Venezuela se mantiene en un
estado de atraso y miseria que le impide entrar, como el resto de las naciones
de la región, a enfrentar los retos que impone el siglo XXI. Y no puede ser de
otra manera cuando la mayor riqueza de la historia fue dilapidada de forma
escandalosa sin que se puedan dar pruebas fehacientes de que los gastos
incurridos fueron de beneficio para el país.
Como protagonistas de esta
vergonzosa historia tenemos a un grupo de personas que se han hecho llamar
revolucionarios y que con Chávez a la cabeza, contribuyeron al saqueo del
tesoro nacional creyendo que estaban promoviendo la consolidación de una
potencia. Estas personas se caracterizan por su poco entendimiento de lo que
significa un país y por su poca capacidad para dirigirlo. Según el diccionario,
a estos individuos se les conoce como bobos.
En una expresión de ingenuidad y
candor nos dicen que Venezuela será una potencia. El desconocimiento del
término se hace evidente en la medida que van argumentando. No se puede decir
que los dirigentes del país tengan el conocimiento necesario para sacarnos de
la miseria y llevarnos por la senda del desarrollo.
Los últimos dieciséis años están
llenos de ejemplos. Solo hay que revisar el triste estado de abandono en que se
encuentra la infraestructura del país. No se puede hacer una potencia en un
país en el que el racionamiento eléctrico se usa para justificar la incapacidad
de los administradores del sistema y el robo o mal uso de los recursos que se han destinado al sistema de
generación de energía.
El asunto de los trenes ha
terminado siendo un gran cementerio de obras inconclusas y fortunas mal
habidas. Basta circular por la Regional del Centro para ver kilómetros de esa
obra de ferrocarriles inconclusa que supuestamente comunicaría distintas
localidades del país. Y ese es un nimio ejemplo cuando se hace un inventario de
puentes no concluidos como el tercer puente sobre el Orinoco o no comenzando
como el segundo sobre el lago de Maracaibo.
Los bobócratas hablan de potencia
mientras los venezolanos se ven asediados por enfermedades que ya habían sido
erradicadas en los sesenta del siglo pasado. Los que padecen de cáncer mueren
de mengua esperando una atención que nunca llega. Los bobos no entienden que
cuando mantienes medicinas a precios irrisorios están abriendo todo un mercado
paralelo que se aprovecha de esos subsidios.
La bobocracia, después de más de
tres quinquenios malbaratando el dinero de los venezolanos, viene con la
brillante idea del racionamiento de alimentos, medicinas y demás elementos
necesarios a través de un sistema interconectado de capta huellas. Hay que ser
verdaderamente ignorante para pensar que así se construye una potencia.
Los bobos que nos gobiernan se
siguen empeñando en imponer más controles sobre una economía que languidece al
borde del colapso. Es más que claro que el gobierno no cuenta con un solo
economista que entienda la realidad de lo que está pasando. Es de bobos esperar que puedan entonces
producir una solución para los problemas que aquejan a los venezolanos.
En el colmo de la bobería
encontramos esto de combatir el hampa por las buenas. Llegando a la desfachatez
de llamar buenandros a quienes asesinan y roban a cientos de venezolanos todos
los días. El hampa desbordada nos ha escamoteado entre otras cosas esa
soberanía que según la constitución reside en el pueblo. ¿Quién se puede sentir
soberano auto arrestado en su casa para evitar ser víctima del hampa?
Hay que ser verdaderamente bobo
para creer que el control de cambios sirve para impedir la fuga de divisas. Por
el contrario, la promueve. Nadie en su
sano juicio mantiene posiciones en monedas que no son libremente
canjeables en el mercado internacional. El control de cambio ha terminado
siendo un nido de alimañas que se enriquecen todos los días haciendo trampas a
unos bobos que de verdad creen que pueden controlar. Por cierto, solamente unos
bobos pueden hacer una rueda de prensa para denunciar que una página web y unas
casas de cambio en Cúcuta pueden fijar a placer el precio de la moneda.
Como respuesta al asalto cometido
contra el tesoro público por la boli-burguesía, la fiscal anuncia haber dictado
pena contra unos individuos que en medio del festín resultaron ser los que se
robaron las sobras que dejaron los nuevos magnates que disfrutan de sus
fortunas mal habidas con total impunidad fuera del país. Todo eso para que unos
bobos piensen que se están tomando medidas contra los delitos cambiarios. Los
verdaderos ladrones están a salvo. Los bobócratas son sus cómplices.
Solamente un bobócrata puede
argumentar que Venezuela es víctima de una guerra económica que ellos, los
bobos, no han sido capaces de evitar. ¿A cuenta de qué habría una guerra
económica contra el país? ¿Por el petróleo? Bobo-argumento. Si fuese por eso,
Brasil, Colombia y Ecuador debían también ser blancos de esos ataques. Lo
cierto es que el argumento de la guerra económica es una expresión de la
desesperación del bobo que no sabe qué hacer en la situación que vive el país.
Un error de dimensiones
universales de la bobocracia lo constituye la demanda a medios de comunicación
nacionales por difundir una noticia que sale publicada en medios
internacionales y que además forma parte de un libro de amplia difusión. Los
bobócratas han subestimado el impacto negativo que esta acción ha tenido en la
ya degradada imagen del gobierno venezolano. Pareciera una burda imitación de
las medidas que el capo Pablo Escobar tomaba contra los medios que denunciaban
su participación en el narcotráfico.
La bobocracia arruinó el país. No
tienen la capacidad para resolver nuestros problemas. No saben cómo hacerlo.
Peor aún, no los entienden. Venezuela tiene que decirle no a los bobos. Los
venezolanos estamos obligados a comenzar a imponerles la agenda a los políticos
en general. No podemos seguir siendo víctima de un manejo atolondrado de
nuestras riquezas.
Venezuela debe tomar la senda del
desarrollo antes de que se haga realidad la terrible profecía del Doctor
Francisco Herrera Luque en su libro póstumo 1998.
http://www.fundacionherreraluque.org/2012/04/libro-1998-de-francisco-herrera-luque.html#.VVT73VXtmko
Por José Vicente Carrasquero
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