Todavía, y al igual que muchos
venezolanos y ciudadanos de otras latitudes, no comprendo la dimensión exacta
de la estupidez. Esa mórbida expresión de comportamiento insensato que nos
conduce hacia el sendero de la irracionalidad y del desprendimiento del que
debería ser el código de moral que iluminara el accionar del hombre público.
En momentos como este, siempre la
lectura ha sido buena consejera, en especial, esa lectura inteligente de la
obra de hombres y mujeres quienes con su claridad iluminaron e iluminan el
entendimiento de los que no atinamos con el camino correcto.
José Ingenieros, argentino de
nacimiento cuya obra tiene repercusión global y que resumió en su fértil
existencia suficientes hallazgos de la condición humana y su proyección nos
dejó en especial dos obras, de las cuales deseo compartir fragmentos. “El
Hombre Mediocre” y “Las Fuerzas Morales”.
Luego de su lectura abramos el
debate que convierta la palabra en acción y que demuestre que contamos con las
enzimas capaces de absorber las proteínas de este conocimiento. En su honor,
Querido Hermano José Ingenieros!!
Fragmento de “El hombre mediocre”
escrito en 1913:
“Cada cierto tiempo el equilibrio
social se rompe a favor de la mediocridad. El ambiente se torna refractario a
todo afán de perfección, los ideales se debilitan y la dignidad se ausenta; los
hombres acomodaticios tienen su primavera florida. Los gobernantes no crean ese
estado de cosas; lo representan. El mediocre ignora el justo medio, nunca hace
un juicio sobre sí, desconoce la autocrítica, está condenado a permanecer en su
módico refugio.
El mediocre rechaza el diálogo,
no se atreve a confrontar con el que piensa distinto. Es fundamentalmente
inseguro y busca excusas que siempre se apoyan en la descalificación del otro.
Carece de coraje para expresar o debatir públicamente sus ideas, propósitos y
proyectos. Se comunica mediante el monologo y el aplauso. Esta actitud lo
encierra en la convicción de que él posee la verdad, la luz, y su adversario el
error, la oscuridad. Los que piensan y actúan así integran una comunidad
enferma y más grave aún, la dirigen, o pretenden hacerlo. El mediocre no logra
liberarse de sus resentimientos, viejísimo problema que siempre desnaturaliza a
la Justicia. No soporta las formas, las confunde con formalidades, por lo cual
desconoce la cortesía, que es una forma de respeto por los demás. Se siente
libre de culpa y serena su conciencia si disposiciones legales lo liberan de
las sanciones por las faltas que cometió. La impunidad lo tranquiliza. Siempre
hay mediocres, son perennes. Lo que varía es su prestigio y su influencia.
Cuando se reemplaza lo cualitativo por lo conveniente, el rebelde es igual al
lacayo, porque los valores se acomodan a las circunstancias.
Hay más presencias personales que
proyectos. La declinación de la “educación” y su confusión con “enseñanza”
permiten una sociedad sin ideales y sin cultura, lo que facilita la existencia
de políticos ignorantes y rapaces.”
Fragmento de “Las Fuerzas
Morales” , obra póstuma del escritor:
“La obediencia pasiva es la
negación del deber. El hombre que dobla su conciencia bajo la presión de ajenas
voluntades ignora el más alto de todos los goces, que es obrar de acuerdo a sus
inclinaciones; se priva de la satisfacción del deber cumplido por el puro
placer de cumplirlo. La obediencia pasiva es domesticidad sin crítica y sin
control, signo de sumisión o de avilantez; el cumplimiento del deber implica
entereza y valentía, cumpliéndolo mejor quien se siente capaz de imponer sus
derechos.
Afirmar que el deber es social no
significa que el Estado o la Autoridad puedan imponer su tiranía al individuo.
El sentimiento del deber es siempre individual y en él se refleja la conciencia
moral de la sociedad; pero cuando el Estado o la Autoridad no son la expresión
legítima de la conciencia social puede consistir el deber en la desobediencia,
aún a precio de la vida misma. Así lo enseñaron con alto ejemplo los mártires
de la independencia, de la libertad, de la justicia. Cuando la conciencia moral
considera que la autoridad es ilegítima obedecer es una cobardía y el que obedece
traiciona su sentimiento del deber. Acaso sea ésta la única falla de Sócrates
en la cárcel, si hemos de creer en la letra de su platónico diálogo con
Criton, donde el respeto a la Ley impone
la obsecuencia de la injusticia.
La sociedad y el individuo se
condicionan recíprocamente. Por el respeto a la justicia medimos la
civilización de la primera; por austeridad en el deber valoramos la moralidad
en el segundo. La fórmula de la justicia social es garantizar al hombre todos
sus derechos, la fórmula de la dignidad individual es cumplir todos los deberes
correspondientes. Los hombres nuevos deben perseguir ese equilibrio ideal.
Quien siempre habla de nuestros deberes, traiciona a la justicia, pero mancilla
nuestra dignidad quien predica los deberes que no son la consecuencia natural
de los derechos efectivamente ejercitados.”
Amanecerá y veremos…
Por Gabriel Reyes/@greyesg
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