A Venezuela no solo la
convirtieron en un país donde la miseria se pasea por los cuatro puntos
cardinales de su geografía, está convertida en una referencia que no se debe
seguir, en un país al que no hay que parecerse porque es vitrina de violencia,
ruina, inseguridad, corrupción y narcotráfico.
Las acciones del régimen
destructor de Maduro transformó a la Venezuela receptora de emigrantes, en un
pais del que sus habitantes no salen por convicción, se fugan asustados para escapar del hampa, de
la ausencia de oportunidades para superarse, de la desesperación que les
produce el desabastecimiento de alimentos y medicinas.
Este dantesco escenario es
propiciado y mantenido por un pequeño grupo
de crápulas atrincherado en el poder que usurpan, que le permite estar
alejados de la dramática realidad que a diario vive la inmensa mayoría de los venezolanos.
Nicolás Maduro, en su demencial
aspiración de parecerse a quien le heredo el poder habla por horas en los
medios de comunicación que ha secuestrado, se
dirige a los venezolanos con un lenguaje de jefe pandilla sembrando odio y desunión para tratar de
conservar el poder a costa de la violencia de sus mercenarios y el miedo
de ciudadanos que lo único que aspiran
es tener la calidad de vida que merecen.
Después de dieciséis años de
fracaso debido a la ineptitud y el saqueo del erario público, Maduro pretende
distraer la atención de los graves
problemas que enfrenta el país, echando mano a la rancia estrategia de amalgamar
a los venezolanos en un sentimiento nacionalista en contra de países limítrofes
con los que hay importantes asuntos pendientes y fueron desatendidos dando
prioridad a su avaricia de hacerse cada
día más rico y mantener el poder.
Cnel (GN) Antonio Semprun
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