“De tanto ir y venir
hice una huella en el campo
y para el que después anduvo
ya fue camino liviano”
Atahualpa Yupanqui
Lloramos contigo Argentina
¿Qué tiene que ver Argentina con
una entrega dedicada al tema electoral venezolano?
Mucho o poco, eso lo veremos a lo
largo de este suelto, de cualquier modo esa nación a un tiempo deslumbrante y
contradictoria nos inspira y recuerda con Atahualpa Yupanqui (que viene de
lejanas tierras a decirnos algo) que de tanto ir y venir, la huella de la
historia debería hacernos más conscientes y concebir un más liviano camino
hacia la libertad.
Lloramos con Argentina porque así
como ella tuvo su Perón que la arruinó, nosotros tuvimos a Chávez que no sólo
nos arruinó sino algo muchísimo peor, nos dividió, corrompió y pervirtió por
completo.
Además lloramos con ella porque
si esa prodigioso país, que parió esas centellas humanas que son Borges,
Cortazar, Sábato, Facundo Cabral o a Messi, (el niño prodigio -y consentido- de
la historia del fútbol) no pudo zafarse de la perversión populista, ¿cómo lo
haremos nosotros?
¿Con unas elecciones
parlamentarias?
No lo creo.
El espejismo de las
parlamentarias
Borges escribió sus ficciones; la
mesa de la unidad democrática (MUD) las padece. Pensar que unas elecciones
parlamentarias nos liberarán de la lepra chavista es un espejismo.
Peor aún, si se asiste a ellas
sin exigir un carajo, permitiendo que el corrupto chavismo acomode a su antojo
-otra vez- los circuitos electorales y olvidando que la lucha no debe ser por
“ocupar espacios”, sino por reivindicar la libertad y los valores democráticos
tan transgredidos e irrespetados estos años.
El siglo XX comenzó con jóvenes
como Betancourt y Gallegos intentando establecer una democracia en Venezuela,
solicitando condiciones electorales justas; un siglo más tarde trágicamente
estamos en lo mismo, pero sin un Betancourt o Gallegos que exijan nada de nada.
No creo en la abstención, tampoco
en la espejismo electoral. Como activista de la lucha noviolenta creo que hay
que votar, pero hacerlo exigiendo y luchando por condiciones electorales
justas, y en cualquier caso, reivindicando la victoria, cobrando, cosa que fatalmente
temió hacer Capriles, imperdonable actitud que menoscabó el ánimo de votar del
venezolano.
Las elecciones parlamentarias
dejarían de ser un espejismo si la unidad se comprometiese a hacer el trabajo
completo: exigir condiciones, participar y ganar, y si ocurriese el fraude, que
ocurrirá seguro, organizarse y movilizarse para reivindicar la victoria, sin
miedo.
Eso marcaría la diferencia.
El final del túnel: la
movilización y la protesta
Sábato escribió El túnel y el
magistral Sobre héroes y tumbas sin presagiar que su alucinante literatura
podría tener tanto significado para la actual Venezuela.
El final de nuestro “túnel”, el
punto culminante en el cual nuestros “héroes” sellarían la “tumba” del
chavismo, podrían ser las elecciones parlamentarias si exigimos y logramos -con
movilización y protesta- condiciones electorales justas.
Esas condiciones no sólo
asegurarían nuestra victoria, abrirían la oportunidad para una gigantesca
rebelión popular que ocupase o amenace con ocupar alcaldías, gobernaciones y
poderes públicos (TSJ, AN, Fiscalía, etc.) si el régimen cometiese fraude…, que
igual lo hará: ¿alguien confía en unas elecciones manejadas por Cabello o la
hiena Rodríguez?
Una elección fraudulenta es causa
legitima de desobediencia civil y de rebelión noviolenta. La Declaración
Universal de los Derechos Humanos lo permite, la Constitución de Venezuela lo
exige (artículo 350).
La movilización política hacia
los poderes públicos, para ocuparlos, es la manera que tiene un pueblo (el
poder constituyente) para cambiar un poder constituido tiránico y corrompido.
Lo hizo Gandhi o Luther King,
¿por qué no habríamos de hacerlo nosotros?
La rayuela del fraude
El fraude electoral en Venezuela
existe. Las elecciones como están planteadas son un engaño. No me refiero al
fraude electrónico solamente, me refiero al fraude que ocurre con el uso
desproporcionado, arbitrario e ilegal de los recursos del estado para beneficio
de la dictadura. Las condiciones electorales son negadas y el proceso electoral
en sí está amañado. El fraude es incuestionable.
