lunes, 9 de marzo de 2015

LA RESPONSABILIDAD DEL PSUV

El Gobierno y el PSUV, su soporte político más importante, son los principales responsables de la crisis económica, institucional y moral en la que se revuelca Venezuela. El PSUV es una fuerza retrógrada que actúa como cómplice de un régimen que durante dieciséis años ha tratado de imponer la forma particular de comunismo que existe en Venezuela.
Los partidos históricos nacieron como parte del proceso de transformaciones que permitieron la transición de la Venezuela rural, atrasada, militarista y tiranizada por un déspota, a un país tramado, con numerosas organizaciones civiles: partidos políticos, sindicatos, gremios, asociaciones estudiantiles y múltiples organizaciones no gubernamentales.
Los partidos, incluido el Comunista, fueron poderosos factores de cambio. De la mano de ellos la nación avanzó de la barbarie a la civilización. La modernización de las instituciones del Estado, de la economía, la educación, la cultura, del sistema de salud y de todos los demás ámbitos de la vida nacional, no podría entenderse sin su presencia. AD, COPEI, URD y el MAS original, fueron piezas claves. Su actividad creó una atmósfera signada por la pluralidad. Con los matices del caso, los partidos proponían construir una Venezuela en la que prevaleciera la convivencia pacífica y el bienestar colectivo. Quienes se mantuvieron al margen de la modernidad fueron los grupos residuales de esa izquierda anclada en el pasado que gobierna desde 1999.
El triunfo de Hugo Chávez y del PSUV significó un retroceso a un pasado que se creía superado. Esa dirigencia rescató el rojo del PCV, pero no se quedó allí. Regresó a las tesis que inspiraban a los partidos comunistas en la época de Stalin y a comienzos de la Revolución Cubana. Levantaron las banderas de la lucha de clases, el antinorteamericanismo, el cerco a la propiedad privada, la colectivización y estatización de la economía, los ataques a los derechos humanos y a toda la legalidad “burguesa”, el acoso a los medios de comunicación privados y la hegemonía comunicacional. Desecharon la persuasión y el consenso y optaron por la imposición. Desempolvaron los dogmas del marxismo más ortodoxo convirtiéndolos en su catecismo, tal como habían hecho Fidel Castro y Ernesto Guevara en la Cuba de los 60.
El resultado de este salto con garrocha ha sido desastroso. La nación perdió la oportunidad de aprovechar la inmensa fortuna que ha ingresado durante los últimos diez años por la subida de los precios del petróleo. Todo se ha perdido en medio de esa mezcla de dogmatismo, ignorancia, incapacidad y corrupción que se concentra en el PSUV. El país se deshace como el cuerpo de un leproso sin que los dirigentes rojos hagan nada para detener el deterioro. Lo único que les interesa es preservar el poder aunque sea a costa de la destrucción nacional. Saben que para eternizarse necesitan mantener contentos a los militares, conservar el control total de PDVSA, incrementar la hegemonía comunicacional de modo que solo se conozca la verdad oficial y lograr que el Poder Judicial funcione como una sucursal de Miraflores.
El PSUV, a diferencia de los grandes partidos, emergió como una fuerza destructiva. Hay que admitir que no es una organización homogénea. Ni siquiera cuando Chávez vivía lo era. En su interior existen tendencias diversas. Unas de signo más moderado que otros. Hasta corrientes socialdemócratas se mueven en su seno. Sin embargo, lo importante desde el punto de vista político no es radiografiar los diferentes sectores que coexisten en medio del conflicto, sino determinar cuáles son los grupos dominantes. Nicolás Maduro, para sobrevivir el tiempo que le queda, optó por aferrarse a los militares y a los cubanos, y hacerles concesiones cada vez mayores a los radicales que se consideran los verdaderos intérpretes del mensaje dejado por Chávez, el “maestro”. La insistencia en crear el Estado Comunal, misión encargada a un fanático como Elías Jaua, revela que se mantiene en el camino hacia el comunismo; es decir, hacia el desastre.
Los sectores más moderados y pragmáticos del PSV –quienes piensan que es posible combinar el crecimiento económico con el bienestar social- han sido desplazados y arrinconados. No han tenido, ni han querido tener, el empuje suficiente para librar una batalla política e ideológica dentro del partido, que los dote de una voz que se escuche. Les cedieron posiciones a la ultra, a los cubanos y a los militares.
El PSUV será recordado como una fuerza anacrónica que destruyó la democracia, la economía y la moral, y sumió al país en la más grave de sus crisis, en medio de la mayor abundancia petrolera que se conozca.

Por: Trino Márquez  

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