“En este mundo nada está en su
sitio,
empezando por el mundo mismo.
No hay que asombrarse entonces
del espectáculo de la injusticia
humana.”
Cioran
Breviario de la podredumbre
En dos ocasiones me fue
arrebatado de las manos, sin que me percatase de ello, el libro más
imprescindible que haya escrito el filósofo rumano Emile Cioran: Breviario de
la podredumbre.
¿Cómo ocurrió? No lo sé, pero
revelo que pese a las apocalípticas dificultades que me significó encontrar el
libro, absolví de toda culpa a los ladrones porque obviamente eran tipos -o
tipas- de un gusto sutil y refinado…, y eso, en tiempos de peste chavista es
difícil, muy difícil, de encontrar. Había que perdonar, incluso aplaudirlo; lo
merecían
Para curar mi desconsuelo,
después de años de perseguir infructuosamente el Breviario de la podredumbre en
librerías en España, México, Argentina, Venezuela y Colombia, esta semana me
topé con la agradable sorpresa de que la editorial Taurus lo publicó en la
siempre fría y ajena versión digital; pero lo publicó.
Ha vuelto a mí el Breviario de la
podredumbre y lo leeré por tercera ocasión con fruición y entusiasmo amargo.
Escribo “amargo” y de repente me
doy cuenta que no recuerdo muy bien a qué venía lo del breviario de la podredumbre…,
ah, ya recuerdo, iba a escribir sobre Diosdi Cabello.
Perdonen el lapsus, no volverá a
suceder, pero en algún momento confundí la podredumbre poética con la real (la
regordeta y siniestra).
Es decir, con la podredumbre
chavista.
Capo di tutti capi
Cuando uno habla de ladrón, mal
gusto, amargura y podredumbre, es imposible no pensar en Cabello. No es que lo
diga yo, lo ha dicho casi todo el chavismo: Luis Tascón, Mario Silva, Cilia
Flores, Rafael Isea, Eladio Aponte, Leamsy Salazar, Henry Falcón o Raúl Castro,
entre otros, y lo dijo el propio Hugo Chávez cada vez que pudo.
Antes de su póstuma momificación,
ya consciente de su agonía, Chávez despreció a Cabello privada y públicamente.
Acaso lo único que nos unió al sátrapa fue ese despreció.
Los escandalosos negocios con
Rafael “el buda” Sarría, las extrañas andanzas de su hermano José David, Tony
Termini y el Pollo Carvajal en Monagas (las galleras, las apuestas, las putas,
el manejo de astronómicas cantidades de dólares en efectivo) y toda la
asociación delictiva vinculada con el “cartel de los soles”, que Diosdi, alias
capo di tutti capi, controlaba a placer eran suficiente motivo para
horrorizarse y saber que si no se le controlaba a tiempo, él controlaría
corrupta y perversamente a la nación como está haciendo ahora.
Chávez lo intentó pero ya estaba
casi embalsamado, fue demasiado tarde.
Por eso leer de nueva cuenta el
poético Breviario de la podredumbre de Cioran y asociarlo con la podrida
realidad chavista, a un tiempo me fascina y espanta. La tormenta de lucidez y
la fina sublimación del lenguaje que emplea el filósofo rumano me estrellan con
una fila de capítulos que definen a Diosdi como nadie jamás podría haberlo
hecho: la ponzoña abstracta; del santo al cínico; la flor de la ideas fijas; el
itinerario del odio; la efigie del fracasado; los recursos de la
autodestrucción; el antiprofeta; o la defensa de la corrupción; son tan sólo
algunas de las caracterizaciones que figuran cultamente al real y despiadado
Cabello.
Ese breviario de podredumbre.
Diosdi, el perro celestial (del
chavismo)
No creo que Cioran haya pensado
en Diosdi cuando escribió su podredumbre, no lo conocía, acaso lo imaginaba
pero no lo conocía, sin embargo, estoy convencido de que leer el breviario nos
facilitará a los venezolanos una mejor interpretación de lo que el rumano
llamó: el “perro celestial”.
¿Por qué “perro celestial”?