Ni Vicente Díaz se podría atrever
a negarlo, al menos no a mí.
Tuve una participación directa en
las elecciones de la reforma constitucional de 2007. En aquella ocasión nos
organizamos -y movilizamos- para reivindicar nuestra victoria. Fue la única
oportunidad en la que le metimos una soberana pela a Hugo Chávez. Estábamos
dispuestos a todo, si no aceptaban los resultados íbamos a ocupar la mayor
cantidad de poderes públicos del país, nos habíamos organizado para hacerlo de
manera pacífica y no violenta. El gobierno lo supo y cedió, los vencimos.
Igual nos amenazaron de muerte,
pero no flaqueamos, Leopoldo López a la cabeza. El triunfo había que
reivindicarlo y lo hicimos.
Anunciada la derrota, Chávez no
tuvo más remedio que aceptarla. Eso sí puso sus condiciones: la oposición tenía
que admitir que la diferencia había sido menor al 1% y no entre el 6% y el 8%
como decían las actas.
Vicente Díaz fue el vocero de la
exigencia del sátrapa, la reunión fue en el hotel Tamanaco al día siguiente de
anunciados los resultados. Yo estaba presente. El rector nos dijo que si no
aceptábamos el mínimo margen señalado por Chávez corríamos el riesgo de que
éste solicitara una auditoría de todas las actas y el resultado cambiara a
favor del régimen, que lo dejáramos así, que ya habíamos ganado.
El “acuerdo político” fue aceptar
la exigencia. Lo cierto es que el resultado final de la votación se adecuó a lo
solicitado por el dictador no a la realidad.
La oposición aceptó y nunca
ventiló los verdaderos resultados, no quería pelear, al fin había ganado unas
elecciones contra Chávez, lo dejaron así.
¿No es eso a su modo un fraude?
El resultado final y exacto de
esas elecciones nunca se supo, el CNE se prestó a la burda maniobra. Chávez
aceptó perder con la condición de que no se supiera el amplio margen de su
derrota.
Le pregunto a Vicente Díaz:
¿estoy mintiendo? ¿Las elecciones son fidedignas o se pueden arreglar? Yo vi
una ocasión en la que se hizo.
En Venezuela los números
electorales se marcan en el piso para pisotearlos como la rayuela de Cortazar,
otros los brincan según les conviene.
La única manera de que la
oposición gane una elección es con movilización política y presión social. Si
no las hay, el régimen nunca aceptará los resultados.
Nunca.
Caminante no hay camino, se hace
el camino al andar
Capriles fue un caminante sin camino
ni siquiera se hizo camino al andar, se extravió y despreció la voluntad del
pueblo de Venezuela que lo hizo presidente. Su duda causó estragos en la
disposición ciudadana para votar, que, como cantaba Facundo Cabral, está
cansada de que lo traten como pendejo.
El dilema es votar o no votar.
Yo creo inequívocamente que hay
que hacerlo, eso sí, con la inquebrantable disposición de exigir condiciones
electorales justas y prevenidos para movilizarse y rebelarse masivamente ante
un fraude electoral, que, como hemos dicho, ocurrirá seguro.
Entiendo que la agonía nacional
es agobiante, que la sequía y la hambruna -democrática- nos frustra y
desespera, que la falta del agua refrescante y revitalizadora de la libertad
nos tiene desesperanzados y hasta moribundos, pero pregunto: ¿qué pasa con
quien se cansa?
Sabemos que pierde.
Messi, otro argentino centellante
y genial, es uno de los que lucha sin descanso. No le gusta perder. Libra
barreras y obstáculos, si lo derriban se levanta, si lo intentan detener se
moviliza y esquiva, da lo mejor de sí, lucha hasta vencer.
¿No podremos hacer nosotros lo
mismo no por un juego sino por un país?
Las parlamentarias son una buena
oportunidad para lograrlo. No sería un espejismo, sería una realidad de
protesta y movilización nacional, de rebelión popular ante el perenne fraude
chavista.
Después de todo, si no queremos
seguir llorando con Argentina, tendremos que andar, tendremos que movilizarnos,
tendremos que rebelarnos. Es la hora de la definición.
La victoria es nuestra, siempre
lo ha sido, hay que reivindicarla.
Todos los caminos conducen a la
protesta y a la presión social, tarde o temprano tendremos que rebelarnos de
manera noviolenta.
Que sea más temprano, ya ha sido
demasiado tarde.
Por Gustavo Tovar Arroyo
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