El momento que atraviesa Venezuela desde el
punto de vista económico, político y social debería servir de ejemplo para
aquellos que quisieran explicar en qué consiste el neo-liberalismo salvaje. Lo
más dramático del ejemplo, y que debe ser tomado como aprendizaje, es que esta
absurda situación nace de la aplicación de una serie de acciones de corte
populista de orientación socialista y que se dice humanista.
Venezuela vive, sin duda alguna,
una crisis humanitaria de dimensiones impensables dada la cantidad de recursos
que entraron por renta petrolera en los últimos quince años. Esa crisis se
manifiesta como un monstruo de muchas cabezas que impone una situación de
sálvese quien pueda sobre una sociedad amainada por el hampa desbordada, la
escasez, la pérdida del poder adquisitivo, la ausencia de servicios públicos de
calidad, la guerra despiadada contra la empresa local y los ridículos controles
que no cumplen su cometido.
La crisis humanitaria en
Venezuela es producto de una guerra de la clase política gobernante contra el
resto de los habitantes de esta empobrecida nación. Esa guerra tiene también
varios campos de acción. Ya hablamos de la guerra contra la empresa privada que
ha ido mermando nuestra capacidad de producir internamente y por supuesto, ha
hecho imposible el cacareado objetivo de llegar a la soberanía alimentaria por
solo mencionar una de las tantas que el gobierno nombra habitualmente.
La guerra política es una de las
más cruentas que conozca la república y nos ubica en principios de siglo XX,
cuando los disidentes eran perseguidos sin piedad, torturados y enviados a La
Rotunda. Esa tristemente célebre cárcel donde iban a parar con sus huesos los
que osaban oponerse a la dictadura de los conquistadores andinos. Hoy las
cárceles venezolanas y las rotundas modernas están repletas de personas que se
atrevieron a desafiar al régimen dictatorial del siglo XXI. Hay mujeres y
hombres mayores acusados de crímenes absurdos por haber asistido a
manifestantes con un vaso de agua o un pedazo de pan.
La guerra contra el desarrollo se
da desde la molienda de dinero en la que se ha convertido la generación de
energía eléctrica en Venezuela. Es muy probable amigo lector, que en el momento
que usted está leyendo este artículo de opinión, cientos de miles de
venezolanos estén a oscuras o sin contar con el vital servicio de electricidad.
Los incapaces gobernantes, no solo no invirtieron en más electricidad para una
población creciente. Además se birlaron miles de millones de dólares en
mecanismos obsoletos para responder a la crisis sin ir a la base del problema.
Los que pueden acuden a la neo-liberal práctica de comprarse su propia planta
generadora de energía, uno de los pocos negocios que ha prosperado en
Venezuela.
El país es azotado por una guerra
sin cuartel que un ejército de hampones desata las 24 horas del día, los 365
días del año contra una población inerme que no puede contar con los organismos
del estado para que la defienda. Por el contrario, estos delincuentes tienen
trato preferencial y pueden ejercer su profesión libre de impuestos, y con un
muy bajo riesgo laboral. El neo-liberalismo ha hecho que haya crecido la
privatización de la seguridad. Se hace común ver cantidad de vehículos
custodiados en las calles venezolanas. Lo peor, es que los gobernantes, seguros
de su impotencia frente al hampa se asignan a si mismo sendos grupos de
escoltas. ¿Y de dónde salen estos escoltas? De las policías. Hay funcionarios
que salen de las calles para pasar a la protección privada de funcionarios
públicos y sus familias. En algunos casos absurdos se ve que incluso directores
de canales de televisión del estado gozan de estos privilegios.
La escasez de alimentos junto al
aumento desmesurado del precio de los mismos está causando estragos en la
población. El neo-liberalismo salvaje con el que el gobierno ha tratado el caso
ha llevado a la aparición de los bachaqueros. Una especie que surge
precisamente por la dificultad de conseguir alimentos. Vea que donde no hay
problemas de escasez, no hay traficantes de alimentos. De hecho, se sabe que
Venezuela es el único país del continente Americano que sufre de esta anomalía.
El gobierno, en su suprema
incompetencia, piensa que todo se resuelve poniendo las máquinas de imprimir
billetes a trabajar sobretiempo. Eso ha convertido a nuestra moneda en una
pieza de cambio que la gente no quiere tener. No tiene sentido ahorrar en
bolívares. Porque todo es más caro de la mañana para la tarde. El venezolano en
general se ha empobrecido de una manera escandalosa.
Cuando se dice: “la vida de
millones de venezolanos en riesgo permanente por la acción incontrolada del
hampa”, estamos frente a una crisis humanitaria.
Cuando: “millones de venezolanos
no consiguen los medicamentos que requieren para tratar sus afecciones”,
estamos frente a una crisis humanitaria.
Cuando: “millones de familias
venezolanas no reúnen ingresos para pagar la canasta alimentaria”, estamos
frente a una crisis humanitaria.
Cuando: “miles de familia sin
servicio eléctrico sufren las inclemencias climáticas”, estamos frente a una
crisis humanitaria.
Cuando: “miles de madres y padres
entierran anualmente a sus hijos”, estamos frente a una crisis humanitaria.
Cuando: “miles de familias
abandonan el país buscando mejor calidad de vida”, estamos frente a una crisis
humanitaria.
La crisis humanitaria no se
decreta. Existe. Y Venezuela la vive. El gobierno hace poco o nada por
combatirla. Maduro está más pendiente del chismorreo primitivo y de culpar a
los demás que de gobernar. Venezuela puede estar peor y solo los venezolanos
podemos evitarlo.
Por: José Vicente Carrasquero A.
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