(DE) MENTE

Urge un plan nacional para enfrentar la enfermedad mental del hombre común.
Al tener la psicología moderna la propensión a ser útil para las personas, entonces se hace necesario revisar hasta qué punto este fin utilitarista de la psicología ha sido cumplido. La autocrítica no sólo es inherente a cualquier disciplina, sino que representa el único camino para darse cuenta de las cosas, adaptarse a los cambios de lo que nos circunscribe y poder mejorar o modificar las estrategias con las que contamos.

En lo que se refiere a un abordaje en el marco de un consultorio; sea para resolver problemas personales o grupales, la psicología, particularmente la psicología clínica y por supuesto, la psiquiatría, han sido disciplinas exitosas.
El manejo institucional, sin embargo, ha sido profundamente criticado y cuestionado por su carácter de claustro en el cual se cercenan libertades individuales. Además, desde lo institucional, la psicología y disciplinas afines han "fracasado" en lo que respecta al manejo comunitario y abordaje de los múltiples desórdenes mentales. Particularmente en sociedades como la nuestra, este fracaso que señalamos, se hace muy eminente; pues la ausencia de una política de atención en lo que respecta a la salud mental es una mengua triste y escandalosa.
Dado el carácter multifactorial de las distintas enfermedades mentales, desde la depresión hasta la drogadicción, el abordaje al hombre "en comunidad" no ha sido fructífero. El polimorfismo y número de patologías mentales aumenta a una velocidad que desborda la capacidad de respuesta institucional para afrontarlas. Esa es una razón (entre otras) que permite entender el poco efecto social que el utilitarismo psicológico ha desempeñado.
Un ejemplo de esto es el auge desmedido de las adicciones. Para los destacados especialistas en el área Washton y Boundy,   existe una "epidemia" de conductas que escaparon de control, lo cual no se está dando únicamente en las barriadas pobres de las grandes ciudades, ni sólo entre las personas de menores recursos o los miembros de un grupo étnico en particular. Se está dando en todos los pueblos y grandes ciudades de nuestra nación, tras las puertas de enormes mansiones, de residencias rodeadas de jardines, de modestos apartamentos y de míseros ranchos. Tanto en personas muy instruidas como entre quienes apenas han completado la escolaridad en su nivel más elemental. Entre individuos de todos los orígenes y grupos sociales. No tenemos que buscar más allá de nuestra propia ciudad natal, de la calle en que vivimos y a menudo incluso de nuestra propia familia para encontrar casos de adicción, junto con el dolor que esta provoca en la vida de las personas, y de quienes se hallan vinculados afectivamente con quien padece un problema de este tipo.
La personalidad adictiva existe a lo largo de una línea continua que abarca desde la infancia hasta las relaciones sociales. Como todos hemos crecido en una sociedad que promueve las adicciones de todo tipo, en medio de condiciones que engendran una vulnerabilidad a las mismas, la mayoría de nosotros nos situamos en algún punto de esa línea continua. Somos vulnerables en distintos grados según cómo se va estructurando nuestro mundo interior.
El grave problema de las drogas nos muestra que no se está realizando un abordaje de carácter integral, en donde el utilitarismo inherente a lo psicológico tiene potencialmente mucho que ofrecer en el plano comunitario. La psicología no logra ser efectiva en estos escenarios y ello ocurre por múltiples razones, incluyendo porque es un problema muy complejo, por ignorancia, y peor aún, por desidia. Lo relevante es readaptar las estrategias para poder ayudar al hombre de nuestro tiempo a lidiar con los más contrariados desórdenes mentales.
Se han desarrollado múltiples teorías, corrientes y escuelas de psicología que se han planteado no sólo entender la psiquis, sino mejorar la calidad de vida del hombre común. Sin embargo, lo que ha sido cubierto por esta ocupación inicial, que es loable, ha quedado pasmosamente atrás si lo comparamos con el nivel de psicopatología que desborda al hombre de nuestros días.
Comprendemos que se trata de una disciplina relativamente nueva que apenas comienza a dar frutos; pero que si no es sometida al lente crítico de quienes la cultivamos, difícilmente se podrá dar oposiciones a las variadas contingencias, desórdenes y sufrimientos que produce la condición psíquica del individuo cuando pierde su equilibrio interior.
Estas premisas tienen sentido si se encuentran estructuradas en un plan de acción de carácter nacional en donde se identifiquen los problemas cada vez más complicados de nuestras comunidades y se elabore sin ambages una Política de Estado que tenga como fin minimizar la gravedad de los distintos trastornos mentales que han minado nuestra estructura social y en este momento no reciben la atención adecuada porque no existe una "bitácora" para enfrentar los mismos.

@perezlopresti

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