Venezuela es un país cuyo mapa
geográfico se parece a un árbol de apamate en el que un fuerte tronco
sostiene su enorme follaje. Una
representación que después de dieciséis años está al revés, porque los parámetros que indican paz,
seguridad, bienestar y estabilidad sufrieron un giro de
ciento ochenta grados.
La mayoría de los venezolanos
están pagando las consecuencias de ese giro que fue producido por la mezcla corrosiva del resentimiento, la
ambición y la traición del pequeño
grupo que llegó al poder de la mano de un falso profeta y de la complicidad de quienes han debido ser defensores de los que depositaron su confianza en ellos.
No es difícil entender por qué el
pequeño grupo que conforma la banda de delincuentes que ha arruinado al país,
echa manos a recursos personales y del estado para mantenerse en el poder,
único paragua que los protege de las aberraciones sociales y económicas que han
perpetrado, lo que es un tanto difícil digerir es por que quienes supuestamente
están del lado contrario de la línea roja
le han hecho el juego, a sabiendas de que la dictadura de los Castro en
Venezuela es un escorpión que los
aguijoneará.
La victima de la desgracia en la que delincuentes de cuello rojo han
convertido a Venezuela es el venezolano de a pie, que paradójicamente tiene el poder de
encumbrar o defenestrar a quien eligen
para actuar en favor de sus intereses y
sus necesidades básicas y aún así permanece indiferente ante su tragedia.
Son más los venezolanos que quieren el bien para Venezuela, son
millones los que se quejan en silencio de una situación de la que no son
merecedores y que permanecerá inalterable hasta que quienes tienen el poder de
encumbrar o defenestrar digan: YA
BASTA!.
Cnel (GN) Antonio Semprun
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