Un delito gravísimo ha sido
cometido. No ocurrió en un solo día. Fuesoledad morillo belloso 2 un proceso.
Largo. Continuado. Por cierto, sin descansos. No fue un juego que sumó cero. La
contabilidad da números en rojo. Si los de antes robaban, estos perfeccionaron
todas las técnicas.
Que las encuestas den cuenta que a la
población no le sorprende, impresiona o importa la corrupción, no quiere decir,
en modo alguno, que esa enfermedad no haya penetrado el ADN del cuerpo social.
Por el contrario, quiere decir que la gente ve la corrupción como un pecado ya
institucionalizado, con el cual se puede vivir. La ausencia de altos índices de
rechazo a la corrupción desdice de las instituciones, de las organizaciones
sociales, de los gobiernos, del Estado y, también, de los ciudadanos. El país
entero sabe de la corrupción, la padece, la paga, y, ¿no le importa? Insólito,
por decir lo menos.
La corrupción es un impuesto solapado pero
castigador. Que pagamos todos, a partes iguales, pero que afecta de manera
atroz a quienes menos tienen. Es un tributo cuya cancelación no genera un
comprobante de pago. No pasa por el Seniat pero es el peor impuesto, de pesado
monto y efecto sólo comparable con otro gigantesco pechaje como lo es la
inflación. Es tal el peso que francamente debería ser declarable en el
ejercicio fiscal. En la planilla del organismo tributario debería haber un
renglón para descontar lo erogado por cada contribuyente como cuota parte de
corrupción. Legalizar la corrupción para así incluirla en los cálculos
presupuestarios de operación de la nación. Sincerar la situación y evitar así
la doble o triple contabilidad en la nadamos hoy.
Montañas de dólares entraron. Más de lo que
dicen las cifras oficiales. Es una cantidad tan grande, tiene tantos ceros, que
ella no cabe en la lógica de los ciudadanos del común. Lo que no se sabe, ni se
ve por parte alguna, es a dónde diantres fueron a parar esos gigantescos montos
de ingresos. No hay grandes obras públicas, ni tampoco fastuosas mansiones o
palacios. Ello hace pensar que lo robado fue “exportado”. A saber, está
depositado en frondosas cuentas en países con esa coartada conocida como el
secreto bancario. O está invertido en bienes en el extranjero. Aquí, en suelo
venezolano no está.
El tema está en que corren por las vías de
información listas de presuntos implicados. Pero, con un sistema de justicia
más sumiso que carnerito recién nacido, las posibilidades de aclarar quiénes se
llevaron hasta los huesos de los pollos son, por decir poco, muy lejanas. Así,
los presuntos implicados en la más pantagruélica corrupción de toda nuestra
historia, pasan agachados en este juego mafioso y se sientan a comer y beber,
sin angustia alguna de ser obligados a comparecer por ante la justicia.
Saquearon las arcas y no dejaron obra. Nunca como ahora aplica aquella famosa
frase de “¿dónde están los reales?”. La pregunta no es ociosa. O inútil. Ese
dinero está aumentando valor en donde está. Sea en valor monetario en cuentas
en paraísos fiscales, o en obras construidas fuera de Venezuela, o en bienes
adquiridos fuera del país en transacciones oscuras.
Hay compras que dejan rastro muy claro. Por
ejemplo, las grandes joyerías de Europa son fiscalizadas muy de cerca por los
gobiernos. Eso hace que las operaciones de compras de diamantes sean asentadas
hasta el céntimo. Eso no ocurre con los llamados “diamantes de sangre”, que se
compran a las mafias que los transan en operaciones escondidas. Y es bien
sabida la amistad forjada por este gobierno con gentes poderosas en esos países
donde el negocio de diamantes sangrientos es hábito.
Siempre me llama la atención lo que veo en las
transmisiones de las negociaciones de paz que se llevan a cabo en Cuba. Observo
construcciones de primer nivel, con elementos muy costosos, impecables, de diseño
“High Class”. ¿Cómo se sufragaron esas obras? Porque es bien conocida la
pobreza de Cuba. ¿Será que ese lujo castrista se pagó con dinero de los
venezolanos?
En el tema de la corrupción, como en tantas
otras cosas, nos estamos fijando en lo pequeño y no estamos viendo lo grande.
Los escándalos se arman porque se descubre que un alto funcionario tiene un
carro de lujo, una moto de alta cilindrada y vive en un penthouse en una
sifrina urbanización del este de Caracas. Los corruptos quieren que nos fijemos
en eso, para que no veamos lo grueso. Quieren que circule la foto del alto
funcionario con una corbata de firma y un reloj de 30 mil dólares, para que no
veamos que lo grueso no está a la luz.
Para que nos hagamos una idea clara, usemos
otro ejemplo. Supongamos que los corruptos compraron 1000 jets, de 30 millones
de dólares cada uno. Eso da 30 mil millones de dólares, que es menos del 5% de
lo que le ingresó al país en estos años.
La pregunta exacta sigue entonces vigente:
¿dónde están los reales? Porque aquí en Venezuela no están.
Por: Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com/@solmorillob
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