Desde el pasado 20 de marzo y
hasta el próximo 9 de abril, Nicolás Maduro pretende recoger 10 millones de
firmas contra el decreto de Barack Obama en el que declara a Venezuela como
“una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y política
exterior de EE.UU”. Un decreto que incluye sanciones como la prohibición de
entrada al país, y lo más doloroso para los que se llenan la boca hablando de
lo malo que es ser rico, la congelación de los activos financieros de siete
altos funcionarios del régimen venezolano involucrados en las violaciones a los
derechos humanos. Las joyitas en cuestión son:
Gustavo Enrique González López,
Director General del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) y
presidente del Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria
(CESPPA).
Antonio José Benavides Torres,
Exdirector de Operaciones de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
Justo José Noguera Pietri,
Presidente de la Corporación Venezolana de Guayana y excomandante general de la
GNB.
Katherine Nayarith Haringhton
Padrón, Fiscal 50º del Ministerio Público.
Manuel Eduardo Pérez Urdaneta,
Director de la Policía Nacional Bolivariana.
Manuel Gregorio Bernal Martínez,
Exdirector General del SEBIN.
Miguel Alcides Vivas Landino,
Inspector General de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
Con una movilización sin
precedentes, el régimen ha visitado barrios y trasladado reclusos para que
firmen el documento de rechazo a unas medidas que no castigan al conjunto de
nuestra sociedad, pero sí a señores que aún no han justificado cómo y a cuenta
de qué consiguieron sacar de un país con control de cambio cantidades de dinero
que se supone están fuera del alcance de funcionarios públicos.
Como esto no es suficiente para
alcanzar 10 millones de nombres y apellidos, el aparato del régimen ha
despedido a los empleados públicos que se han negado a firmar, y para colmo, ha
obligado a los niños que aún no saben hacerlo, a poner su huella, escribir
cartas o dibujar mensajes contra Obama -de quien no es creíble lo de justiciero
hasta que deje de comprar petróleo venezolano-.
Quién sabe si en la estrategia de
la campaña para conseguir el apoyo de los ciudadanos, Nicolás Maduro tendrá los
pantalones de presentarse en alguna de las multitudinarias colas para comprar
comida. Seguro que allí bajo el sol y durante tantas horas encontraría muchos
voluntarios dispuestos a utilizar el bolígrafo. La duda es cómo…
La morgue de Bello Monte también
es un sitio estupendo para recolectar firmas. Es probable que entre la
desesperación por dar con una urna y/o el dinero para un funeral, los
familiares de los desafortunados que pasarán por allí estos días tengan tiempo
para preocuparse por las cuentas corrientes de los 7 magníficos de moda del
chavismo.
En las universidades donde han
perseguido, detenido y asesinado estudiantes también deberían recoger firmas.
Igualmente en las colapsadas estaciones del Metro de Caracas, lugares en los
que entre fallo y fallo los usuarios podrían entretenerse defendiendo el visado
de los antiimperialistas que no quieren renunciar a las compras y las
vacaciones en esa nación que tanto asco les produce.
Los consulados alrededor del mundo
donde se ignoran las peticiones de más de 25 mil estudiantes que hasta están
pasando hambre porque el régimen no les permite cambiar moneda para pagar sus
estudios, son garantía de éxito para lograr el objetivo de Maduro. Las familias y amigos que permanecen en la
puerta del SEBIN, la cárcel política en la que están encerrados y son
sistemáticamente torturados decenas de venezolanos que un día decidieron decir
lo que pensaban, podrían ayudar a engrosar la cantidad de rúbricas recogidas.
Puede que las farmacias en las
que casi es necesario llevar al niño desnudo para poder comprar pañales, no sea
muy complicado conseguir un autógrafo a cambio de la promesa de un paquete para
cuando haya. Por último, en las salas de espera de los hospitales en los que las
heridas de bala, el cáncer, la hepatitis, la diabetes, y por supuesto la mengua
están diezmando a la población, es posible recopilar aunque sea la huella
dactilar de algún moribundo resentido con el malvado Obama que por haberse
fundido las ganancias del barril de petróleo por encima de los 100$, no le
permite tener el tratamiento adecuado. Porque el dinero lo desapareció Obama,
¿no?
Ante tantas opciones, no es
descabellado imaginar que al régimen que pretende hacernos creer que nos
afectarán las sanciones hacia 7 funcionarios que viven angustiados por cuentas
bancarias cuyos jugosos saldos explican el mastodóntico esfuerzo de Nicolás
Maduro en convocar al país entero para ponerlo en pie de guerra contra el
mundo, no le será muy complicado obtener espontánea u obligatoriamente las
firmas a las que aspira.
Y mientras los poderes del Estado
se dedican a este teatro en lugar de resolver el caos en el que han hundido a
este país, queda una pregunta en el aire, ¿dónde se firma para salir de esta
pesadilla?.
Por Yedzenia Gaínza/@yedzenia
Del Cielo a la Tierra
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