta;
queremos tomar el camino del bien. Dicen también que Dios escribe derecho sobre
renglones torcidos. Quizá era necesario dar esta larguísima vuelta. Nosotros
los Castro no tenemos prisas; nuestra virtud ha sido la paciencia y gracias a
Ti tenemos salud y vida para reinventarnos.
He pensado seriamente, si algún
día lejano del futuro decido abandonar la presidencia, en retirarme a un monasterio
y dedicarme al ora et labora, porque en verdad le estoy agarrando el gustico a
esto de hablar contigo. Sé que parte importante del orar es pedir perdón.
Quisiera hacerlo para que la oración fuese completa, pero la verdad no se me
ocurre nada por lo cual pedir perdón. Bueno, me despido; para ser la primera
tenida, ha sido larga y buena. Si necesitas algo, camarada Dios, no dudes en
hacérmelo saber.
Por Laureano Márquez
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