martes, 21 de abril de 2015

LA NACION EN FUGA


Uno de los efectos más importantes de la mutación histórica vivida en Venezuela a lo largo de los últimos tres lustros ha sido la vertiginosa incorporación de sus ciudadanos a la esfera global.
El fenómeno es característico de este tiempo nuevo de intensos y vertiginosos flujos transnacionales, en el que la fuga de venezolanos de su territorio de origen ha tenido consecuencias inesperadas no solo como fractura social al interior de país -íntimo desasosiego por la partida repentina de hijos, amigos, hermanos y nietos-, o pérdida de capital humano -el famoso brain drain-. Sino que, para bien o para mal, ha incorporado también a numerosos venezolanos a un ámbito de acción geográfico y cultural mucho más amplio, mucho más complejo, que ha afectado incluso otros escenarios alrededor del mundo.

En esto pensaba mientras escuchaba un concierto de la ahora célebre pianista venezolana Gabriela Montero en la Herkulessaal de Múnich. Y volví sobre la idea cuando veía en televisión los homenajes fúnebres realizados en Francia a las víctimas del avión de Germanwings, en el que también volaban dos venezolanos.
Mientras esto último ocurría se hicieron públicas en la prensa española las vinculaciones de Diego Salazar Carreño, primo de Rafael Ramírez, en el blanqueo de capitales saqueados a PDVSA vía Andorra. Y apenas unas semanas atrás habíamos copado otros titulares como miembros de la élite evasora de impuestos en el distinguido The Hong Kong and Shanghai Banking Corporation, más conocido por su siglas HSBC.
Estos casos aparecidos al azar en un brevísimo lapso de tiempo son una muestra de lo mejor y lo peor de nuestro pequeño mundillo local proyectado a los escenarios globales: una pianista caraqueña convertida en estrella internacional, en gira por los mejores teatros del mundo.
Un ingeniero zuliano buscando nuevos horizontes profesionales en Paraguay, a quien la muerte sorprende de forma accidental en los Alpes franceses. Un ladrón de cuello blanco, guayabera roja y orquesta de salsa propia, que oculta en la dudosa Andorra su inexplicable botín. Viejos y nuevos ricos criollos resguardando su bien o mal habido dinero muy lejos de aquí.
Lo que quiero poner de relieve al mencionar estos ejemplos es que, contrariamente a lo que se cree de forma generalizada, el origen de esta novedosa migración venezolana, que se mueve con soltura por los circuitos transnacionales, no es únicamente el resultado de la huida desesperada de nuestras más vergonzosas e impúdicas miserias.
Sino mucho más de la confluencia de factores inducidos por el desmadre local y el dinamismo de los flujos e intercambios de bienes y personas propios de la fase actual de la globalización. Una circunstancia que ha permitido que, tal vez como nunca antes en su historia, un número creciente de venezolanos -se estima que podría ser más del 5% de la población- se encuentre en la actualidad regado en pedazos por el mundo entero.
Por ello, ya no es motivo de sorpresa la numerosa presencia de nuestros connacionales en países tan distantes como Sudáfrica, Australia y Chile. O la existencia de asociaciones de venezolanos legalmente constituidas en Frankfurt, París, Melbourne o el sur de la Florida. Algo impensable hace apenas una década.
Pero la diáspora venezolana es amplia y diversa. Por lo que se ha distribuido no solo en las grandes metrópolis, sino también en pequeñas y remotas regiones, segregándose por grupos sociales, afinidades ideológicas o religiosas, grupos profesionales y habitus de consumo.
Solo en Alemania una rápida búsqueda en facebook permite constatar la existencia de numerosos grupos denominados “Venezolanos en Alemania”. Pero también Venezolanos en Berlín, Venezolanos en Múnich, Venezolanos en Nordrhein-Westfalen, Venezolanos en Frankfurt, Venezolanos en Stuttgart, Venezolanos en Heidelberg, Mannheim y sus alrededores, Venezolanos en Hamburg, Venezolanos en Colonia, Venezolanos en Freiburg.
La lista es mucho más larga. Allí también existen grupos como Productos Venezolanos en Alemania, Médicos Venezolanos en Alemania o Venezolanos Democráticos en Alemania y Venezolanos Democráticos en Hessen (para diferenciarse de los otros). Hay también en Stuttgart una asociación llamada Orinoco, dedicada a difundir la cultura del país, y en toda Alemania una red de gente en torno a ProVenezuela e.V., enfocada en la defensa de la democracia y los derechos humanos.
Por supuesto, la mayor parte de estos ciudadanos, familias enteras, huyen de un territorio hostil al que ya no reconocen como nación. Víctimas de la violencia y la inseguridad, la inestabilidad económica, el ocaso de las libertades públicas, la persecución política, el desconcierto, la imposibilidad de vislumbrar un futuro ante la inmensa fractura y hundimiento del país.
Sin embargo, junto a ellos conviven los jóvenes que, desde siempre y al margen de los conflictos, han querido proyectarse al mundo y hoy encuentran enormes facilidades para hacerlo. O los profesionales estratégicamente ubicados en organismos multilaterales o firmas transnacionales, que tienen hoy un campo de trabajo del tamaño de cinco continentes.
No estoy del todo de acuerdo con aquellos que afirman que este desaguadero de gente comprende “lo mejor del país”. Pues todavía la mayor parte de una muy valiosa población venezolana está resistiendo todos los días desde adentro contra la anomia instaurada por la dictadura bolivariana. Un hecho incontestable que, sin embargo, no niega el que en la primera fila de la parrilla de salida de Maiquetía estén aquellos dotados con mayor capital económico, social y cultural.
Es decir: dinero en divisas, múltiples pasaportes, idiomas, contactos y títulos universitarios. A comienzos del 2000 los llamaban en Miami “los balseros del aire”, en referencia a los balseros originales que llegaban allí cruzando el estrecho de la Florida. Y al vuelo de Iberia Caracas-Madrid “la patera voladora”, por la cantidad de “refugiados” que venían entre sus pasajeros.
No obstante, como ya he apuntado, el contingente migratorio venezolano es muy amplio, e incluye también otra clase de sobrevivientes.
Vasta darse una pasadita por Panamá, Costa Rica o el mismo Miami para toparse en cualquier café o restaurant con los especialistas del guiso y el saqueo al petroestado, maestros en raspar cupos CADIVI, asesores en lavar dólares, accionistas de empresas de maletín, intermediarios y comisionistas en contratos con el Estado, boliburgueses y bolichicos, testaferros, familiares y arrimados, exviceministros, directores de empresas públicas, chicas pre y pospago, bandidos y malechores de este y otros gobiernos.
También en Europa son visibles estos hijos de la revolución, pues no debe sorprender el hecho de que en la actualidad también los chavistas están abandonando el país.
No es la venezolana la primera ni la más grande de las migraciones aparecidas en los últimos tiempos. Pero ésta posee, como algunas otras diásporas actuales: la rusa, la siria, la turca o la iraní, la articulación de dos componentes que vinculan un movimiento transnacional de ciudadanos huyendo de un régimen autoritario, que es potenciado por las condiciones del contexto que aporta la fase actual de la globalización.
Una constelación que, como nunca antes, ofrece a estos grupos en fuga una tremenda movilidad, una capacidad de interconexión entre ellos y sus territorios de origen sin precedentes, y una tremenda visibilidad como resultado de las facilidades ofrecidas por los nuevos medios de comunicación.


Por: Manuel Silva Ferrer 

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