“La verdad adelgaza pero no quiebra”Cervantes
Siempre se dijo –yo mismo, que
mucho he vivido- que las inclinaciones estudiantiles podían ser impresionantes
pero en realidad no reflejaban lo que piensa el pueblo llano y, claro, también
el no tan llano. La frase podía tener sentido en la década de 1960 y un poco
más cuando se la emitía para descifrar la paradoja de una izquierda marxista
vencedora en las elecciones estudiantiles y
amplia y sistemáticamente derrotada en las parlamentarias y
presidenciales, que son –huelga decirlo- las que en verdad cuentan.
Porque ganar en ámbitos
minoritarios que contradicen, son distintos y chocan con el sentimiento de los
mayoritarios, no tiene mayor significación, salvo la que le atribuyan los
adivinos del futuro; sí, esos mismos que suelen consolarse de los palos que
reciben con aquello de que el futuro les pertenece.
El problema es que ahora, en 2015
y los años precedentes, la cosa es muy, pero muy distinta. Lo primero es el
número. Según le escuché decir a un ministro hay en Venezuela 2 millones de
estudiantes universitarios, dentro de los cuales incorporaba el hombre “unos
600 mil” en las universidades fundadas por este gobierno.
Por cierto, ¿no se han preguntado
amables lectores por qué no hay elecciones en esos sitios? ¿Será que no quieren
recibir sorpresas dolorosas?
Si a la cifra del ministro,
sumamos más de tres millones de educación media, obtendremos una cantidad
potencialmente determinante de electores a la hora de las escogencias.
Coincidente, por cierto, con lo que repiten hasta la saciedad todas, absolutamente
todas las Consultoras de opinión. Calza perfectamente lo que se siente en la
calle y lo que hierve en los planteles educativos. Digamos por añadidura, que
irritados por tantos desmanes incluido el tronar de cañones que retumba en la
Resolución del ministro Padrino, los estudiantes batieron el record histórico
de participación y el record más histórico aún de palizas propinadas al
gobierno.
El orden de llegada sonó más duro
que las armas de fuego de Padrino. Todavía no se ha disparado un tiro “apadrinado”
por la desdichada resolución, y el escándalo que su sola amenaza ha levantado
en el mundo, ha hecho del cambio democrático una urgencia de salud pública.
Algunos habían dicho que Padrino
aspiraría a jugar un papel en la derogación de la estrategia oficialista del
odio extremo y en la transición electoral y pacífica de esta agobiada patria
nuestra, pero, hombre, esas normas abominables que usted ha dictado desatan más
bien la jauría de colmillos ensalivados y sangrientos y despierta el coraje de
un país que no se va a entregar. Y si el gobierno cree lo contrario, su
desengaño será su castigo.
Piénselo señor.
Por: Jorge Semprun.
Por: Jorge Semprun.
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