No me refiero al promotor de
divisiones, cuya filosofía radical solo profundiza la fractura social y
política, socavando las bases democráticas del Estado venezolano.
A los valientes héroes
nacionales, quienes a pesar de devengar un salario paupérrimo y desinflado por
la Inflación fulminante corren a diario a labrarse honestamente el sostén
económico de la familia.
A las bravías mujeres y hombres
dignos de Venezuela que bajo el ardiente sol padecen el suplicio de las colas y
la escasez, cruzando por incontables vejámenes para poder llevar el alimento a
los más pequeños del hogar.
A los valientes enamorados,
quienes osaron unirse en matrimonio por estos días de desasosiego permanente,
aunque la política habitacional vigente esté muy distante de garantizar la
adquisición de un techo propio.
A los valientes jóvenes
estudiantes universitarios, futuros técnicos constructores del mañana, cuyas
únicas armas son el “lápiz y el cuaderno”, quienes cívicamente salen a la calle
a protestar sin temor alguno para demandar el derecho a una sociedad de
oportunidades y de evolución para todos.
A los promotores del diálogo,
cuyo discurso constructivo sea una permanente convocatoria a los diversos
actores del quehacer nacional: político, económico, y social, actualmente es
trascendental demostrar que hay la suficiente capacidad para el diálogo, primordial
para promover la convivencia política nacional.
No me refiero al individuo, cuya
indolencia lo ha llevado a recorrer la espinosa ruta del delito y la violencia.
No me refiero a ese nuevo azote, cuya expresión atípica es la del “bachaquero”,
vago desconsiderado que se aprovecha de la penuria ajena. No me refiero al
promotor de divisiones, cuya filosofía radical solo profundiza la fractura
social y política, socavando las bases democráticas del Estado venezolano, nada
favorable por estos tiempos complejos y difíciles que vive nuestra polarizada
sociedad venezolana.
A los valientes que no se
resignan ni se intimidan ante la prolongada adversidad, a los que no han
perdido la perspectiva, para quienes el resentimiento nunca tendrá un espacio
en sus corazones; a los que no recularon incrédulos y que a fuerza de amor son
capaces de resurgir inclusive desde las ruinas. A los inspirados por una visión
de progreso, forjadores de un mejor país, de desarrollo armónico y de respeto
para todos. Así sea en nuestra amada Venezuela.
por Javier Domingo Sayago /javiersayago2@hotmail.com
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