Sencillo: si Chávez es el comandante supremo e infinito, es decir, celeste, de
la peste revolucionaria, y Diosdi era su perro abochornado y pateado, no hace
falta abstraerse mucho para concluir que Cabello era el perro celestial de esta
perfidia.
Dice Cioran: “Ha llegado el
momento de oponer a las verdades del Hijo de Dios (Chávez para los chavistas)
las de este ‘perro celestial’ (Cabello para los chavistas), como le llamó un
poeta de su tiempo”.
Un lapidario Cioran concluye, al
borde de la indignación, sobre el perro celestial (cualquier parecido con la
realidad no es mera coincidencia): “¿Quién, después de haber sido recibido por
un rico -enchufado chavista como Diosdi-, no ha lamentado no disponer de
océanos de saliva para verterlos sobre todos los propietarios -los corruptos-
de la tierra -del chavismo-? Y, ¿quién no ha vuelto a tragarse su pequeño
escupitajo por miedo a lanzarlo a la cara de un ladrón respetado y barrigón
-como Cabello-?”
Y lo digo no sólo por su perra
participación en la creación del sistema más corrupto de todos los siglos en
Venezuela, sino además y muy especialmente por el despiadado, oprobioso e
inescrupuloso uso que hace de su bella hija Daniela, como señuelo, para
encubrir sus fechorías y criminalidad.
Eso es lo más siniestro y vil que
hayamos visto. Ni Chávez se atrevió a semejante bochorno, sólo Diosdi Cabello,
su perro celestial.
La hija de Diosdi o el rostro de
la decadencia
Seré muy cuidadoso con lo que
sigue, no quiero resultar ofensivo con una niña que considero cándida y
hermosa. Sé que leerá este suelto aunque se lo prohíban. Lo leerá.
Además, Daniela aspira ser
artista (el más sublime de los oficios), todavía no lo es: desafina y rechina
cuando canta, trastabilla torpemente cuando danza, pero puede mejorar. Lo hará.
La ayudaremos cuando deje ser el vergonzoso rostro de la decadencia chavista.
Ella, lamentable y
bochornosamente, está siendo usada por su padre, quien quiere -a cualquier
costo- lavar su perfil de la perversión que lo mancha. Es deplorable, pero
ninguna otra cosa se puede esperar de él (imaginen si cualquier otro político
sometiese a su hija al escarnio que este perro celestial está sometiendo a la
suya, lloverían las críticas, serían históricas, claro en dictadura eso no
ocurre, todos silencian, hasta los chavistas).
El sordo afán de poder de Diosdi,
ese compendio de podredumbre que es, lo ha llevado a sobrepasar los límites del
escándalo y la desvergüenza, incluso sometiendo y usando inescrupulosamente a
su propia hija como la figura kitsch de la podredumbre. Es terrible e infame.
No hay quien lo increpe, no hay
quien lo pare. Sólo la cárcel de la que jamás debió salir y en la que algún día
volverá a estar, claro, porque es un criminal.
Y su bella hija lo debe saber
porque lo padecerá en su momento cuando lo visite tras las rejas, donde le
podrá cantar y bailar, donde no se le lanzará excremento ni se le humillará,
donde podrá comunicarse y expresarse, donde será respetado como venezolano,
donde tendrá un juicio justo (pero implacable), donde su hija y sus hijos no
serán vejados ni avergonzados, donde sus familiares no serán ni perseguidos ni
torturados.
En ese momento, Venezuela ya
habrá cambiado, más nunca será esta podredumbre…, y Diosdi tendrá treinta años
en la cárcel para arrepentirse de todo el daño que hizo, y nosotros tendremos
otros tantos para reconstruir lo que él destruyó. Y lo haremos…
Y quizá entonces, sin tráfico de
influencia ni malversación de fondos públicos, Daniela podrá ser artista,
trabajando duro, esforzándose como cualquier otro ciudadano, demostrando lo que
es sin vagabunderías ni podredumbre, sin fraude ni oportunismo.
Siendo una bella venezolana más…,
ahora sí, en libertad.
Escrito por Gustavo Tovar Arroyo
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