Retomamos el tema sobre el valor
del dólar recordando que, hace dos semanas, establecimos dos aspectos
fundamentales para entender el problema: 1. hay un error de perspectiva en
afirmar que el dólar está subiendo, porque el dólar está tranquilito, ¡es el
bolívar el que está bajando!; 2. Desde la perspectiva correcta, el bolívar
pierde valor porque la inflación (la elevación general y sostenida de los
precios) devora su poder adquisitivo, como consecuencia de la irresponsabilidad
de la kakistocracia (gobierno de los más incapaces, con los planes más
incompetentes) que emite dinero sin respaldo para sostener su desenfrenado
gasto populista. El tipo de cambio (cantidad de bolívares que deben pagarse por
unidad de divisa, ie: el dólar) es el precio de la divisa y como todos los
demás precios es también afectado por la inflación.
Hablar de tipo de cambio en
Venezuela plantea otro problema: ¿Cuál es el verdadero tipo de cambio entre la
absurda gama que pulula en el país? ¿6,30? ¿12? ¿190? ¿270? La primera
aproximación de respuesta es: aquel al que usted puede adquirir el dólar. Es
bien sabido que las dos primeras tasas (6,30 y 12) están fuertemente
controladas y restringidas, mientras que la del SIMADI (~ 190, según el BCV)
también está sujeta a algunas restricciones. Quien compra y utiliza dólares
sabe bien que las dos primeras tasas son irrisoriamente baratas porque, si los
dólares se adquirieron a esas tasas, los precios de los bienes en el exterior
resultan en consecuencia ridículamente baratos. Por el contrario, con las otras
dos (simadi y paralelo) los bienes del exterior resultan groseramente caros.
Esto significa que el tipo de cambio de equilibrio, el que verdaderamente
debería ser, se corresponde con un valor superior a 12 e inferior a 190.
Un método relativamente sencillo
de encontrar ese valor deriva del ejercicio anterior, tal tasa de equilibrio
debe acercarnos a una situación en la cual los bienes comprados en el exterior,
en promedio, no nos resulten ni más baratos ni más caros que los
correspondientes bienes en Venezuela. Técnicamente a este tipo de cambio se le
conoce como PPP (Purchasing Power Parity o, en español, Paridad de Poder de
Compra). Obviamente, en un país donde la moneda está severamente aquejada de la
peor enfermedad que puede tener una economía (pérdida de su valor o poder
adquisitivo, por la inflación) esta tasa no puede ser fija y se irá elevando al
ritmo de los demás precios, por mucho que la kakistocracia se empeñe en
esconder las cifras de inflación. Colegas economistas, que han hecho cálculos
al efecto, estiman que tal tasa debe estar entre 50 y 60 bolívares por dólar,
por ahora.
La ignorancia o la torpeza impide
a los kakistócratas entender las consecuencias tan graves para la economía
(léase para la población) de mantener el régimen cambiario actual, particularmente
por la gigantesca sobrevaluación de nuestra moneda implícita en las 2 primeras
tasas (Bs 6,30 y 12). A esas tasas se hacen artificialmente más baratos los
bienes del exterior (estimulando las importaciones) y más caros los bienes
producidos en Venezuela (perjudicando nuestras exportaciones), lo cual
significa que se afecta negativamente la producción y el empleo productivo
nacional y que estamos favoreciendo a los productores y trabajadores del
exterior en detrimento de los nuestros.
Alguien podría pensar que la
solución estaría en fijar el tipo de cambio en una tasa cercana a la que
sugieren los estudios pero hay dos consideraciones a tomar en cuenta: 1. la
fijación de esa tasa puede ser condición necesaria pero no es suficiente sin
disciplina en el gasto; y 2. La irresponsabilidad demagógica no se atrevería a
tomar esas decisiones necesarias por el costo político de una devaluación tan
severa. ¡Cosas veredes, Sancho!
Por: Arlán A. Narváez
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