La “revolución bolivariana” no ha
sido otra cosa que la repetición, en el siglo XXI, de la “revolución de
octubre”, pero no del octubre bolchevique ruso sino del octubre adeco
venezolano, de la que se inició con el golpe de Estado que derrocó a uno de los
gobiernos más democráticos que hemos tenido, el del general Isaías Medina
Angarita. El sectarismo, el lenguaje demagógico, la actitud amenazante, la
violencia antisindical, la división de los venezolanos, la soberbia
gubernamental, la incapacidad en la gestión y el gran apoyo popular inicial,
son elementos que los identifican como muy parecidos, casi idénticos, sólo
diferenciables por que los 70 años transcurridos entre ambas han generado
cambios mundiales gigantescos en todos los órdenes, la impronta de los cuales
en el país establece diferencias atinentes al entorno.
Estas identidades no son
fácilmente apreciables por la gente común y tampoco por muchos de los no tan
comunes. La mayoría de quienes actúan hoy en política no tienen recuerdos ni
siquiera de las primeras décadas del período adeco copeyano, ir más allá les
parecerá como del paleolítico. Otro elemento es que nuestro sistema educativo
no hace ningún esfuerzo en que conozcamos por lo menos algo de nuestra
historia; no hay sino que preguntarle a alguien, que nos encontremos en la
calle, los nombres de los presidentes de Venezuela desde 1958 para acá, para
darnos cuenta de la total ignorancia que existe al respecto. Por último, los
venezolanos no leen o leen muy poco, sólo las letras grandes, los titulares de
las noticias, y sobre todo si éstas son de la farándula o de naturaleza
deportiva.
Acción Democrática, en el pasado,
se opuso a que el partido de Jóvito Villalba se llamara Unión Republicana
Democrática (URD), pues para ellos la palabra democrática le correspondía sólo
a AD. Algo similar le ocurrió al grupo disidente del PSUV, que se identifica
como Marea Socialista, al solicitar reservar esa denominación para actuar como
partido político. El Consejo Nacional Electoral, dirigido por el PSUV, rechazó
la solicitud y sin dar la explicación que los adecos sí se atrevieron a exponer
en el pasado. Como la ley señala que todo acto o decisión de un organismo
oficial debe ser motivado y no hubo motivación, el Tribunal Supremo de Justicia
anuló la negativa del CNE y le permitió al grupo disidente el uso del nombre
solicitado.
Hasta en estos pequeños detalles
son iguales adecos y chavecos. Aquéllos pensaban, creían, estaban seguros, de
que eran los únicos que podían ser calificados como democráticos, por lo que
ningún otro grupo podía utilizar la palabra en cuestión. Éstos creen, piensan,
están convencidos, no sólo de que son socialistas sino de que son los únicos
socialistas en el país y, por tanto, ninguno otro pueden usar esa palabra en la
denominación de su partido.
Por Luis Fuenmayor Toro
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