La torpeza es característica que
define la conducta de los actuales gobernantes. Veamos algunos hechos
irrefutables que nos permiten hacer, tajantemente, esta definición. En medio de
una inocultable crisis que viene corriendo desde hace años, pero acelerada en
estos últimos meses con la previsible caída de los precios del petróleo,
Nicolás Maduro juega a “la candelita” con la presentación de su memoria y
cuenta.
En medio de anuncios que
terminaban en suspensos, se escenifican colas de centenares de miles de
ciudadanos a las puertas de mercados, farmacias y centros de salud, tratando de
conseguir “lo que sea”, porque sienten y constatan que todo está, cada día, más
escaso. La torpeza del régimen se pone en evidencia, primero negando la
existencia de esas colas, acusando a la oposición y a factores extranjeros de
“armar esa maniobra para crear la falsa sensación de desabastecimiento en el
país”.
La defensa torpe se devolvía con
fuerza brutal cada vez que la ciudadanía, agotada por los efectos de las horas,
llevando sol y agua, haciendo su “cola”, escuchaba a los fantasmagóricos
funcionarios gubernamentales asegurar “que esas colas están montadas por
hijitos de papi y de mami”.
Torpes cuando salen por los
medios de comunicación pidiéndole sacrificios al pueblo, en medio de la ruidosa
denuncia que pone al descubierto la forma descarada como utilizan aviones del
Estado para diligencias personales de sus encumbrados líderes. Los dislates son
cada día más estruendosos. Por eso, más allá del poder del que se ufanan y que
socarronamente le enrostran a los venezolanos, el peso de la verdad los
doblega, sobre todo porque los venezolanos resistimos la embestida de barbaries
y demostramos que lo que verdaderamente no escasea es la moral y la inagotable
voluntad de luchar por nuestros derechos civiles.
La perorata para vender la trama
de “la guerra económica” no la compra un pueblo decepcionado que lo que quiere
es comprar alimentos y medicinas. La avalancha comunicacional oficialista
tampoco impide que la ciudadanía abrigue sospechas que despiertan hechos
delicados que obligan al régimen a deslindarse del terrorismo y del
narcotráfico. Aviones derribados cargados de drogas, o despegando del
aeropuerto de La Carlota, o de una rampa que se supone estrictamente vigilada
en Maiquetía, o de una pista valenciana celosamente custodiada por efectivos
militares, o las noticias que dejan mal parado el gentilicio venezolano cuando
en la prensa internacional aparecen titulares que reseñan barcos con bandera
nacional transportando cocaína, para no hablar de las confesiones de
exmagistrados, exministros y de efectivos de la Fuerza Armada Nacional, que son
“patriotas cansados de cooperar”.
Por Antonio Ledezma
@alcaldeledezma
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