DÉCADA PERDIDA

La tasa de mortalidad infantil es uno de los indicadores más usados cuando se analiza el desempeño de los países. En primer lugar, porque es bastante sencillo de obtener. Corresponde a las muertes en menores de un año con respecto al total de los nacidos en ese año. En segundo lugar, porque las acciones están bastante claras

Con la actual administración los retrocesos no son de años, son de décadas. Expresión de que las fallas en la gestión son monumentales. No son simples accidentes, revelan una seria dificultad para aproximarse a los problemas públicos, y, peor, para llevar a cabo las políticas que se requieren. Lo ocurrido con la evolución de la mortalidad infantil lo demuestra.
La tasa de mortalidad infantil es uno de los indicadores más usados cuando se analiza el desempeño de los países. En primer lugar, porque es bastante sencillo de obtener. Corresponde a las muertes en menores de un año con respecto al total de los nacidos en ese año. En segundo lugar, porque las acciones están bastante claras.
Se trata de garantizar el crecimiento económico, informar adecuadamente a los jóvenes, proveer servicios de agua y saneamiento, vigilar que el crecimiento de la población sea el adecuado, y finalmente, mejorar progresivamente el desempeño del sistema de salud. Con esas políticas, la gran mayoría de los países han logrado reducciones importantes de la mortalidad infantil.
El gobierno de Venezuela es responsable de que en 2012 la tasa de mortalidad infantil haya regresado al valor que tenía en 2004.  La tasa de mortalidad infantil en 2012 fue 14,34 muertes en menores de un año por cada 1000 nacidos vivos registrados. En 2004 la tasa de mortalidad infantil era 14,54 muertes infantil por cada 1000 nacidos vivos. Casi igual. De manera que en los años transcurridos desde 2004, el descenso inicial se revirtió completamente.
Las causas de este retroceso son sencillas. En primer lugar, la economía no crece. No hay recursos disponibles para la inversión pública que se requiere. Todo lo cual afecta al sector salud, como a los servicios de saneamiento básico, así como a los programas relacionados con las políticas de población. Aparte de la caída en los recursos, el sistema de salud ha perdido capacidades para mantener su desempeño, ya deficitario a mediados de la década pasada.
Las dificultades institucionales se expresan en la pérdida de personal  capacitado en esta área. Solo como ejemplo se puede citar el cierre del postgrado de neonatología de la Maternidad Concepción Palacios. También hay que agregar que la mortalidad infantil del primer mes de vida (también llamada mortalidad neonatal) ha aumentado 10% con respecto al valor de 2004, lo cual es indicativo de problemas serios con la dotación de tecnologías y recursos especializados.
Al igual que con la mortalidad materna, Venezuela tiene un bajo desempeño relativo. Muchos países de la Región tienen mejores cifras de estos indicadores, con menos recursos. De manera que esto último demuestra que la afectación de la vida de niños y mujeres embarazadas es, en primer lugar, un problema de visión, y, en segundo lugar, la demostración de un gran desconocimiento de los principios cardinales de la salud pública en el siglo XXI. Nuevamente, las responsabilidades están bastante claras.


Marino J. González R.

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