"Creemos que la pobreza es
intolerable en un mundo de abundancia. Y todos estamos convencidos de que
podemos terminar con ella en el espacio de nuestra vida, con nuestras propias
manos y nuestras propias mentes". Así, palabras más, palabras menos,
subscribía Kofi Annan el compromiso adquirido por los países agrupados en las
Naciones Unidas para reducir la pobreza extrema a la mitad de la existente en
el año 1990, cuando se fijó 2015 como meta para tal fin.
Gracias al maná petrolero, la
república bolivariana estuvo ensayando paliativos asistencialistas que
atenuaban los efectos pero en ningún caso atacaban las causas de la miseria;
y no podía ser de otra forma, porque la estrategia chavista para mantenerse en
el poder requería de una base clientelar sumida para siempre en la estrechez.
Aunque las engañosas cifras del
Instituto Nacional de Estadísticas señalaban un moderado descenso de los
indicadores de pobreza, lo cierto es que el ente rector de la numerología ha
señalado una reversión de lo que se pensó tendencia auspiciosa y contabilizó,
para 2013, un incremento de 9,8% en el índice de pobreza, lo cual supone que
733.000 venezolanos pasaron a subsistir con menos de un dólar diario (según
estándares internacionales).
Por más absurda que parezca esta
situación, no debe extrañarnos; fue el mismísimo comandante quien se encargó de
vaciar un balde de agua fría sobre aquellos que creían que con el arrime a la
batea iban a salir de abajo; "ser rico es malo", proclamó el redentor
de Sabaneta, intentando, alegremente, transfigurar la pobreza en virtud, para
ocultar su condición de anomalía tercermundista que limita la realización plena
del ser humano en todos los órdenes, especialmente el sanitario y el educativo,
dos aspectos en los que, de acuerdo con un revelador reportaje publicado el
domingo en este periódico, el país marcha en retroceso.
Tres de los objetivos referidos a
salubridad, acordados hace 15 años por la ONU, están referidos a mejoramiento
de la salud materna, reducción de la mortalidad infantil y combate del
VIH/sida, la malaria y otras enfermedades.
En ninguno de ellos el país se
aproxima siquiera a cotas admisibles como prueba de que se trabaja para
alcanzarlos y, para más, hay un repunte del paludismo.
En cuanto a la educación, la
información no es más alentadora: "Para el año 2012-2013, según cifras
oficiales, 3.124.975 niños estaban escolarizados; mientras que 7,8% se
encontraba fuera del sistema formativo, es decir, 264.369 menores al margen de
la educación".
Entre las matrículas de 1997 y
2013 se registró una merma de 63.425 niños.
La Encuesta Nacional de Juventud,
realizada en 2013 por la UCAB a 4.500 hogares de todo el país, reveló que
"4% de los jóvenes entre 15 y 29 años no culminó la primaria".
Nadie puede llamarse a engaño:
quienes explotan para su beneficio los réditos de las privaciones ajenas ningún
interés tienen en observar las prescripciones de la ONU porque, si se acaban
los pobres, entonces, ¿quién votará por el chavismo?
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