lunes, 22 de junio de 2015

¡INDIGNOS!

¿En qué se parecen un político corrupto, un empresario corrupto y un motorizado anárquico? Los dos primeros pueden parecerse en lo de corruptos, pero voy a demostrarles que los parecidos van mucho más allá:
La semana pasada estaba en una cola de esas que se forman en Caracas y para distraerme me puse a ver a los motorizados. (Antes sacaba el celular y me ponía a responder llamadas y mensajes, pero ya sabemos que tener un celular a la vista en una cola es el pasaporte para un asalto o algo peor). Pero vuelvo a los motorizados: la mayoría hacía lo que le daba la gana.
Se comían las luces, pasaban a toda velocidad entre los carros, sin importarles los que rayaban a su paso. Es más, algunos insultaron a quienes les reclamaron con razón el “cariñito” que les habían dejado. Algunos iban sin casco. Una de ellas llevaba un bebé. Otros llevaban más de un pasajero: hasta cuatro vi en la misma moto (con niños apretados en el medio como sandwichs). Circulaban por la vía contraria con la misma seguridad y desparpajo con la que circulaban por la propia vía y los más arriesgados pasaban por la acera a toda velocidad,  como si los peatones no existieran. Pensé por qué actuaban de esa manera y lo primero que se me ocurrió fue “falta de educación”.

Mi teoría, sin embargo, se cayó muy rápido, porque había motorizados anárquicos con unas motos de decenas de miles de dólares. Pensé que si alguien pudo comprar una de esas motos es porque tuvo acceso a educación y tiene un buen trabajo. Craso error que corregí de inmediato: para comprar una motota no se necesita educación, se necesita dinero. Y para tener dinero en Venezuela, no hace falta educación, sino falta de escrúpulos.

A los dos minutos llegó un motorizado de esos que no tienen ni placa ni identificación, pero que actúan con tanta seguridad que la gente les hace caso.  Empezó a dirigir a los carros que estábamos en la cola para que nos moviéramos. Con movimientos autoritarios, seguros. Nos movimos como pudimos y a pesar de los motorizados. Pensé que venía una ambulancia, pero no. Era un político, en una camionetota sin placas, blindada y con vidrios negros. ¡Ahh! Un político corrupto. Esos pueden comprar las motos y las camionetas que quieran y mandar a sus esbirros a detener el tráfico o a moverlo, para pasar sin esperar. Las glorias del poder.

Entonces concluí que entre un motorizado anárquico y un político corrupto, la única diferencia era que los motorizados no se habían metido a políticos, pero cuando lo hicieran, se comportarían de la misma manera. Me sentí triste por Venezuela y pensé que aún saliendo de la situación actual nada va a mejorar si no cambiamos como sociedad. Si no empezamos a valorar el trabajo honesto, a sancionar a los corruptos, a ponernos en los zapatos del otro y a darle a la educación el valor que tiene.

Y pensé en los empresarios corruptos. Ésos que corrompen y se corrompen. Ésos que aún sin necesidad de robar, porque nacieron y crecieron en cunas de oro, roban. Ésos que se sienten todopoderosos, porque saben que nunca van a caer presos, porque compran jueces, falsifican firmas y poderes, forjan documentos y nunca serán imputados, porque en Venezuela los reales lavan todo y compran todo. Ésos que llegan con sus caras muy lavadas a los clubes y aceptados por la mayoría “porque son gente conocida”. Y como son “gente conocida” patrocinan obras de “caridad” de la misma manera que el ex Duque de Palma de Mallorca manejó la Fundación Noos. Lástima que ya no haya jueces como los españoles que van a sentar en el banquillo hasta la mismísima hermana del Rey de España.

Mi conclusión fue que no hay diferencia alguna entre un motorizado anárquico, un político corrupto y un empresario corrupto. Todos son iguales y se comportan de la misma manera. Lo único que los diferencia es la oportunidad de llegar. Porque cuando llegan todos son igual de indignos, igual de despreciables.

Por Carolina Jaimes Branger

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