Military dictatorship is born from the power of
the gun, and so it undermines the concept of the rule of
law and gives birth to a culture of might, a culture of weapons, violence and intolerance. Benazir Bhutto.
Irónico es que la Asamblea
Nacional, amarrada al Poder Ejecutivo con un mecate como el del infame misil
visto en el despliegue militar, le otorgue al presidente poderes
extraordinarios para legislar sin ella. ¿Será que se tomaron en serio aquella
aberrante declaración de Samper en la cual afirmaba la existencia de la
separación de poderes en el país? ¿De verdad necesita el dictador Nicolás
Maduro permiso de la Asamblea Nacional para hacer lo que le da la gana?
Desde
que mantienen secuestrados a líderes políticos, y los policías asesinan a
adolescentes que protestan por la libertad en las calles, se conoce como un
hecho notorio el carácter dictatorial del régimen que sufre Venezuela.
Triste es ver cómo algunos
opositores han malentendido el problema y han sido consumidos por la falsa
dicotomía auspiciada por la dictadura: Venezuela vs. Estados Unidos. Las
sanciones impuestas por el gobierno norteamericano apuntan hacia los corruptos
revolucionarios que, mediante el robo descarado y la sinvergüenza que creen les
otorga el cargo, incurren en delitos dignos de ser sancionados
internacionalmente. Mal podría creerse que ellos son la patria, Venezuela, y
que todos nosotros, los venezolanos, somos una amenaza para Estados Unidos.
Quizás Barack Obama pecó al no ser más específico en su declaración, como
afirma Carlos Alberto Montaner en su artículo “Historia secreta de un conflicto
inevitable”, pero el objetivo es claro y no debe ser malentendido por aquellos
que sufren las injusticias de la dictadura. ¿Será que nos estamos acostumbrando
a la ignorancia de Nicolás?
La Ley Habilitante
Antiimperialista, incluso promulgada preservando una legalidad hueca, es un
instrumento que destruye cualquier pretensión democrática, más aún bajo el
falso argumento de la defensa de la patria. Ya advierte el abogado Alberto
Arteaga Sánchez que hay elementos, dentro de la amplitud e imprecisión
conceptual en la redacción del instrumento, que están siendo dirigidos hacia la
supresión de la disidencia interna. No debería causar ninguna sorpresa entonces
que esta Ley Habilitante Antiimperialista no sea usada para atacar a los
monstruos que se le presentan a Nicolás en sus delirios de guerras
intergalácticas –¿hacia dónde apuntarían las armas?–, sino para la represión
sistemática de todo aquel que, convencido en los principios democráticos,
piense diferente y denuncie a Nicolás como el criminal que confiesa ser. Sobre
todo, luego de que, en un ánimo grotesco y burdo, comparara su bigote con el de
Stalin. ¿Será que nadie le dijo alguna vez que Stalin fue el responsable de una
hambruna que acabó con la vida de más de 5 millones de ucranianos? Un chiste
muy pesado para el venezolano que empieza a morir haciendo colas para comprar
alimentos escasos.
Así mismo, resulta preocupante
que, mediante esta Ley Habilitante, el discurso oficial ahora pretenda separar
a los venezolanos entre patriotas y traidores, ya que el traidor siempre es
deshumanizado. Vieja técnica socialista la de deshumanizar al oponente para
asesinarlo sin remordimiento. Quizás Roy Chaderton pueda decirnos nuevamente
cómo es que suena una bala al atravesar la cabeza de un opositor. No obstante,
independientemente del ruido que haga, la Ley Habilitante Antiimperialista pretende
poner al país en alerta de guerra, donde los asesinos del régimen dispararán
bajo el argumento de proteger a la patria del imperialismo invasor, del espía
imperialista que puede ser un John Smith o un Pedro Pérez, un demócrata o un
comunista arrepentido, un sifrino del Country o alguien que no consiguió pollo
después de hacer una cola por más de tres horas; no importa, porque el traidor
no es gente y la cabeza seguramente le suena hueca, si se sigue la lógica de
los voceros de la dictadura.
La dictadura sigue en camino
hacia la radicalización y este instrumento es un escalón más en la escalera que
Nicolás construye, bajo el tutelaje de sus gurúes cubanos, para ascender hacia
el dominio total del país por medio de la militarización. Si bien el despliegue
militar estuvo plagado de eventos tragicómicos y, sin lugar a dudas, echan por
el suelo cualquier posibilidad real de resistir una invasión armada por parte
de alguna potencia extranjera, el régimen tiene suficiente fuerza bruta para
reprimir a los demócratas desarmados y pacíficos a nivel interno. Por ende, una
vez allá arriba, no hay nadie quien lo baje de esa nube, sino los mismos
militares que, con bozal de arepa, le construyeron los peldaños.
Por: Andres Volpe/@andresvolpe
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