Termina la Cumbre de Panamá y el
resultado para Nicolás Maduro fue de tres strikes: no le permitieron entregar
las firmas que recogió, no logró que los países participantes condenaran el
decreto en el que Estados Unidos sanciona a siete delincuentes de su régimen
por corruptos y violadores de Derechos Humanos y no pudo robarse el show a
pesar de su visita al barrio de Chorrillo.
Ni en suelo panameño el
extranjero usurpador escapó del sonido de las cacerolas que los venezolanos
exiliados hicieron sonar estridentemente
a su llegada y salida del lujoso hotel donde se hospedaba, en protesta a la
tragedia en la que ha sumergido al país.
Se arrogó falsamente la
representación de treinta millones de venezolanos que según él se oponen al
decreto emitido por la administración Obama, al que califico de “muy
peligroso no solo porque sanciona a
siete "honorable" venezolanos a los que defenderá, sino porque se
mete en la vida interna de Venezuela”.
La VII Cumbre de las Américas a
diferencia de otras que solo han servido como lugar de reunión entre “amigos”
que se estrechan la mano y se fotografían juntos, sirvió para mostrar el futuro
y el pasado representado por el restablecimiento de relaciones entre Estados
Unidos y Cuba y la posición solitaria de Venezuela abandonada a su suerte por quienes la han
vivido y que ante la desgracia en la que la han sumergido buscan congraciarse
con el país al que el petróleo venezolano los obligó a mirar como enemigo.
Maduro manifestó a su arribo a
Panamá “estamos listos para la batalla de las ideas, para defender la verdad de
Venezuela y salir con la bandera de la paz ondeante”. No se puede estar listo para una batalla de ideas donde la única idea
es la de permanecer en el poder por cualquier vía, donde la única verdad es la
que promueve la dictadura de Cuba en Venezuela y donde la única bandera que han
izado es la de la división y el odio.
El balance para Nicolás Maduro en
la VII Cumbre de las Américas es un reflejo de lo que ha sido su régimen
asesino y hambreador, un monumental fracaso en el que el ridículo es su mayor
fortaleza.
Cnel (GN) Antonio Semprun
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